La cuarta ola ya está aquí: la incidencia acumulada se dispara más de 50 puntos en una semana
La incidencia en el grupo de 12 a 29 años ha pasado en tres días de 250 a 430 casos por 100.000 habitantes. Los ingresos también aumentan ligeramente.
3 julio, 2021 02:49Noticias relacionadas
La virulencia de esta nueva ola de contagios -si es la cuarta, la quinta o la sexta, dependerá de cada uno y sus criterios- está superando con mucho cualquier expectativa. Como en el cuento de Pedro y el lobo, tanto se ha advertido de distintas variantes que, cuando oíamos hablar de la “cepa india” o variante Delta, torcíamos el gesto para expresar una especie de tedio, de “esto ya lo hemos oído antes y al final no pasa nada”. Solo que esta vez va en serio. Y cuando entramos en un escenario de expansión explosiva del coronavirus, las consecuencias son difíciles de medir.
Vamos primero con los datos de contagios, que solo son comparables en su velocidad de reproducción a los de la primera ola: hace solo una semana, España presentaba una incidencia acumulada en siete días de 46,30 casos por cien mil habitantes. En total, se habían notificado 21.969 casos correspondientes a la semana anterior, cifra, como siempre, pendiente de consolidación. Este viernes, la incidencia en siete días está en 100,82 y el total de casos notificados es de 47.840. Hablamos de un crecimiento del 117,7% en una sola semana.
Si nos fijamos en la más equilibrada incidencia en catorce días, el crecimiento es menos explosivo, pero nos adelanta lo que vamos a ver la semana que viene: de 95,03 hemos pasado a 152,82. En siete días, lo normal es que estemos moviéndonos en torno a los 225-250 casos por cien mil habitantes, quizá más. Hablando de números concretos, y teniendo en cuenta que en los dos últimos días se han añadido 24.908 nuevos casos al acumulado, pronto tendremos la Atención Primaria desbordada de nuevo entre consultas Covid, tests PCR y rastreos posteriores. No podemos permitírnoslo y no sé ya cómo explicar algo tan sencillo.
¿Llegará eso a los hospitales? Nos hemos cansado de repetir que no, pero es necesario matizar este punto. Los ingresos hospitalarios van a subir y van a subir mucho en términos relativos. Lo que pasa es que actualmente no llegan a los 300 diarios cuando en los peores momentos de la tercera ola rozaban los 3.000. Pongamos que nos quedamos en torno a 600, si seguimos los pasos de Reino Unido en ese sentido. Seiscientos ingresos diarios no son pocos. Sabemos que el hecho de que los vacunados apenas se estén contagiando hace que la mayoría de positivos se esté dando entre gente joven, pero de ahí al “no pasa nada” hay un salto tremendo.
La incidencia en el grupo de 12 a 29 años ha pasado solo de martes a viernes de 250 a 430 casos por cien mil habitantes. En tres días. Es una barbaridad. Los botellones y otros actos sociales salidos de madre sin duda contarán en esa estadística, pero la clave es la vacunación. Todo aquel que no esté vacunado correctamente con la doble dosis está en claro riesgo de contagio si no cumple con los consejos habituales de precaución. Sigue habiendo más de veinticinco millones de españoles sin la pauta completa y eso es un vivero enorme para que el virus crezca a sus anchas.
De hecho, más allá de las incidencias, que implican un riesgo individual altísimo al contraer una enfermedad aún desconocida y mucho más virulenta que una gripe común, esta semana es la primera en dos meses en la que vemos un aumento de ingresos con respecto a la semana anterior. No es un aumento ni mínimamente similar al que hemos visto en casos, pero, insisto, esa batalla, afortunadamente, ya nos la ganaron entre Pfizer, Moderna, Janssen y AstraZeneca. La semana pasada -de lunes a viernes, que es cuando notifica Sanidad- vimos 1.310 nuevos ingresos y esta semana han sido 1.488. Un incremento del 13,58% que, probablemente, sea más alto la semana que viene si sigue el virus descontrolado.
Juzgar una pandemia solo por sus consecuencias hospitalarias o mortuorias es un criterio como otro cualquiera, pero quizá estamos mostrando demasiado conformismo con el hecho de que los hospitales no vayan a colapsar y la cifra de muertos no vaya a llegar ni a los mil mensuales. Todo lo que podamos evitar, bien evitado estará. No hablamos de contagios puntuales sino de contagios masivos, de incidencias que suponen jugar con fuego sin que nadie esté dispuesto a llamar a los bomberos.
Justo en un momento en el que habíamos conseguido llegar a los 73 muertos semanales consolidados -una media de 10,4 al día- es una pena que nos la juguemos a ver qué pasa. El ejemplo de Reino Unido es un poco tramposo porque partían de una base muy baja, pero ha pasado de seis muertes diarias a principios de junio a dieciséis a principios de julio. En términos relativos, es una subida de casi el triple. En términos totales, son “solo” diez muertos más al día, trescientos al mes. ¿Nos vale con eso, sin más?
El principal problema no es ya la virulencia de esta cepa sino la tranquilidad con la que se está tomando todo. No es momento de alarmismos ni pánico porque, insisto, la batalla de la hospitalización y la muerte ya la ganamos en el momento en que llegamos al 25% de vacunados… ahora bien, siguen los viajes fin de curso, siguen los cruceros felices, sigue el descontrol fiestero del verano sin que parezca que haya mucho interés ni por parte de los particulares ni de las autoridades en controlarlo.
Tiene que haber un punto medio entre permitirlo todo y mantener a cientos de chavales encerrados en sus habitaciones aun sin haber tenido contacto con ningún positivo. Es increíble lo mal que nos hemos manejado con esos puntos medios a lo largo de toda la pandemia.
Ya en marzo de 2020 pasamos del “manifestaos” al “no se os ocurra salir de casa” en una semana y a ver si ahora va a suceder algo parecido. No debería. Ahora bien, hay que tener cuidado, hay que vigilar y hay que garantizar que todo ocio es seguro. Cuando hablamos de 15-20.000 contagiados al día, y hablaremos de ello la semana que viene, es imposible mirar a otro lado. Nos gustaría, claro, pero no, no se puede.