Yassine Kanjaa tenía claro y "definido" su objetivo cuando el pasado miércoles salió con un machete de su casa de Algeciras (Cádiz). Dejó allí el teléfono para que no le geolocalizaran. Buscaba causar el máximo daño posible. Aquella tarde, su misión era "matar a todos los sacerdotes" que se encontrase en varios recintos religiosos.
Kanjaa lo confesó este lunes ante el juez Joaquín Gadea, magistrado del Juzgado Central de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional. Y reconoció que, tras matar al sacristán Diego Valencia, atacó a un marroquí del barrio al que consideraba infiel "con intención de matarle". Creía que se había convertido al catolicismo, y trató de acabar con su vida por "no practicar la auténtica religión".
Apenas 500 metros separaban la vivienda en la que vivía como okupa este marroquí de 25 años del lugar de unos hechos. El juez Gadea define sin rodeos el ataque como de tipo "yihadista". Y, por el momento, atribuye a Kanjaa los delitos de asesinato y lesiones con fines terroristas. Podrían conllevar para él la pena de prisión permanente revisable. Ya ha decretado su ingreso en la cárcel de forma provisional y sin fianza.
El presunto yihadista no había aparecido nunca en los ficheros del Ministerio del Interior y la Policía desconocía su perfil peligroso. El departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska no sabía de su faceta de radical yihadista. "No solo se desconocía su rigorismo religioso", dice el magistrado, "sino que no se había visto inmerso en ningún tipo de altercado o incidente que hubiera podido generar algún tipo de actuación policial".
Los agentes de la Comisaría General de Información (CGI), del Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC) o el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no le tenían localizado. Esto es así porque Kanjaa atravesó un proceso de radicalización muy rápido, de apenas dos meses. No dio tiempo a tenerle vigilado.
Ahora, según ha podido conocer EL ESPAÑOL de fuentes de la Audiencia Nacional, los investigadores rastrean todos los dispositivos de Kanjaa en busca de cómplices o posibles colaboradores en España o en el extranjero, así como posibles vínculos con las principales organizaciones yihadistas a nivel internacional. No obstante, Gadea, por el momento, descarta que actuase amparado por un grupo terrorista. Se trataría, más bien, de un lobo solitario.
Alcohol y hachís
Poco antes de que llegase la Navidad, Yassine dio un giro completo a su vida y se entregó en cuerpo y alma al salafismo. Así lo indicaron varios testigos a la Policía Nacional. Hasta entonces, llevaba una vida que definieron como "normal".
Sus compañeros de piso confirmaron que, hasta aquellas fechas, Kanjaa bebía alcohol e incluso fumaba hachís con regularidad. Pero, de pronto, modificó sus hábitos de forma "radical". Decidió dejar la bebida y las drogas, y se centró en la religión.
El supuesto asesino de Algeciras empezó a escuchar de manera asidua cánticos con versos del Corán. Lo hacía a través de audios en su teléfono móvil. Este lapso temporal, de poco más de un mes, en el que se data su radicalización coincide plenamente con lo observado en sus redes sociales, tal y como recoge el informe elaborado por la Comisaría General de Información.
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Del análisis de su actividad en Internet, así como del volcado de parte del contenido de su teléfono y de las declaraciones de los testigos, Gadea infiere que Kanjaa "mantenía y mantiene un compromiso implícito con su visión del Islam". Cuando decidió matar, ya se encontraba "plenamente radicalizado".
"Manteniendo el control"
En base a las pruebas analizadas hasta ahora, el juez y la Policía Nacional tienen el convencimiento de que Kanjaa actuó solo. Que no le dirigieron terceras personas ni tampoco juró lealtad a ninguna organización o grupo terrorista como Daesh, el autodenominado Estado Islámico, o Al Qaeda.
En las primeras horas tras los hechos, se conoció que Kanjaa contaba con antecedentes psiquiátricos en Marruecos, sin que trascendiera qué tipo de problemas mentales llegó exactamente a sufrir. Sin embargo, el juez Gadea cree que ello no es óbice para poder definir los hechos como un atentado yihadista y para explicar que el asesino era perfectamente consciente de lo que hacía mientras llevaba a cabo su plan.
Kanjaa escogió de "forma deliberada a sus víctimas". Sus acciones violentas iban dirigidas a provocar, dice el juez, "el mayor daño posible, manteniendo en todo momento el control de la situación".
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El instructor hace constar que en las dos declaraciones que ha prestado, ante la Policía y en el Central 6 de la Audiencia Nacional, el presunto yihadista era capaz de "reproducir en esencia los aspectos más importantes de su acción", salvo algunas contradicciones en elementos periféricos del relato.
Por todo ello, el magistrado considera que el detenido responde al perfil de terrorista "autoadoctrinado", que actúa de modo individual, sin estar vinculado directamente con una organización terrorista en concreto. Aún así, "lleva a cabo su acción en nombre del fenómeno yihadista al que tantos se adhieren de forma remota, generando un ataque violento que causa terror en la sociedad y desestabiliza la paz social", añade la resolución.
El instructor considera que concurren todos los requisitos (gravedad de los hechos, riesgos de fuga y de reiteración delictiva) para acordar el ingreso en prisión preventiva de Kanjaa. Incluso después de asesinar al sacristán, ya arrestado por la Policía, seguía profiriendo los gritos habitualmente asociados a quienes en los últimos años han cometido tantos crímenes similares en todo el mundo: "Alá es grande, Alá es grande, Alá es grande".
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