La ministra de Defensa, Margarita Robles, acudió el sábado a Zaragoza para recibir el último vuelo de evacuación en el que viajaban los efectivos de los Ejércitos de Tierra y Aire que, durante las dos últimas semanas, han trabajado para traer a España a cerca de 2.200 refugiados afganos.
Sobre la pista, Robles se fijó en el botiquín que portaba una de las militares al descender del avión y se acercó a ella: "¿Todo bien?", preguntó la ministra, para conocer las impresiones de esta soldado tras dos semanas de labor incansable, a casi 8.000 kilómetros de distancia de España.
"Bien y mal", replicó la soldado con una sonrisa de agotamiento, "me he quedado muy mal por haber tenido que dejar a tanta gente allí". Expresaba así su frustración, después de que la matanza cometida el jueves por Estado Islámico en el aeropuerto de Kabul haya obligado a precipitar el fin de los vuelos de evacuación.
La breve conversación llevó a la ministra Margarita Robles a interesarse por la gesta de los 21 sanitarios militares, coordinados por el teniente coronel Armando Munayco, que han ofrecido atención médica a los refugiados afganos que huían del terror talibán en los vuelos de rescate.
La desesperanza se dibujaba en el rostro de cada uno estos refugiados, muchos de los cuales recorrieron más de 800 kilómetros para llegar a Kabul y luego tuvieron que esperar hasta 48 horas, hacinados en el exterior del aeropuerto, para tomar el vuelo a España. Algunos llegaban completamente desorientados, o buscando a algún familiar que había quedado en tierra y sin esperanza de salir del país.
A los sanitarios coordinados por el teniente coronel Munayco les ha tocado resolver en pleno vuelo ataques epilépticos, crisis de ansiedad y atender a personas mayores que se encontraban deshidratadas y quemadas por el sol, tras las largas horas de espera vividas en el aeropuerto sin haber comido apenas nada.
No todo estaba previsto. Tras los primeros vuelos de evacuación, los sanitarios comprobaron que entre los refugiados había un gran número de embarazadas, esposas de colaboradores afganos del Gobierno español. También mujeres que habían dado a luz tan sólo siete o diez días antes, y que habían logrado subir al avión llevando a su bebé en brazos.
Tras valorar estos riesgos, se decidió solicitar al Ministerio de Defensa que enviara un equipo médico de refuerzo. Ha estado integrado por un pediatra y un ginecólogo del Hospital Militar de Zaragoza y un anestesista del Hospital Gómez Ulla de Madrid.
La evacuación se ha desarrollado en dos fases. La táctica abarcaba el primer vuelo, de tres horas de duración, desde Kabul hasta Dubài. Una vez en el Emirato Árabe, los refugiados tomaban un segundo vuelo -esta vez de Air Europa, que actúa como operador logístico del Ministerio de Defensa en el exterior- para llegar a España.
Todo ello, en jornadas agotadoras para el personal sanitario, que a menudo necesitaba robar horas de sueño durante la mañana cuando el vuelo táctico desde Kabul se había realizado a lo largo de la noche.
En ambas fases de vuelo (táctico y estratégico) han participado 18 médicos, enfermeros y sanitarios para ofrecer atención primaria, medicina aeronáutica, de urgencias y emergencias a los refugiados. De estos profesionales, 16 proceden del Ejército del Aire (Agrupación del Cuartel General del Ejército del Aire, Ala 48, Ala 78, Enfermería del MAGEN Sevilla, Base Aérea de Cuatro Vientos, Ala 35, Agrupación Base Aérea de Torrejón, Agrupación Base Aérea de Zaragoza, UMAER y UMAAD Madrid) y otros dos del Ejército de Tierra: de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) y el Mando de Operaciones Especiales (MOE).
En el aeropuerto de Dubái también ha habido un sanitario del Mando de Operaciones Especiales (MOE) para dar asistencia a los pasajeros en la transferencia a los aviones de Air Europa. Por último, la operación también ha contado con el apoyo de médicos de la Dirección de Sanidad del Ejército del Aire y una farmacéutica de la base aérea de Zaragoza.
Embarazo de alto riesgo
El equipo médico de refuerzo decidió viajar en uno de los vuelos de Air Europa hasta Torrejón de Ardoz, para acompañar a una mujer afgana embarazada de ocho meses, ante el riesgo de que diera a luz antes de tocar tierra.
En otra ocasión, los sanitarios militares tuvieron que dar asistencia a dos niños diabéticos tipo 1 que sufrían una crisis de hipoglucemia. Una situación de alto riesgo para los pequeños, insulinodependientes, que de no haber tenido asistencia médica podrian haber entrado en una situación grave, incluso de coma.
Hace poco más de un año, la crisis del coronavirus puso de relieve la labor esencial que desarrolla el personal sanitario del Ejército. La Unidad Médica Aérea de Apoyo al Despliegue (UMAAD) que coordina el teniente coronel Armando Munayco ayudó a poner en marcha la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del recinto ferial de Ifema, que salvó cientos de vidas.
La operación de rescate de Kabul ha hecho ahora que el Ministerio de Defensa se plantee la necesidad de potenciar este cuerpo que carece, por ejemplo, de ginecólogos, a pesar de que cada vez es mayor la presencia de la mujer en el Ejército.
Para la misión de Kabul, la UMAAD también preparó una plataforma con los medios necesarios para atender a heridos críticos. Finalmente no ha sido necesario utilizarla, pues ningún español resultó herido en el brutal atentado cometido por Estado Islámico el pasado jueves, que causó la muerte de más de un centenar de personas.
El ataque sí ha provocado que se queden en tierra decenas de colaboradores afganos y sus familias, que esperaban viajar a España. Entre ellos, como ha informado EL ESPAÑOL, nueve jugadoras del equipo femenino de baloncesto en silla de ruedas. Todas ellas sufren algún tipo de discapacidad, o mutilaciones a causa de la minas antipersona utilizadas por los talibanes.
Las compañeras de Nilofar
El fotógrafo español Antonio Pampliega logró que la capitana del equipo, Nilofar Bayat, viajara a España en el segundo vuelo de evacuación. Pero sus nueve compañeras permanecieron en el aeropuerto de Kabul durante 48 horas hasta que, agotadas, decidieron volver a sus casas tan sólo media hora antes de que el terrorista suicida hiciera estallar el artefacto que portaba.
También permanecían en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul siete familiares de uno de los intérpretes afganos del Ejército español. No sufrieron heridas por la explosión pero han perdido la última ocasión de abandonar el país para volar a España.
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