Noelia Lorén celebró su cumpleaños este jueves en Teruel capital: se cogió vacaciones para encerrarse en un hotel de la ciudad. Desde una sala, con un ordenador conectado a una televisión, siguió en directo el juicio por el asesinato de su pareja, Víctor Caballero. La pandemia le ha privado de entrar en la sala para seguirlo desde dentro, pero ella consiguió ver en dos traslados a Igor el Ruso fuera de la urna de cristal.
El día que cumplió cuarenta años tuvo que escuchar de la boca de los forenses cómo su Víctor fue el guardia del Equipo Roca que más disparos recibió de su asesino: siete. El primer balazo le penetró por la espalda y el glúteo, provocándole una fractura en la pelvis que lo derribó. "Siempre le decía a Tote que le haría una gran fiesta por su cuarenta cumpleaños. Fue un día realmente duro", se sincera.
Ana Lizana, viuda de Víctor Romero, siguió el juicio desde la calidez que siente en su casa de Alcañiz, haciendo de tripas corazón para proteger a su hija Vega, una niña de cuatro años ajena a que Igor el Ruso, el asesino de su padre, se sienta esta semana en el banquillo de los acusados por cometer aquella atrocidad de la que no se arrepiente.
Vega tenía ocho meses cuando Feher le hurtó a su progenitor, asesinado de cuatro disparos. "Estaba dando de comer a la niña cuando se le hizo la hora de irse a trabajar. Antes de abrir la puerta se giró, pensé que se había olvidado algo. Me dijo: 'Te quiero'", revive hoy Ana con unos ojos inundados de lágrimas que solo se secan cuando la pequeña le interrumpe constantemente para decirle: 'Mamá, te quiero'.
La viuda de Romero, que rompe su silencio y habla por primera vez con un medio de comunicación, denuncia que su marido tuvo que pagar de su bolsillo "un chaleco protector" porque la tónica habitual era compartirlo con otros agentes, ya que no había vestimenta para cada uno. De hecho, su compañero y amigo, Víctor Caballero, portaba el día de su asesinato un protector tres tallas más pequeño que el que le debería haber correspondido.
Ana recuerda con lucidez que aquellos días previos al crimen su marido le contaba que buscaban a un delincuente muy peligroso que había disparado el 5 de diciembre a otros dos vecinos, Manuel Andreu y Manuel Marcuello. Los dos sobrevivieron de puro milagro.
"Se ofreció voluntario y estuvo la mañana del día 6 en el sitio donde pasaron aquellos hechos. Pero no hicieron nada, ni siquiera recogieron pruebas. A él solo le dijeron que diera una vuelta por los alrededores, a ver si veía algo". El atacante, que ya era Igor el Ruso y aquella noche se refugió a 300 metros de ese lugar, dejó un reguero de indicios en aquella casa de campo: unas balas que no se usan en España y hasta sus huellas, pero no se envió nada a analizar hasta después del tiroteo mortal.
Antes de irse al que sería su último servicio, Tote, como cariñosamente se le conocía al gaditano Víctor Caballero, también confesó a su chica que esa tarde volvían a buscar al individuo de los disparos, porque seguían denunciándose robos por la zona. "Lo último que me dijo fue: tranquila, Noe. A este cabrón lo cogemos y nos pondremos una medalla", rememora ahora su viuda con el desgarro que produce saber que lo detuvieron cuando la desgracia era ya irreversible.
Eva Febrero, esposa del ganadero José Luis Iranzo, fue la única que tuvo que aislarse los dos primeros días de este proceso judicial porque debía testificar en el juicio como testigo. Arropada por su madre, Virtudes, que la acompañó hasta las puertas de la Audiencia Provincial de Teruel, contó al jurado popular que juzga a Feher que su marido le confesó la mañana de su asesinato que por la tarde saldría con la Guardia Civil a "buscar a ese peligroso hombre, todavía sin identificar, que había disparado nueve días antes".
El ganadero creía que el pistolero había entrado esa madrugada en su explotación para robar. Así consta en la denuncia que puso la mañana que lo asesinaron. "Le dije: pues ya lo tenemos aquí. Sabíamos que venía. Era evidente. Le subrayé que tuviera cuidado, por favor: sabíamos que era alguien que disparaba con un arma corta", pero ese curioso detalle tampoco fue suficiente para que se solicitaran refuerzos y la intervención de la unidad de élite. "Si se hubiera sentido acorralado, hubiera huido", se lamenta.
Febrero estuvo el miércoles durante diez minutos a menos de un metro del asesino de su marido y quiso cruzar una mirada con él para trasladarle en un solo segundo el daño irreparable que ha provocado. "Quise decirle todo lo que merece saber, pero él no me miró", rememora. Durante ese momento que el cuerpo le pidió buscar la mirada de Feher, apretaba con fuerza en la mano derecha una pieza de Lego que cogió prestada a su crío para sentirlo junto a ella en el trago más difícil de su vida.
Responsabilidad del Estado
Aquel mediodía del aciago 14 de diciembre de 2017, José Luis Iranzo acudió por última vez a casa de su madre, Ramira, que cuidaba de su hijo Aitor, un niño que entonces tenía cuatro años. Desde esa misma habitación donde lo vio por última vez, esta madre repite un mantra que la perturbará mientras viva: "Me quedé tranquila, porque mi hijo se iba con la Guardia Civil. Y me lo devolvieron muerto. Muerto. Muerto".
El zarpazo mortal de Igor el Ruso en el Bajo Aragón unió para siempre las vidas completamente rotas de Ana, Noelia y Eva, víctimas directas de la agresividad de un despiadado individuo y víctimas indirectas de la inacción del Estado que, de momento, no ha reconocido que algo fallara.
Las tres, que son el vivo reflejo del reguero de dolor y sufrimiento que Norbert Feher ha provocado en España, piden prisión permanente revisable para el asesino de sus maridos. Ninguna se conforma con un castigo menor y adelantan recurrirán la sentencia si el autor confeso de estos crímenes recibe una pena inferior a la máxima que permite el ordenamiento jurídico español. "Que nunca más vuelva a ver la luz del sol", coinciden.
Una vez que el jurado popular decida esta semana si Feher es culpable o inocente y el presidente de la Audiencia Provincial de Teruel dicte sentencia, empezará para ellas otro vía crucis procesal. El asesino se declarará insolvente y las familias tampoco recibirán las indemnizaciones millonarias que se fijarán para reparar algo tanto daño causado.
De nuevo, las familias de Iranzo, Caballero y Romero tendrán que abrir otro frente que se alargará durante varios años para reclamar al Estado un pago por la falta de seguridad que hubo los días previos al triple crimen y durante el mismo día 14 de diciembre. Ana, Noelia y Eva confirman a este diario que emprenderán ese camino, alentadas por la misma necesidad: "Que se reconozca que hubo fallos, que se señale a los responsables y que paguen por ello".
Negligencias
Para Noelia, lo más grave que ha oído estos días en el juicio por el asesinato de su marido es que el capitán responsable de aquel operativo de seguridad, Horacio Requena, dijera que activó los GRS para que actuaran el 15 de diciembre "por los pequeños hurtos, pero no por los disparos que hubo el día 5".
A Eva le traspasó el alma escuchar en boca de altos mandos de la Guardia Civil insistir en que su marido les ayudó la tarde de su muerte a buscar a su asesino de forma voluntaria y que pudo no haber ido si no hubiera querido. "José Luis no se empeñó en ir: José Luis les ayudó porque se lo pidieron y después ese individuo le quitó la vida", replica, con el rostro embargado de tristeza.
Ana se revolvió en el sillón de su casa cuando escuchó a esos mismos responsables asegurar en sede judicial que no había pruebas de que el individuo que disparó el día 5 siguiera en la zona. "¿Cómo pueden negar que sabían, casi al 100%, de que era el mismo que el de los disparos de Albalate y el de los robos? Si los guardias civiles rasos lo sabían, sus mandos aún con más razón", se indigna. La viuda de Romero también apunta que reconocieron que bastaron seis horas para identificar a Feher por su huella dactilar, pero nadie cogió sus pistas en el lugar donde disparó la primera vez. El nombre y el rostro de Igor el Ruso se localizaba en el fichero de los delincuentes más buscados de la Interpol.
"Si hubieran procedido de la misma manera los días anteriores al 14 de diciembre, tal vez se podrían haber evitado" las muertes de Víctor, Tote y José Luis, coinciden sus viudas, tres mujeres valientes que sacan fuerza de las entrañas para encarar de nuevo otro calvario judicial que aún ni han empezado, tres años y medio después del peor día de sus vidas.