El orgullo de ser de Madrid, hacer las cosas "a la madrileña" o reivindicar un cierto estilo de vida libre, en el que se puede disfrutar de la hostelería, aun en pandemia, e incluso en el que sería difícil que cruzarte por la calle con tu ex te amarge el día, es un marco argumental que ha sido protagonista en la campaña autonómica de Madrid.
Lo ha empleado, por si había que especificar, la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, y lo han rebatido con vehemencia los tres candidatos de los partidos de izquierda, en una de las campañas más polarizadas que se recuerdan.
Pero hubo un tiempo en el que madrileñear no se identificaba con la derecha, sino todo lo contrario. El Madrid de La Movida, de la libertad recobrada en los años ochenta, el del mítico alcalde Enrique Tierno Galván, aquella ciudad a la que llegaban en riada jóvenes procedentes de la España rural o de provincias, el de Amodovar, Alaska y Ouka Leele, el de Rock Ola, en el que si te asomabas a la ventana podías ver a la chica de ayer que inmortalizó Antonio Vega... todo eso formaba parte de un orgullo progresista y de una cosmovisión que la izquierda reclamaba y promovía, y no sólo de manera retórica.
"Roqueros: el que no esté colocado que se coloque, y al loro" afirmó en célebre ocasión Tierno Galván, con su inmutable chaqueta cruzada, durante un festival de música en el extinto pabellón de deportes del Real Madrid. Para muchos sectores conservadores fue una irresponsable apología de las drogas, para otros denominados progresitas el canto de libertad que aquella ciudad, y aquella generación, necesitaban.
Han pasado varias décadas, la ciudad no es la misma, la autonomía ha crecido exponencialmente en cuanto a sus competencias y atribuciones y el PP ejerce desde hace un cuarto de siglo una hegemonía política solo interrumpida entre 2015 y 2019 por el mandato de la alcaldesa Manuela Carmena, en la que muchos vieron el espíritu de Tierno.
Ramoncín y Sabino
Dos artistas que conocieron bien aquel Madrid, que lo vivieron, lo retrataron en sus canciones y lo reivindicaron, Ramoncín y Sabino Méndez, el compositor de los primeros grandes éxitos de Loquillo, hablan con EL ESPAÑOL sobre este fenómeno que se ha colado en campaña.
Méndez, barcelonés, escribió "En Las Calles de Madrid", posiblemente la canción que mejor reflejó aquel espíritu. "Madrid, solo hay un secreto que me lleva hasta ahí, que ha muerto el silencio en las calles..." arrancaba una letra en la que se ensalzaba al pintor Ceesepe, uno de los artistas icónicos de La Movida, pero también a Pepe Risi, fundador de la mítica banda de Rock Burning. "Dile a Pepe Risi, que ya puede sonreir, él mató el silencio en las calles de Madrid" remataba el verso, obsesionado con acabar con el silencio, sinónimo de tedio en un momento de la juventud.
"Yo escribí aquella canción como un himno reivindicando el orgullo de Madrid, con toda la gracia de que lo hiciera un catalán, que se suponía que era lo más opuesto" rememora Sabino, enfrascado estos días en la grabación del próximo disco de Loquillo, con el que tras una larga travesía del desierto recuperó la relación personal y musical. "Queríamos reivindicar el espíritu madrileño de libertad e iconoclastia, de romper todos los esquemas. Como catalán, la identidad allí es opresiva, y lo que me gustaba de Madrid es que era el único sitio donde entendían la identidad como una condena".
Ramoncín, que ya para entonces era un veterano, tras haber sido uno de los pioneros de la escena rock en los setenta, recuerda que "en los ochenta presumíamos de ser el centro cultural de Europa, de tener una escena como la que había tenido Londres u otras ciudades". El autor de discos emblemáticos como "Arañando la ciudad" coincide en que "aquí siempre hemos tenido la virtud de no preguntarle a nadie de dónde es".
El próximo día 15, día de San Isidro, recibirá la Medalla de Oro de la ciudad, "un inmenso honor" afirma, al que corresponderá con un discurso que no será político, sino de sus vivencias en la capital de España desde que nació, como es fama, "en un taxi junto a la Puerta de Alcalá".
La 'chulapa' Ayuso
Ambos coinciden, con matices, en la habilidad política mostrada por Ayuso al haber centrado el debate en esa especie de identidad madrileña. "Lo que ha hecho es conducirles [a las formaciones de izquierda] a un terreno que no se imaginaban" opina Ramoncín, quien sin embargo cree que el planteamiento de la candidata del PP peca de una visión centralista de la autonomía.
"¿Hablamos de Madrid o de la Comunidad?" se interroga retóricamente, antes de concluir: "En Madrid ciudad puede que no te encuentres con tu ex, pero alguien de Alpedrete, de Guadarrama, de los pueblos del Jarama o de Fuente del Saz puede pensar que eso no refleja su realidad. Esto no es una batalla municipal, sino de toda la región".
Sabino Méndez dice con media sonrisa que "los políticos son muy pícaros, porque todo esto son cuestiones sociales e incluso sociológicas que ellos trasladan al lenguaje político, aunque esa traslación sea difícil. En ese sentido Ayuso ha sido muy viva, mientras que la izquierda ha sido más torpe".
Una audacia, la de la presidenta madrileña, que según Ramoncín adquiere incluso tintes teatrales: "No le importa acentuar Madrid con ese deje que realmente no le sale, que tenemos los de aquí, pero lo hace como si fuera una chulapa o una vendedora de gallinejas".
Uno de los problemas del debate que Ayuso ha puesto encima de la mesa es el del posible agravio comparativo. ¿No hay libertad fuera de Madrid? Se escucha estos días ante determinadas proclamas.
Volviendo a los ochenta, Sabino asegura que la gente llegaba a la capital sin duda en busca de libertad. "Yo creo que eso se refleja perfectamente en el Almodovar manchego. Las otras capitales podían ser más clasistas, venir del campo era algo negativo, pero en Madrid encontrabas tu lugar" reflexiona el autor de "Cadillac Solitario", uno de los grandes hits de la época, quien recuerda además una mezcla social inédita en otros lugares.
"En Barcelona salías por la noche y estaba todo más segmentado, pero en Madrid, en el Rock Ola, en el Pentamagrama [el célebre Penta de "La Chica de Ayer"] o en la sala Sol las clases sociales estaban mezcladas y eso se refleja en la composición de los grupos, como Kaka de Luxe, donde Enrique Sierra era un chico de barrio que se juntaba con otros de clase alta. Coincidían todos en El Rastro y a partir de ahí se iniciaba una relación que terminaba teniendo una traducción artística".
Ramoncín coincide en que la libertad era uno de los reclamos de la capital en aquella época: "El Foro de Madrid, de Madrid al cielo... son cosas que hemos oído toda la vida" asevera.
Bajando más al terreno concreto de la discusión, Ramoncín lamenta que dentro de la libertad de la que se hace gala se hable más "de cañas y terrazas" que "del teatro, el cine, o la música en directo".
Sobre eso último asegura que la situación es inquietante, y que el reciente experimento del concierto de Love Of Lesbian en Barcelona, con test de antígenos y mascarillas para los asistentes, aunque haya salido bien, no es un modelo viable a largo plazo porque, explica, sería "muy caro" de asumir y porque, en definitiva, "a un concierto de rock no se puede ir con mascarilla".
Sabino, cuya actividad musical se centra ahora más en las grabaciones que en las actuaciones en directo, ve difícil que se puedan celebrar conciertos como los de antes en el plazo de un año, aunque celebra la iniciativa del grupo liderado por Santi Balmes.
Hubo un Madrid que se reivindicó orgulloso de sí mismo, en un momento histórico de cambio en España, con la democracia recién estrenada y la izquierda gobernando el Ayuntamiento y la autonomía. Ellos lo vivieron, lo cantaron, y ahora lo recuerdan.