La líder de la organización en España, una mujer ya condenada por narcotráfico, había dado con la llave de un lucrativo negocio al contactar con aquel sanitario. Antivacunas y negacionista, Mario trabajaba como auxiliar de enfermería en el Hospital de la Paz, al norte de Madrid. Fue su novia, a la que la delincuente convicta conocía del mundo de la noche, la que sugirió que quizás a través de él podría dar inicio a su plan: el de inscribir como vacunadas contra la Covid-19 a miles de personas en el Registro Nacional de Vacunación.
Solo así, gracias a esas dos personas, la red logró obtener centenares de miles de euros de notarios, abogados, arquitectos, empresarios, deportistas, famosos y todo tipo de delincuentes interesados en tan exclusivos servicios.
Con la detención de ese sanitario y otra compañera del mismo hospital finalizaba la operación Jenner. En ella, la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional en Madrid logra desarticular un entramado criminal con conexiones internacionales que logró inscribir en los sistemas oficiales a miles de personas como si estuvieran vacunadas. Entre los beneficiados están el cantante Omar Montes, la actriz Verónica Echegui y su novio, el también actor Álex García, el tenista Alex de Miñaur, Antonio Menéndez, alias 'El Niño', cabecilla del grupo neonazi Outlaw y exlíder de los Ultrasur.
Hay muchos más deportistas de élite, boxeadores, luchadores de artes marciales mixtas. Pero también gente de los bajos fondos, del mundo del crimen, del narcotráfico o del terrorismo. Nombres como Omar Barakat, hijo de Abu Dahdah, el líder de Al Qaeda en España, o Ana María Cameno, conocida como La Reina de la Coca, o El Moli, un célebre alunicero de la capital, se han aprovechado de esta red, tal y como sostienen en la Policía Nacional. Incluso, desvelan fuentes de la investigación a EL ESPAÑOL, la hija de un ministro del Partido Popular durante la época de José María Aznar.
Acabaron registrando a 2.200 personas. Cada uno de los dos enfermeros sacó en torno a 90.000 euros, según desvelan fuentes de la investigación a EL ESPAÑOL. La líder de la red se embolsaría unos 200.000. En total, unos 400.000 euros sin contar con los pagos a los intermediarios de la trama.
Ambos resultaron indispensables en la operación. No en vano, fueron ellos los que lograron robar las claves de otras compañeras del centro hospitalario eludiendo así, en una primera instancia, la mirada inquisidora de los agentes que después, tras arduas averiguaciones sobre sus andanzas, acabarían por arrestarles.
El robo de las claves
Había un pequeño problema para que el entramado comenzase a funcionar: el sanitario del Hospital de La Paz no tenía acceso a los sistema informáticos. Su plan fue, a partir de entonces, buscar a un cómplice entre los compañeros del recinto que sí tuviera ese privilegio. Para ello se apuntó, pese a ser negacionista y antivacunas, como voluntario en los turnos de vacunación.
Ahí conoció a una enfermera. Le entró con sutileza. Pronto advirtió, narran los investigadores, que la sanitaria parecía proclive a sus propósitos. Él había cogido la Covid-19 y entonces le pidió a esa mujer si, discretamente, podía introducirle como vacunado en el sistema, ya que por principios no quería inyectarse ninguna de las dosis.
Ella accede, y nadie se da cuenta. Era septiembre de 2021. Es entonces cuando le propone el negocio que, a su vez, le había sugerido la líder del entramado criminal en España. Cada uno de ellos sacaría 50 euros por persona inscrita de ese modo irregular. Dos veces por semana, la cabecilla de la red se daría cita con el auxiliar de enfermería para pagarle su parte y darle una lista de nombres a los que incluir como vacunados.
Con el paso de las semanas se dieron cuenta del volumen de negocio que tenían ante sí. Entonces la enfermera, relatan los investigadores, decidió cubrirse las espaldas. Para ello lo mejor era conseguir las claves de algún compañero del hospital. No tardó mucho en sustraerle a dos colegas sus respectivas contraseñas.
La enfermera realizó los registros desde los ordenadores del departamento en el que, precisamente, se inyectaban las vacunas. Sus compañeras contarían después a los investigadores lo raro que les resultaba verla, muchas tardes, durante horas seguidas, trabajando sin descanso delante del ordenador.
Ni siquiera durante las vacaciones de Navidad, cuando contrajo la Covid-19, dejó de acudir al centro para consumar sus propósitos. Incluso estando contagiada, explican los investigadores, acudió furtivamente a la biblioteca del Hospital de La Paz para continuar con esa actividad. "Iba todos los días hasta lograr meter a unos 1.600 desde esos ordenadores. Tenía que estar aislada en su casa y se iba allí, donde no hay control ninguno de acceso, para meter todos los nombres que podía".
Tras ser detenidas por la Policía Nacional, las dos sanitarias a las que les habían robado las claves palidecieron cuando les leyeron sus derechos. Negaron los hechos, por activa y por pasiva, totalmente desencajadas, cuando les comunicaron los cargos que se les imputaban. Los investigadores tenían ya la sospecha de qué era realmente lo que había ocurrido. Estas dos trabajadores serían luego exoneradas, y los policías pronto constatarían la verdad.
Junto a los ahora detenidos figuran la novia del auxiliar y un intermediario de la red. Todos de nacionalidad española. La primera se encargaba del cobro por Bizum a los clientes. El segundo, un mediador con numerosos antecedentes policiales, entre ellos por robo o agresión sexual. En total, 11 detenidos como parte del entramado que inscribió a los 2.200 clientes.
En cuanto las primeras fases de la operación comenzaron a aparecer en las televisiones y los periódicos, los sanitarios de la trama comenzaron a ponerse nerviosos. Fuentes de la investigación detallan que uno de ellos llamó en ese momento a la líder del clan, para decirle que no quería seguir en el negocio.
Ella le dijo que en los listados figuraban poderosos empresarios, conocidos delincuentes, e incluso radicales yihadistas. Así, aseguran las fuentes consultadas, le lanzó una advertencia, tras la cual al auxiliar de enfermería no le quedó más remedio que seguir en su huida hacia adelante.
-Como paréis ahora, te metes en un problema.
El agente infiltrado con yihadistas
La Operación Jenner dio sus frutos gracias al trabajo de un grupo de agentes encubiertos que se dedican al ciberpatrullaje de yihadistas. Uno de ellos se encontraba infiltrado en un grupo de Telegram de radicales islamistas en Francia. En una de esas jornadas de vigilancia, estos comenzaron a hablar de obtener falsos certificados covid en ese país. El agente encubierto, relatan los investigadores, vio ahí un hilo del que tirar, y fingió mostrarse interesado en ello.
Les ofreció una excusa: al ser musulmán su dios le prohibía meterse nada en el cuerpo. Los franceses le dijeron que no se preocupara de nada, porque le iban a poner en contacto con gente que estaba haciendo lo mismo en España.
Así comenzó la operación, y así detectaron los agentes en primer lugar a una argentina afincada en Sitges y a un español en el barrio madrileño de Moratalaz, ambos asociados a esta organización francesa y que lograban ofrecer pasaportes covid falsificados.
En la segunda fase de la operación los agentes citaron como investigadas a miles de personas que, efectivamente, habían sido inscritas en los registros oficiales. Los pagos que exigía la red oscilaban entre los 200 y 1.000 euros, a cambio de expedir esos certificados en los que constaran dos o tres inyecciones.
Si el cliente solicitaba un certificado falso, el precio por el documento fraudulento era de unos 200 euros. Si, en cambio, pretendía ser incluido en el registro oficial con la pauta completa, el coste ascendía a unos 1.000 euros.
El agente encubierto había conseguido penetrar en un entorno extremadamente cerrado en el que no solo ofrecían pasaportes covid: pronto se dio cuenta de que allí estaban ofreciendo también la inscripción en el Registro Oficial de Vacunación. "Al principio lo dimos por imposible -señalan fuentes de la investigación-. Luego nos dimos cuenta de que era verdad".
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