España paga 14 millones a EEUU por formar los pilotos de la Armada en sus escuelas de combate
Así es la formación de dos años con la Marina de Guerra de Estados Unidos de los pilotos de élite encargados de los Harrier de la Armada.
4 septiembre, 2021 02:47Noticias relacionadas
"Es una maravilla. Lo más bonito que he hecho. Dentro de que soy un enamorado de la Armada, y que me gusta todo, la verdad que el curso en EEUU fue una pasada. De película. Te sientes en una peli". Poco después de convertirse en oficial cinco años en la Escuela Naval de Marín, Pedro López Montoya, teniente de navío de uno de los Harrier de la Novena Escuadrilla, supo que quería convertirse en piloto. Por eso este joven de 32 años, ahora con 8 de experiencia en el mundo militar, aspiró a lo máximo: decidió presentarse en 2013 a las pruebas para los Harrier, para formarse en Estados Unidos como piloto de élite de la Armada Española.
Solo los mejores expedientes pueden optar por esta vía profesional en el seno de las Fuerzas Armadas. El Harrier es el primer avión de combate del mundo capaz de despegar y aterrizar en vertical. Es un aparato de enorme versatilidad que combina la capacidad de un caza de ala fija con la de un helicóptero.
Hace años que la Armada Española fue consciente de la necesidad de incluir esta especialidad entre sus unidades. Así podrían garantizar la defensa de sus buques cuando estos quedasen fuera del alcance de los aviones del Ejército del Aire.
Sin embargo, quienes quieren terminar en esa exclusiva unidad, integrada en la Novena Escuadrilla, deben acudir a una suerte de 'erasmus' de dos años junto a la Marina de Guerra de los Estados Unidos.
Se trata de un curso de élite al que pocos logran acceder y que requiere una enseñanza completa y específica, que incluye tomas a bordo de portaaviones. Un tipo de instrucción, la que tomó Pedro, nuestro protagonista, que solo la Marina estadounidense puede ofrecer al más alto nivel.
Esta semana el Consejo de Ministros ha autorizado la modificación de los límites establecidos en el artículo 47 de la Ley General Presupuestaria, para adquirir compromisos de gasto con cargo a ejercicios futuros. Así podrán cubrir la formación y adiestramiento de estos pilotos al más alto nivel en Estados Unidos entre los años 2022 y 2025.
El importe económico máximo estimado alcanza los 14 millones de euros: 4 millones en 2022, y otros tantos en 2023. 3 millones en 2024 y la misma cantidad al año siguiente, en 2025.
Según el Ministerio de Defensa, la conveniencia de formar un mínimo de pilotos de ala rotatoria en los EEUU radica en la necesidad de "mantener un núcleo de personal actualizado en las últimas novedades del ámbito aeronaval". Este año dos pilotos se encuentran allí formándose para pilotar aviones y un tercero para helicópteros. El año que viene, otros dos para helicóptero y un tercero en ala fija acudirán a instruirse a Estados Unidos.
La formación americana
De manera periódica y con carácter anual, la Armada envía a Estados Unidos a distintos grupos de oficiales para su formación como aviador naval, tanto de ala rotatoria (helicópteros) como de ala fija (reactores). La mayoría reciben su instrucción en el Ala 78 del Ejército del Aire, en la Base Aérea de Armilla, pero un número reducido de oficiales realiza el aprendizaje en instalaciones y aparatos de la US Navy, en Norteamérica. Es ahí donde aparecen los pilotos de élite de la Armada, aquellos destinados a manejar los Harrier.
Durante dos años, pilotos como Pedro permanecen bajo el ala de los militares norteamericanos, que son quienes les adiestran de manera exhaustiva en el manejo de estos aparatos.
Tras cinco años en la escuela naval pasan un tiempo en la flota. Sales conocimientos de oficial de la Armada. "Es tu bautizo. Los primeros puedes elegir barco, buque anfibio, portaaviones. La mayoría, quitando las fragatas, está en Rota, en Cádiz. Al pasar esos dos años la gente empieza a especializarse", explica.
Pedro decidió integrarse en la fragata Navarra, y después optó por marcharse a Estados Unidos para probar suerte y pasar a formar parte de ese selecto y exclusiv grupo de pilotos de élite. Al salir la convocatoria, tuvo que demostrar, en sendos exámenes, uno en el que demostrar un nivel muy avanzado de inglés y otro de carácter médico.
"Luego te prueban con unas horas de vuelo en un helicóptero de la Armada, de la Sexta Escuadrilla -continúa-. Es simplemente para comprobar si tienes las habilidades básicas de vuelo". Es decir, comprobar que manejan con rapidez los conceptos básicos de la especialidad.
De Florida a California
Pedro quedó el segundo para acceder al curso en Estados Unidos. Allí permaneció dos años. Los estadounidenses no hacen distinciones: les forman y les tratan "exactamente igual que a los pilotos americanos".
La primera fase de esa formación tiene lugar en Pensacola, Florida. "Dura un mes. Te enseñan los equipos, te visten, te tiran a una piscina, te enseñan cómo se sobrevive en el agua con todo el equipo puesto. Lo que has de hacer antes de volar, lo que tienes que saber como piloto. Y mucha teoría. Ahí los españoles solemos destacar".
Aprenden aerodinámica, las reglas de vuelo, todo lo necesario y más que uno debe saber a la hora de surcar los cielos a grandes velocidades. De algún modo, dice, es como la formación teórica del carné de conducir.
Tras ese breve período de tiempo empieza lo bueno en la estación naval de Whiting Field, Milton, también en el estado de Florida. Ahí estudian más en concreto lo que es un avión. Aprenden, en concreto, con un T-6 Texan Bravo junto a aspirantes de todas las regiones del mundo. "Sobre todo mucho italiano, mucho francés, nosotros, pero también de Singapur, Arabia Saudí...".
Tras esa segunda parte de teoría inician una ardua fase de empezar a manejar los aparatos en simuladores avanados. "Tocábamos un poco todos los palos: vuelo visual, instrumental, acrobacias, navegación aérea".
Fue en Milton donde por voló por primera vez. La siguiente fase del adiestramiento le llevó hasta Chicago, y después hasta California. En ese tramo avanzan en el aprendizaje y pasan de las avionetas a los cazas: en concreto aprenden a manejar el T-45 Ghosthawk, el reactor de adiestramiento ante el cual posa Pedro en la fotografía que abre este reportaje.
Ya en California aprenden, en un polígono de tiro, a arrojar proyectiles desde las aeronaves. "Aprendes también a volar en el desierto, a volar pegado al suelo, a realizar vuelos de navegación táctica, a volar de aeropuerto en aeropuerto".
Etapa avanzada
Tras esas primeras fases llegan las fases avanzadas del aprendizaje. "Vuelos de aire a aire, pegarte con otro avión en pleno vuelo". Finalmente, el aterrizaje encima de un barco o sobre un portaaviones. "El barco es como la estrella del programa". Se trata de la etapa más compleja y difícil. Para la que más preparación se necesita. Pedro logró superarla con creces.
Entre los militares americanos que instruyeron a Pedro había alguna leyenda antigua de Vietnam, veteranos de Afganistán, soldados forjados en mil batallas que, tras una vida en frentes de todo el mundo, se dedicaban ya a formar a las futuras generaciones militares. Allí extrajo múltiples lecciones tanto de sus maestros como de sus compañeros. En total, 7 años de formación que, a la postre, Pedro recuerda como los más maravillosos, una experiencia única de su paso hasta el momento por las Fuerzas Armadas.
En total la Armada posee 13 reactores Harrier. Uno de ellos es una máquina de dos plazas, que sirve para entrenar a los recién incorporados a la Novena Escuadrilla. Siempre vuelan juntos, nunca solos. De dos en dos o en grupos de cuatro. Pero nunca solos.
Hoy en día Pedro, natural de Madrid, es uno de los 10 pilotos de élite que posee la Armada en esa especialidad. Vive en Cádiz y acude a su puesto en la base de Rota, donde participan en distintas operaciones: maniobras y ejercicios nacionales e internacionales, prestar colaboración al Ejército de Tierra y al del Aire. "Nos entrenan para escenarios de alta intensidad, para lo más gordo que se te puede presentar, aunque nunca haya pasado nada grave hasta el momento. Eso sí, siempre estamos preparados".