Mecano lo ha volado todo por los aires. Ya saben que Mecano, cuando roza con la Puerta del Sol, es puro highlight. Lo que no saben, ni nadie sabía, es que Nacho Cano, cuando roza con Ayuso, es más 'ayusista' que la propia presidenta de la Comunidad de Madrid.
¡Pero qué has hecho, Nacho! Sólo te ha faltado traer "Coca-Cola para todos y algo de comer”. Nacho sube al escenario, con su pelazo rubio y su chaquetón de artista; casi tantos botones como escaños está a punto de desearle al PP. "Hacemos el balance de lo bueno y malo..." Pero Nacho, que te has dejado lo "malo", que sólo ha habido "bueno".
Tal ha sido la performance que uno ya no sabía si Ayuso era Isabel o Ana Torroja. Nacho ha empezado hablando de La Movida, de la "energía" y todo eso. Una cosa abstracta, muy a juego con la institucionalidad que exigía el 2 de Mayo. Pero, de repente, ha lanzado: el "milagro" es Ayuso. "¡Ese milagro tiene nombre!".
Ha sido una experiencia religiosa, que cantaba Enrique Iglesias. Tanto como para llevar a Ángel Gabilondo a sus años de sacerdocio. El candidato del PSOE se quitaba y se ponía las gafas. Rocío Monasterio no daba crédito. Bal tampoco, que habrá tarareado por dentro algo de ACDC para superar el trago.
El razonamiento de Nacho Cano ha sido más o menos este: "En el resto del mundo cerraron los teatros, pero en Madrid no. Muchas gracias por dejarnos trabajar". Lo ha dicho en nombre de "amigos" de todas las ideologías, Vox y separatistas incluidos.
Pero no había terminado. En el gesto que iba a marcar la jornada, se ha desprendido de la Gran Cruz de la Orden del 2 de mayo que le había entregado Isabel... ¡y se la ha puesto él a Isabel! "¡Por valiente!".
Lo bueno que tiene Ayuso es que sus corrillos con la prensa son como los bares. No hay filtro. Ha llegado vestida de VERDE -según ella acrónimo de "¡Viva el Rey de España!"- y ha confesado que "casi se pone a llorar".
Las metáforas de Ayuso, salvando las abismales distancias, actúan como una especie de remedo tuitero de los versos de Manuel Machado. Historia popular. Vean esta: "El 2 de mayo ha sido como casarse. Te tiras un montón de tiempo preparándolo y luego se pasa corriendo".
Ayuso, por cierto, ha celebrado con visible entusiasmo no haberse encontrado "con ningún ex ni con Pablo Iglesias". Ni siquiera ha saludado a Ignacio Aguado. Ha aparecido Miguel Ángel Rodríguez, su asesor áulico, que como buen asesor trataba de disolver lo que, ya decimos, parecía un bar.
Pero Ayuso está contenta y se estira. Es periodista y sabe que estos momentos nos escriben la crónica. Ha llegado a sus oídos que los plumillas, en sus mítines, gritamos "¡chupito!" cuando lanza alguno de sus eslóganes. Entonces ella, en el escenario, piensa para sus adentros: "Ahora os jo...". Y lanza uno nuevo.
Su jornada de reflexión va a ser -esto no lo ha dicho ella- como una mañana de resaca. No tiene pensado "nada". Quizá escuchar Mecano.
Ayuso sabe que lo tiene hecho. O esa sensación desprende. Sólo le queda por saber qué pasará con Ciudadanos y si Vox exigirá entrar en el Gobierno. Afronta la recta final de la campaña como si no se jugara nada. Ha rehabilitado a Cristina Cifuentes ante la opinión pública. La izquierda se ha llevado las manos a la cabeza, Cifuentes lloraba y los presentes -políticos y autoridades- aplaudían.
¡Fíjense si estaba de buen humor Ayuso que hasta le ha entregado una medalla a su archienemigo Ángel Garrido! El 2 de Mayo ha acabado como acaban las noches de discoteca. Se ha encendido la luz natural y todo el mundo se ha ido. No hemos podido charlar con los de Ciudadanos, los de Vox ni los del PSOE.
Sí hemos podido contrastar que la política continúa encerrada en una burbuja. En sus dimes y diretes. En sus despiadadas puñaladas. ¡Cómo se han visto las costuras de los enfrentamientos cuando han desfilado por la pantalla las víctimas del coronavirus!
Fuera de la Puerta del Sol, los madrileños se dejan lamer por el sol del domingo y comparten esa mezcla de alegrías-preocupaciones que poco tiene que ver con lo que sucede aquí dentro. Los madrileños, eso no cambiará, seguirán viviendo… en una canción de Mecano.