El martes 3 de agosto se cumplirá un año de la salida de Juan Carlos I de España. Han pasado doce meses desde que aquel avión privado partió del aeropuerto de Oporto, en Portugal, en dirección al Golfo Pérsico.
Durante sus primeros días de exilio, Zarzuela no quería confirmar el lugar en el que había aterrizado el vuelo. El Rey Emérito eligió Abu Dabi, donde su príncipe heredero, Mohammed bin Zayed bin Sultan Al-Nahyan, le ofreció toda su hospitalidad.
Al equipo de Felipe VI no le gustaba el destino, pero si el padre del Rey, muy a su pesar, había aceptado marcharse para no seguir dando problemas, lo que no iba a permitir es que le señalaran el lugar del destierro.
"Se le está haciendo cuesta arriba. Está muy triste, deprimido y aburrido. Así lo ha confesado a sus allegados. La Infanta Elena estuvo visitándole a finales del mes de junio y dio la voz de alarma. Tiene el ánimo muy bajito", explica uno de sus viejos amigos con el que cenó, antes de partir, en el Club Náutico de Sanxenxo.
A más de 8.000 kilómetros de España, en la isla de Nurai, en aguas del Golfo Pérsico, los días se le hacen insoportables a Juan Carlos. Al marcharse, pensó que sería por espacio de unas semanas, algún mes a lo sumo. "Nos contó que era una decisión que tenía que tomar por su hijo, para no perjudicarle más, pero que sería cuestión de poco tiempo", relata la misma fuente.
Felipe VI no parece dispuesto a dejarle volver. Necesita tiempo para seguir rehabilitando la imagen de la Corona, y los escándalos no cesan en torno a la figura de su padre. Esta misma semana ha trascendido que Corinna Larsen le había denunciado en Londres por acoso y que pedía una "orden de alejamiento".
La casualidad ha querido que sea el martes, coincidiendo con el aniversario de la partida del Rey Emérito, cuando Felipe VI despache en el Palacio de Marivent con el presidente del Gobierno, como es tradición cada verano. La imagen lo dice todo: el Rey haciendo su trabajo con normalidad, y su padre, en un insólito exilio a la espera de que amaine una tormenta que no parece tener fin.
Juan Carlos no echa la culpa a su hijo de su situación. "Considera que el problema está en el Gobierno. En su entorno explica que ni Pedro Sánchez ni, antes, Carmen Calvo, lo quieren en España. Que si fuera por su hijo ya habría vuelto hacía meses", asegura el mismo interlocutor a este periódico.
La rutina
El Emérito se levanta temprano, como siempre ha hecho, y activa su móvil para ver quién le ha llamado. La frecuencia de los mensajes ha ido languideciendo con el paso de los meses. Al principio recibía llamadas desde todos los rincones del mundo, incluidas las de grandes personalidades. Ya no.
El padre de Felipe VI desayuna en la terraza de la residencia, lee la prensa española e internacional en una tableta y tras vestirse con ropa de deporte recibe al fisioterapeuta que se encarga de sus ejercicios hasta la hora de la comida.
El almuerzo incluye las carnes españolas que tanto le agradan, aunque ha confesado a sus amigos que saben distinto en el desierto. Nada que ver con su disfrute en las fincas de Toledo y Ávila que gustaba frecuentar.
Tras una siesta, dedica las tardes a responder la correspondencia que se acumula en su ordenador y a atender las llamadas de su familia más cercana, incluida la Reina Sofía, con la que habla casi a diario. Y tras una cena ligera y un "digestivo" (cómo lo llama él), se retira pronto a dormir.
Comparte las jornadas con sus dos personas de confianza y con los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que el Estado ha puesto a su disposición. Fuma poco, pero no ha renunciado a los habanos, los mismos que le mandaban los Castro desde Cuba.
Por teléfono, algunos amigos se encargan de comentarle la actualidad, los últimos cotilleos de Madrid y las novedades en el mundo de la empresa, el deporte, la banca o el Ejército.
El exjefe del Estado también está en continua comunicación con su abogado, Javier Sánchez-Junco, que le mantiene al día de sus asuntos legales. Cuando le informa de algún nuevo titular de prensa sobre los casos que se están investigando, se entristece. "Está convencido de que la opinión pública ha sido manipulada, que se han cebado con él de forma injusta, olvidando todo lo que ha hecho por el país", cuenta la misma fuente.
¿Volver? "Es una idea que sigue acariciando, aunque su destino no sea la Zarzuela. Podría ir a casa de un amigo. Como está en Abu Dabi, pero en Toledo. O como desea él, aquí, en Galicia", señala.