El 'francotirador' que quería disparar a Sánchez desmonta ante el juez la acusación sobre su arsenal
Tres expertos demuestran en un informe pericial que ninguna de las armas de Manuel Murillo servía para cometer un atentado.
5 julio, 2021 02:06Noticias relacionadas
Manuel Murillo, el vigilante de seguridad que ha pasado dos años en prisión por anunciar que quería asesinar al presidente Pedro Sánchez, ha logrado demostrar ante el juez que el "arsenal" intervenido en su casa no incluye ningún arma que pueda ser utilizada para cometer un atentado.
Murillo fue detenido por los Mossos d'Esquadra en septiembre de 2018, después de que una coordinadora local de Vox en Cataluña denunciara que había proferido amenazas de muerte contra Sánchez en un chat utilizado por simpatizantes del partido.
"Soy un francotirador y con un tiro preciso se acaba el Sánchez antes de que del todo hunda a España", escribió para impresionar a la dirigente local de Vox. Tras la detención, sus antiguos compañeros del Club de Tiro de Tarrasa leyeron estas palabras con una sonrisa de incredulidad: "Es un tirador mediocre", aclararon. Un tipo solitario pero bastante pacífico, que solía acudir al campo de tiro acompañado de su inseparable perro, Petit.
El vigilante de seguridad, nacido en 1956, ha permanecido ingresado en la cárcel de Brians (Barcelona) hasta el pasado mes de septiembre, cuando quedó en libertad al cumplir dos años de prisión preventiva.
La conspiración
Tras la investigación inicial desarrollada por el Juzgado de Instrucción número 3 de Tarrasa (Barcelona), la causa fue asumida por la Audiencia Nacional, que debe fijar ahora la fecha del juicio. La Fiscalía pide para él una pena de 18 años y seis meses de cárcel, como autor de los presuntos delitos de tenencia ilícita de armas y explosivos, incitación al odio y conspiración para atentar contra la autoridad.
Ante la gravedad de los delitos que se le imputan, la Fiscalía intentó prolongar la prisión provisional durante dos años más. Sin embargo, el juez acordó su puesta en libertad después de que la defensa de Murillo presentara un informe pericial elaborado por tres expertos en armas y explosivos, que desmonta buena parte de las acusaciones planteadas contra él por los Mossos d'Esquadra.
Manuel Murillo vivía en un pequeño ático de Tarrasa junto a su madre, enferma de Alzheimer. Durante el registro ordenado por el juez, que se prolongó durante cuatro horas y media, él mismo condujo a los mossos hasta el pequeño altillo situado en la azotea, en el que dormía y chapuceaba con sus armas, una de las aficiones con las que llenaba su tiempo libre.
El informe elaborado por los Mossos d'Esquadra presentaba a Murillo como un lobo solitario, un experto tirador que tenía en su poder varias pistolas y armas largas como "un fusil de asalto militar Cetme, un subfusil ametrallador checoslovaco Skorpion y cuatro rifles de altísima precisión, capaces de acertar un blanco a 1.500 metros de distancia".
Atentado con bomba
Pero en la impresionante foto del arsenal hallado en el domicilio de Tarrasa, difundida por los Mossos, no aparecía ningún arma capaz de acertar un blanco a más de 200 metros de distancia, salvo una escopeta de aire comprimido.
Dos eran los elementos de su colección que podían crear más problemas legales a Murillo: el Cetme, una reliquia que el Ejército español dejó de utilizar en los años 90, y un petardo artesanal.
Los expertos de los Mossos identificaron este petardo como un "artefacto explosivo improvisado" (IED, por sus siglas en inglés) que podría ser usado en un atentado terrorista, con suficiente potencia para hacer saltar por los aires una furgoneta.
El peritaje entregado al juez explica, con una demostración grabada en vídeo, que la mayoría de los artefactos de pirotecnia que se venden legalmente en España son más potentes que este petardo. Se trata de un cucurucho al que Murillo iba arrojando los restos de pólvora negra cuando manipulaba sus armas y cartuchos, como hacen la mayoría de los armeros.
Un petardo que no explota
Intentó hacerlo detonar en un descampado próximo a su casa, pero no hizo explosión porque la mecha no funcionaba. Lo conservaba sobre la mesita de noche de su cama, por lo que el falso francotirador no parecía muy consciente de la posible peligrosidad de este artilugio.
En cuanto al Cetme, se trata efectivamente de un arma de guerra, susceptible de ser utilizada en un atentado por su capacidad de lanzar ráfagas de disparos, tal como señalaban los Mossos. El informe pericial presentado por la defensa indica que el arma estaba inutilizada.
Manuel Murillo había comprado en una armería de Tarrasa, con su licencia, dos de los elementos que aparecen en la foto de los Mossos: una carabina del 21 y un rifle que también estaba inutilizado, porque tenía el cerrojo roto. "A veces venía a comprar munición para las prácticas de tiro y pagaba cuando podía, porque trabajaba como vigilante de seguridad a 6 euros la hora", explica a EL ESPAÑOL un responsable de este establecimiento.
Murillo no portaba un arma en su trabajo como guardia de seguridad: sólo tenía licencia para tiro deportivo. Pero no se puede soslayar la gravedad de las amenazas que vertió en el chat de simpatizantes de Vox, y que provocaron su detención.
La tumba de Franco
"Es un plan para acabar con el gobierno que hay, pero no quiero que lo sepa nadie, solo los justos (…) es algo como en la segunda guerra mundial fue Walkiria. Yo lo hago. Necesito ayuda y tienen que ser patriotas", escribió.
Aludía a la Operación Valquiria, el atentado fallido, del que salió indemne Hitler, organizado por miembros del Ejército alemán en julio de 1944 en la llamada Guardia del Lobo, para intentar poner fin a la Segunda Guerra Mundial.
En otra ocasión, Manuel Murillo expresó con estas palabras su indignación por los planes de Sánchez para exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos: "No podemos permitir que humillen al Generalísimo Francisco Franco ni a José Antonio Primo de Rivera (...) No lo voy a consentir. Si es preciso me voy a ir armado y me sentaré en la tumba de Franco y si se acercan disparo".
En su declaración ante el juez, Murillo aseguró que había tomado varias copas de más cuando escribió estos mensajes, con los que intentaba impresionar a la dirigente local de Vox que le denunció: "No tengo ninguna intención de matar a nadie, por Dios. Era una forma de hablar", afirmó.
Las fuentes próximas a la Fiscalía consultadas por EL ESPAÑOL indican que la defensa de Murillo ha alegado que nunca llegó a existir ningún plan, ni siquiera embrionario, para atentar contra Sánchez. El falso francotirador había pedido en el grupo de chat que alguien le facilitara la agenda del presidente del Gobierno, algo que está al alcance de cualquier ciudadano con sólo consultar la página web de La Moncloa.