Educación se abre a revisar los exámenes de Lengua de la Selectividad tras las críticas de la RAE

Las críticas de varias comunidades autónomas y de organismo de renombre como la Real Academia Española (RAE) o asociaciones de filósofos, filólogos, escritores e historiadores han obligado al Ministerio de Educación a dar marcha atrás en su plan para el nuevo modelo de selectividad (EBAU). 

Este mismo viernes, el Gobierno anunciaba que paralizaba la puesta en marcha de su gran cambio en el sistema de evaluación de acceso a la universidad un año más para alcanzar el máximo consenso posible. Y, todo ello, abierto a cambiar los modelos que se han estudiado hasta ahora. 

La RAE remitió un comunicado hace unas semanas en el que compartía el malestar de un grupo de coordinadores de las pruebas de acceso de varias comunidades autónomas, que considerar "insuficientes" los contenidos de lengua y literatura de la futura prueba.

Con la premisa de que no hay ningún "documento oficial", el Ministerio de Educación respondió hace una semana a los reproches de la Real Academia Española sobre los futuros exámenes de selectividad (EBAU) que planea el Gobierno.

El departamento que dirige Pilar Alegría se mostraba abierto a dialogar con "todas las administraciones y todos los especialistas" para configurar las pruebas que, insisten, todavía no están diseñadas por completo.

Ya hace unas semanas, el Ministerio resaltaba que los contenidos de las pruebas "todavía están en marcha" y que no hay ningún documento oficial publicado sobre el contenido de las mismas. Es por eso por lo que paralizarlo un año no hace más que intentar dar solución a la falta de consenso.

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El departamento que coordina Pilar Alegría, junto con el Ministerio de Universidades de Joan Subirats, y las comunidades autónomas, están configurando todavía la futura selectividad.

El examen de acceso a la Universidad que ha ideado el Gobierno de Pedro Sánchez es mucho más competencial y menos memorístico. Por ello, la prueba se vertebrará sobre un examen de competencias y no de contenidos. No estará dividido por asignaturas, sino que aglutinará todos los saberes en una sola prueba.

Este modelo, al parecer de la RAE, "reduce considerablemente los contenidos de lengua y literatura que los estudiantes deben dominar, con el argumento de que han de potenciarse en su lugar las competencias que probablemente han de adquirir".

El desarrollo técnico de la prueba es el argumento en el que se apoya la RAE para cuestionar la falta de contenidos. Según ha trascendido, el examen se dividirá en 25 preguntas de tipo test, cuyas respuestas no podrán sobrepasar los 150 caracteres.

Examen de "competencias"

La RAE considera que "pierden el lugar preponderante que hasta hace poco tenían la reflexión y la argumentación lingüística, la capacidad para compendiar y ordenar discursos, así como la interpretación, la valoración y el análisis de los textos literarios".

Esta reacción inusual por parte de la Academia, que nunca suele pronunciarse sobre cuestiones como el modelo educativo, es especialmente llamativa, pero el Ministerio ha querido cortar de raíz las críticas.

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Además de remarcar que todavía están trabajando las comisiones para elaborar el documento final del examen, el departamento de Pilar Alegría existe en que su "prioridad absoluta" es alcanzar el máximo consenso con todas las administraciones y sectores implicados. Incluidos los profesores, que fueron los primeros en dar la voz de alarma.

El Ministerio asegura, además, que el hecho de que las lenguas sean la base de muchas de las competencias para su evaluación demuestra que considera "crucial" que todas las lenguas —y no sólo las cooficiales, también las extranjeras— tengan un papel importante en la prueba.

La respuesta del Gobierno conocida este viernes intenta calmar unos ánimos educativos que cada vez estaban más 'revueltos'. La eliminación de la prueba de idiomas no gustaba ni a la RAE ni a los organismos que defienden las lenguas cooficiales. 

El Institut d’Estudis Catalans (IEC) pidió hace unos días en una carta abierta a la ministra reconsiderar la prueba de madurez, pues a su juicio "para comprobar la madurez de los conocimientos lingüísticos no es suficiente el inventario de preguntas propuesto".

La institución apuesta porque exista una prueba específica para cada lengua ―como ocurre ahora― para evaluar la competencia comunicativa (incluyendo la gramática) y metalingüística.