La obsesión de Igor el Ruso de que el mundo entero le ataca llega tan lejos que se ha pasado toda la semana sin probar bocado en el calabozo de la Audiencia Provincial de Teruel: teme que manipulen los alimentos para intoxicarlo. No se alimenta hasta que llega cada noche a la cárcel de Zuera (Zaragoza), donde dormirá hasta que escuche la sentencia.
Desde el 12 de abril que comenzó el juicio, el autor confeso de los asesinatos del ganadero José Luis Iranzo y de los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Jesús Caballero pasa los mediodías encerrado en el calabozo de Teruel mientras descansa el jurado popular encargado de dar su veredicto.
Aparentemente, el responsable del triple crimen de Andorra es un experto francotirador que arrastra un historial delictivo desde que huyó de Serbia, su país de origen. Él mismo intentó agrandar su leyenda este lunes cuando declaró que, con 18 años, perteneció a un "grupo paramilitar que luchó contra los cascos azules de la ONU". Pero en realidad sólo es alguien que dispara contra todo el que siente que es una "amenaza" para él.
Norbert Feher, que llegó al Bajo Aragón huyendo desde Italia por otros dos asesinatos cometidos allí, vive atrapado entre sus propias mentiras y un mundo lleno de fantasías en el que siempre aparecen policías cercándolo y gente apuntándole con un arma. Sin embargo, toda su vida ha sido alguien acomplejado que soñaba con ser un criminal audaz, idéntico a los que veía en las películas que consume compulsivamente.
La supuesta neurosis
Su abogado defensor lo ha presentado ante el jurado popular que decidirá si es culpable o inocente como alguien que sufre una supuesta neurosis de guerra. Esto es, a su juicio, lo que le genera un estrés postraumático y una obsesión delirante que le obliga a "estar en alerta" y "protegerse de todo".
La imagen de individuo demente que dibuja su defensa para ayudarle a esquivar la prisión permanente revisable la frenan en seco los forenses que le evaluaron una vez que fue detenido e ingresó en prisión. A ellos les reconoció que mató a sus víctimas a conciencia, no por defensa propia: "Soy rápido y conozco la anatomía humana. Sabía dónde disparaba", les confesó con altanería.
Feher es un psicópata de perfil primario, el más peligroso que existe, según los psicólogos. Es un individuo que diferencia entre el bien y el mal, que conoce las consecuencias que tienen los actos que comete, "aunque no las teme". Esta es la reflexión que han hecho sobre él los especialistas que le evaluaron en prisión: es un tipo motivado por "el control y el poder", con la autoestima "por las nubes", que "no sufre ansiedad" y con una agresividad "instrumental", "fría", "calculada", que solo se revuelve cuando alguien cuestiona su ego.
Le definen también como alguien "egoísta, egocéntrico, manipulador, arrogante, impulsivo, mentiroso, astuto, irresponsable, que no siente remordimiento, culpa o vergüenza", y creen que se escapará en cuanto "tenga la mínima oportunidad". La última vez que lo intentó fue el domingo pasado, cuando atacó con un azulejo a cinco funcionarios de la cárcel de Palencia que le sacaban de la celda para trasladarlo a Teruel.
Él justifica su mala conducta en que recibe un trato vejatorio entre rejas. Se ha quejado ante una de las pocas personas con las que mantiene contacto de que, por ejemplo, no le hacen llegar las cartas que se cruza con Rebeca, una supuesta novia que vive en Móstoles y con la que todavía no ha conseguido cerrar ni un solo vis a vis.
Una vida inventada
La última vez que su abogado fue a verle a Palencia para ultimar su defensa, los funcionarios de la cárcel le despacharon diciéndole que Feher no tenía ganas de ninguna visita ese día. Cuando abogado y cliente se vieron el domingo, después del ataque a los funcionarios de prisiones, justificó el plantón con que el aviso no le llegó hasta la celda de aislamiento.
Toda la vida de este criminal serbio, que llegó a acumular hasta 23 identidades falsas, está repleta de mentiras y medias verdades. El auténtico nombre de Igor el Ruso es Norbert Feher y nació en Subótica en 1981, pero también hay quien le conoce como Igor Vaclavic, un nombre que se agenció en honor a un compañero de cárcel en Italia.
Alguna de las pocas personas que le han conocido en el pasado reconoce que la mayoría de los pasajes de su vida son pura invención. Es verdad que los primeros antecedentes penales de Igor el Ruso siguen intactos en su país de origen, donde se le acusó de numerosos robos y fue condenado a once años de prisión por una violación que él siempre negó. Ahí empezó una permanente huida que terminó con su detención el 15 de diciembre en Teruel.
Feher abandonó Serbia y llegó directamente a Italia en un trayecto de miles de kilómetros en el que elegía los caminos menos transitados, con mapa y brújula en mano, para no ser nunca descubierto. Hizo parte "a pie" y parte "viajando en autobús", según ha podido saber este diario de fuentes de la investigación.
El criminal serbio relata que ingresó voluntariamente en el servicio militar en Rusia para ganarse la vida y que pronto despuntó por tener una "capacidad sobrehumana" para acertar en el tiro, según detallaron a este periódico personas del entorno más próximo al asesino.
El propio Feher cuenta que ascendió rápido y que por eso entró a formar parte de esa élite de sicarios destinada a quitar de en medio a los criminales más peligrosos de la Rusia que dirigía Vladímir Putin. "Los tenía que encontrar... vivos o muertos", detallaba a su entorno. Ahí se inventó su apodo de Igor el Ruso.
La religión
Cuando se convirtió al catolicismo en una cárcel italiana, se bautizó con el nombre de Ezequiel, por otra de sus obsesiones, Pulp Fiction. En esta película de Quentin Tarantino, el protagonista -un criminal- repite varias veces la cita bíblica de Ezequiel 25:17: "El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos...". Un pasaje que le dejó tan hipnotizado que a partir de entonces quiso llamarse Ezequiel.
Su obsesión por la religión le condujo a matar a tiros a los guardias civiles Romero y Caballero, que eran amigos íntimos. Según relató el lunes, se tuvo que enfrentar a ellos antes de emprender la huida porque tenía que recuperar una Biblia: aquel documento religioso era "más importante" que dos vidas humanas.
En los tres años y cuatro meses que lleva en prisión preventiva a la espera de una sentencia, el acusado no ha mostrado ni un ápice de arrepentimiento por haber segado la vida de cinco inocentes -dos en Italia y tres en Teruel-.
En la celda que abandonó el domingo para enfrentarse a este juicio, los funcionarios de prisiones encontraron una nota en italiano que decía: "El tiempo es solo una ventana. La muerte es solo una puerta". Esta semana, dijo que las muertes de Iranzo, Romero y Caballero fueron cosa del destino: "No tenía nada en contra de esas personas. Fue la casualidad".