"Si el funeral de Isabel II fuera mañana, Juan Carlos iría. Está histérico, muy enfadado. Pero de aquí al lunes queda mucho", aseguraban anoche fuentes cercanas a la Casa Real, una vez difundida ya la noticia de que el Emérito acudirá a la Abadía de Westminster con su esposa, la reina Sofía.
Estas fuentes no descartan todavía un giro de guion en los próximos días, y atribuyen la intención de Juan Carlos de plantarse a toda costa en el funeral de la reina de Inglaterra a los mensajes que le han llegado tanto de Zarzuela como desde la Moncloa aconsejándole que no asista.
En el entorno del Emérito y en su círculo más cercano le han animado, en cambio, a acudir a las exequias, con el argumento de que existe una estrecha relación entre ambas monarquías, que la Casa Real británica le ha invitado y que nada hay que se lo impida.
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En Zarzuela, sin embargo, preferirían que se ausentase para no generar una situación incómoda a su hijo. La versión oficiosa que ha circulado es la de que Felipe VI daba libertad a su padre para aceptar la invitación de la familia real británica. Pero las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL aseguran que el Rey ha desaconsejado a Juan Carlos que lo haga.
Además, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se adelantó incluso a descartar el viaje de Don Juan Carlos a Reino Unido ya el pasado viernes, consciente de la polémica que se avecinaba: "Está claro quién es el jefe del Estado".
Desde un punto de vista formal, la presencia del Emérito en el funeral está justificada. El abuelo de doña Sofía, Constantino de Grecia, era hermano del padre de Felipe de Mountbatten, marido de Isabel II. Por tanto, doña Sofía era sobrina en segundo grado del duque de Edimburgo.
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Este parentesco hizo que las dos familias mantuvieran una relación muy estrecha, incluso en momentos en que la política separó a las dos naciones, como con el conflicto de Gibraltar. Tanto es así que, al enviar sus condolencias, Felipe VI habló de su "querida tía Lilibeth".
Sin embargo, en estos funerales la dimensión pública resulta mucho más relevante que la privada. Y los escándalos que envuelven a Juan Carlos –entre ellos, tal y como reveló este diario, la creación de una sociedad encaminada a evadir impuestos en plena crisis– hacen del Emérito una figura difícilmente compatible con la representatividad de España en actos oficiales.
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De hecho, Felipe VI no ha posado con su padre desde que se dieron a conocer estas informaciones. En la última visita del Emérito a España –anunciada por el club marítimo de Sanxenxo, y no por la Casa Real– ambos se reunieron, pero no hubo foto.
Larga amistad
Ahora mismo, la delegación española en los funerales de Isabel II estará integrada por Felipe VI, la reina Letizia, Juan Carlos I y la reina Sofía. A lo largo de los próximos días se irán conociendo, de manera oficial, más datos acerca de la participación de España en el funeral que acogerá Londres.
En 1986, los reyes de España viajaron por primera vez en visita oficial a Reino Unido. Isabel II y el duque de Edimburgo los recibieron con toda la pompa que caracteriza a la corona británica.
Dos años después, fue Isabel II quien devolvió la visita. Recorrió, entre otros lugares, Madrid, Palma de Mallorca y Sevilla. Juan Carlos I le impuso la insignia más importante que concede la Zarzuela: el Toisón de oro.
Quizá el momento más delicado entre ambas casas llegó con la boda del actual rey de Inglaterra, Carlos III. Anunció, antes de casarse, que él y Lady Di iniciarían su luna de miel en el Peñón de Gibraltar. Aquello enfadó sobremanera al Gobierno y a la Zarzuela. De hecho, ningún miembro de la Corona española acudió a la boda.
Más tarde, las aguas volvieron a su cauce: el entonces príncipe Carlos y Diana de Gales viajaron varias veces a Mallorca, lo que sirvió para promocionar enormemente la isla. Tras el divorcio, Lady Di confesaría que fueron los peores veranos de su vida, porque el príncipe Carlos se marchaba y la dejaba allí sola con los niños.
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