La cárcel de Estremera (Madrid) vivió este jueves uno de los más graves episodios de los últimos tiempos en forma de batalla campal a cuchillo entre dos bandas enfrentadas por el control del suministro de heroína y teléfonos móviles a la prisión. Siete internos, los cabecillas de la brutal pelea, han sido enviados ya en aislamiento a modo de castigo por iniciar la trifulca en la que llegaron a participar hasta 60 reclusos.
Todos intentaban acuchillarse entre sí. Comenzó como un conflicto entre dos grupos concretos pero se desmadró de tal forma que al final ya eran todos contra todos. Según adelantan a EL ESPAÑOL diversas fuentes penitenciarias, hay varios internos con heridas por arma blanca, uno de ellos en la cabeza, provocadas por los pinchos artesanales y otros objetos que los dos clanes de etnia gitana y el resto de internos blandieron durante la pelea.
En medio del caos, los trabajadores de la cárcel trataban de apaciguar y reducir a los presos. Tres funcionarios resultaron agredidos. Las contusiones y las lesiones, de diversa índole, están pendientes de evaluación. Por fortuna ninguno tuvo que lamentar heridas graves. "Podríamos haber salido muy mal, por eso a pesar del dolor en el cuerpo me encuentro bien", asegura uno de ellos.
Los hechos tuvieron lugar en torno a las cinco de la tarde en el módulo 6 de este centro penitenciario. El conflicto se inició tras la bajada de celdas. Al parecer, los dos grupos se disputaban el control de la heroína y teléfonos móviles a la cárcel. Quién lo gestionaría a partir de entonces.
De repente, la discusión derivó en desacuerdo, el desacuerdo en insultos y estos en agresiones. Empezaron a arrojarse sillas y mesas los unos a los otros. Se partieron escobas por la mitad, y se usaron los palos como objetos punzantes. Otros sacaron pinchos prefabricados de manera improvisada, elaborados con toda clase de materiales.
"Todos contra todos"
Pronto los funcionarios entraron en escena para intentar sofocar la batalla. "A la vez de reducirles, teníamos que esquivar mesas y sillas para que no nos dieran en la cabeza. Eran todos contra todos", explica uno de los miembros de ese turno.
Los trabajadores de Estremera fueron alertados por la torre de control y la plantilla acudió a sofocar entonces el enfrentamiento. Únicamente la intervención del personal del centro y la rápida presencia de los jefes de servicios en la unidad consiguió evitar que la situación llegara a un resultado más trágico, suponiendo, eso sí, una exposición para su integridad física.
La actuacion del jefe y de la jefa de servivios, aseguran las fuentes consultadas, fue expectacular. "La batalla campal se solucionó de forma satisfactoria gracias al trabajo de los jefes de servicio y del grupo que trabajaba que hoy vuelven a trabajar de noche mientras otros están con sus familias", dice otro de los funcionarios que ayudó a sofocar la batalla campal.
Los profesionales tuvieron que intervenir sin protección de ningún tipo en el departamento en cuestión (chalecos anticorte) y con solo unos grilletes como mecanismos de retención y control de personas alteradas. En total, en las dos unidades, se albergan alrededor de 170 internos.
No había médicos
Asociaciones como Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM) lamentan la "carencia de un protocolo real eficaz" en estas situaciones en las que median armas blancas: "Supone exponer a unos trabajadores que siguen sin tener la condición de agentes de la autoridad".
Cuentan diversos funcionario de Estremera que la plantilla allí cuenta con un importante déficit de personal y medios necesarios. A ello hay que sumarle el impacto de la sexta ola de la Covid-19 entre los profesionales: "Hay que cubrir bajas y todo con las vacaciones suspendidas".
Todos los heridos fueron atendidos por los servicios sanitarios del centro, que desde hace ya un largo tiempo como ya reveló EL ESPAÑOL, y por la falta de médicos en la plantilla, no contaba con ningún facultativo de servicio cuando se produjeron los hechos.