El teniente coronel Armando Munayco ha coordinado el equipo de 21 militares (médicos y enfermeros) que han ofrecido atención sanitaria a los cerca de 2.200 refugiados afganos que el Ministerio de Defensa ha evacuado a España en las dos últimas semanas.
Munayco es el jefe de la Unidad Médica Aérea de Apoyo al Despliegue (UMAAD) del Ejército del Aire, que tiene su base en Torrejón de Ardoz (Madrid). Con anterioridad, ha participado en seis misiones internacionales en Afganistán, entre 2004 y 2015, en las que trabajó en los hospitales de campaña de Herat y Qala-e-now.
¿En cuántos vuelos de evacuación ha participado durante la operación de rescate en Kabul?
Al menos siete vuelos. Me activaron el 16 de agosto para iniciar la operación y al día siguiente ya hicimos la primera misión para dejar a nuestras tropas en Kabul y traer al primer grupo de colaboradores afganos. Yo participaba en los vuelos de la fase táctica, de tres horas de duración, desde Kabul a Dubái. En la fase estratégica posterior, los refugiados eran trasladados desde Dubái a Madrid.
¿Qué medios sanitarios hemos enviado a Kabul para atender a los refugiados?
Éramos 21 personas. Todos del Ejército del Aire, salvo el equipo de refuerzo de tres especialistas (un pediatra, un ginecólogo y un anestesista) procedentes del Hospital Militar de Zaragoza y el Hospital Gómez Ulla de Madrid. Como había tanta incertidumbre sobre lo que nos íbamos a encontrar, en cada vuelo había al menos un médico y un enfermero, además de material sanitario para contingencias comunes, atención primaria y soporte vital avanzado. También preparamos una plataforma de la UMAAD con más medios humanos y material sanitario, incluso para manejar un paciente crítico y dos urgencias, que estuvo también allí por si había un preaviso especial.
¿En qué condiciones se encontraban los refugiados a los que tenían que atender?
Había de todo. Generalmente estaban en buenas condiciones físicas y de salud, aunque algunos refugiados venían con problemas de deshidratación y sobreexposición al sol por haber estado mucho tiempo esperando para entrar en el aeropuerto, a veces con poca alimentación.
¿Cuáles son los principales problemas médicos que han tenido que atender?
Estamos contentos porque no tuvimos grandes incidencias. Casi todo era atención primaria y contingencias comunes propias de la población general. Tuvimos que atender a dos niños diabéticos con descompensación y encontramos patologías crónicas que a lo mejor se agudizaban o estaban mal controladas. Nos encontramos con muchas mujeres embarazadas y niños pequeños. Por ello a mitad de la misión pedimos un equipo de refuerzo con pediatra, ginecólogo y anestesista, para abordar esas patologías y apoyarnos tanto en Dubái como en el vuelo estratégico a Madrid.
¿También han tenido que facilitar atención psicológica a los refugiados en los vuelos?
Inicialmente sí valoramos la posibilidad de encontrar crisis de pánico y ansiedad por su situación humana y personal, por tener que escapar de Afganistán. Hemos tenido algún caso puntual que ha requerido tratamiento para tenerlos calmados, pero la atención psicológica se ha hecho sobre todo al llegar a Madrid. En la fase táctica en la que yo participaba, con tres horas de vuelo entre Kabul y Dubái, no da tiempo a mucho. En la siguiente fase, que es el vuelo estratégico de Dubái a Madrid, también había un equipo español que ya tenía más horas de vuelo y podía abordar otros aspectos, que quizá nosotros habíamos percibido. Tras llegar a Torrejón, ya tienen una asistencia integral a todos los niveles.
Habrán encontrado también casos muy dramáticos, de gente que ha recorrido muchos kilómetros para llegar a Kabul.
Hablábamos con ellos, para ver cómo se encontraban para valorarlos a todos, en la medida de lo posible. Algunos nos contaban que sabían que estaban amenazados, que los talibanes los perseguían y buscaban. Por eso han tenido que pasar varios días escondiéndose y cambiando de casa, separados de su familia, para luego reencontrarse y tomar el vuelo. Los refugiados llegaban con angustia, miedo y desesperación. Luego veías sus caras de alivió y felicidad al despegar. Cuando el avión llegaba a Dubái, les veías emocionarse, algunos aplaudían o se echaban a llorar de emoción.
Para muchos la principal dificultad era entrar en el aeropuerto.
Como yo iba en los vuelos no conozco el procedimiento completo, sé que había un trabajo intenso de todos nuestros hombres allí: los GEOS y UIP de la Policía Nacional, efectivos del Ejército del Aire y el Mando de Operaciones Especiales (MOE) que les ayudaban a entrar en el aeropuerto. Se coordinaban para hacer abrir los corredores y tratar de favorecer el acceso.
Las condiciones del aeropuerto no eran fáciles, con miles de personas esperando para tomar un vuelo de evacuación.
Nosotros éramos conscientes de la situación en la que nos encontrábamos, pero percibimos una sensación de seguridad y orden importante. Había muchos aviones despegando y aterrizando, llevándose población, pero todo muy organizado.
El embajador español Gabriel Ferrán decidió quedarse en Kabul para coordinar la operación hasta el último momento.
Sí, él tenía todos los datos y ha estado allí hasta el final.
¿Cómo vivió el atentado del pasado jueves?
Me encontraba en Dubái cuando nos llegó la noticia, y supimos que por suerte no había ningún español herido. El susto era evidente, lo vivimos con mucha preocupación porque teníamos compatriotas allí trabajando y sabíamos que iba a tener repercusiones en la misión, aparte de implicar un aumento de amenaza.
¿Temían que se produjera un atentado así?
Desde el principio íbamos con las instrucciones y los procedimientos para el peor de los casos, independientemente de que luego haya un aumento de la amenaza. Todos los protocolos de vuelo, embarque y desembarque que hemos aplicado estaban diseñados pensando que en cualquier momento podía haber peligro.
De hecho, los vuelos españoles permanecían en Kabul sin apagar en ningún momento los motores.
Sí, lo hicimos así desde el primer vuelo para que la transferencia de pasajeros fuera lo más rápida posible y tuviéramos un tiempo de reacción mínimo para salir ante cualquier circunstancia. Así el avión sólo permanecía en tierra entre 15 y 45 minutos, en función de las misiones. En cuanto conseguíamos desembarcar el material y embarcar era todo muy ágil. Nuestros compañeros ya habían preparado la selección de personal, documentación y la seguridad.
¿Había estado destinado antes en Afganistán?
Sí, seis veces entre 2004 y 2015. En Herat y Qala-e-now, siempre como sanitario asistiendo al Ejército de Tierra y del Aire. A veces volaba en los helicópteros para evacuar a heridos de guerra. La base de Herat sufrió varios ataques con cohetes y tuvimos amenazas.
¿Qué le diría a la gente que se pregunta por qué intervinieron las tropas españolas en Afganistán?
-Los tableros estratégicos son muy complicados. Como sanitarios, sé que lo que hacemos en las misiones internacionales es útil y necesario. La impronta que dejemos como militares, con nuestros valores y principios, puede influir en el desarrollo posterior de estas sociedades. A lo mejor la presencia de las tropas de la coalición internacional en una sociedad tan alejada como Afganistán, que ahora tiene una situación que no deseamos, puede dejar una impronta que les dé fuerza para conseguir los principios de libertad. Eso es lo importante. La esperanza que tenemos es que la población afgana que ha sufrido durante todos estos años pueda coger las riendas de su futuro. Nadie quiere estar en conflicto eterno en su tierra.
Después de caso 20 años de presencia de la coalición internacional, ¿esperaba un final así, una retirada un poco precipitada y caótica, que ha terminado con un atentado terrible?
Sabíamos que era una de las posibilidades, y eso siempre implica una oleada de refugiados brutal.
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