La caída de los CDR y la ANC: de agitar el 'procés' a no movilizar ni contra la "traición" de ERC con Illa
El hartazgo de las bases independentistas convierte a estos movimientos en irrelevantes en las decisiones políticas.
6 agosto, 2024 02:00Atrás quedaron los tiempos en los que la Asamblea Nacional Catalana (ANC) convocaba manifestaciones con decenas de miles de personas. Lejos, la época en la que las protestas callejeras de los Comités de Defensa de la República (CDR) servían como catalizador del descontento independentista.
Ahora, ni unos ni otros son capaces de imponer su criterio cuando Cataluña se encamina a tener su primer presidente socialista en los últimos 14 años, el único no independentista desde que comenzó el procés.
Con el visto bueno también de las juventudes de ERC, la única persona capaz ya -según el relato de los suyos- de torpedear la proclamación de Salvador Illa es Carles Puigdemont.
La vuelta del expresident y presumible detención tendría como objetivo seguir presionando a los diputados de ERC, a quienes acusarían de entregar Cataluña a los partidarios de encarcelar a los líderes del procés; o, en su defecto, paralizar el pleno de investidura para seguir ganando tiempo.
Se había especulado con el regreso de Puigdemont incluso para este lunes. Y para arroparle, la ANC y los CDR habían convocado una simbólica manifestación en la Estación de Francia de Barcelona, a unos metros del Parlament de Cataluña.
Finalmente, desconvocaron la concentración, aunque ambos grupos mantienen sus intenciones intactas para los próximos días, cuando, esta vez sí, Puigdemont vuelva a pisar Cataluña. Siete años después. Si no falla el calendario, esto podría ocurrir el próximo jueves, coincidiendo con la convocatoria del pleno de investidura.
La ANC y los CDR medirán de nuevo su poder de movilización ese día. Aunque éste ya se ha visto muy mermado en los últimos años. De las enormes diadas convocadas por la ANC u Òmnium Cultural -otra organización que ha perdido fuelle- de los inicios del procés se ha pasado a versiones mucho más reducidas en los últimos años.
Esta desmovilización también se ha traducido en pérdida de votos, como demostraron las últimas elecciones autonómicas en las que el independentismo perdió la mayoría absoluta. La suma de todos los partidos secesionistas consiguieron su peor resultado desde 1980.
Presión a ERC
Con ese escenario, la ANC ha tratado de seguir utilizando su influencia para que la vía independentista no muriera. Esquerra firmó un preacuerdo con el PSC para investir a Illa, a cambio de una profunda reforma fiscal que permitiría a Cataluña recaudar todos sus impuestos, y sometió el texto a sus bases.
La ANC se movió rápidamente para tratar de orientar el voto de los militantes de ERC hacia el 'no' y boicotear el pacto con los socialistas, pero los inscritos en el partido ratificaron el documento firmado por la cúpula republicana con un 53,5% de los votos.
"Los dirigentes de ERC que han llevado Esquerra a estos contrasentidos son culpables de sus efectos fatales para Cataluña, para el independentismo y para su partido. La historia los juzgará", sentenció la ANC en un comunicado, al darse a conocer los resultados de la consulta interna.
El líder de esta organización, Lluís Llach, ya había interpelado a los militantes de ERC al manifestar que "votar a favor de este acuerdo es enviar vuestro partido centenario a la papelera del independentismo".
Satélites de Puigdemont
Precisamente esta pérdida de influencia había provocado que la ANC eligiera el pasado junio al cantautor Lluís Llach como nuevo presidente. La organización se había visto envuelta en una guerra interna, bajo el liderazgo de Dolors Feliu, quien trató infructuosamente de presentar una lista ciudadana a las últimas elecciones.
La marcha de Feliu se plasmó simbólicamente cuando ésta consolidó su plaza como abogada de la Generalitat. Es decir, que abandonaba la lucha callejera para ingresar en las instituciones.
Llach, exdirigente del Consell de la República y amigo personal de Puigdemont, tomaba las riendas de la ANC con la intención de regenerar el movimiento. Pero en su primera manifestación apenas consiguió reunir a 1.500 personas por las calles de Barcelona para exigir que se concediera la amnistía a todos los encausados del procés.
Esa convocatoria, celebrada hace un mes, se convirtió de facto en un grito contra ERC para que no pactara con el PSC. "¡No nos hagas presidente a Salvador Illa, nunca!", le espetó Lluís Llach a la secretaria general de ERC, Marta Rovira. Y ella fue quien suscribió el pacto con Illa la pasada semana.
La influencia menguante de la ANC se produce en paralelo al cambio de naturaleza del propio movimiento. De ser una asociación civil que llegaba a amplios sectores ciudadanos del independentismo, se ha convertido en una especie de satélite de las tesis de marcadas Puigdemont.
Las circunstancias también han llevado a ello. ERC inició esa estrategia pactista con el PSOE, primero en Madrid y ahora en Barcelona, por lo que la vía unilateral quedaba relegada únicamente a una imagen romántica de Puigdemont como verdadero president en el exilio.
Desaparición de los CDR
Mientras, los CDR prácticamente habían desaparecido de escena en los últimos años. De forma puntual han seguido manifestándose para condenar los pactos de los partidos independentistas con el PSOE, pero nunca han logrado congregar más que a pocos centenares de personas.
Los actos violentos que protagonizaron tras las sentencias a los líderes del procés en 2019 provocaron que 12 de sus miembros fueran procesados por delitos de terrorismo. Unos hechos para los que la Fiscalía de la Audiencia Nacional pidió aplicar la Amnistía.
Su capacidad de convocatoria también cayó en picado desde entonces. Aunque ahora, en pleno agosto, tendrán otra oportunidad de demostrar si ese movimiento está finiquitado -o no- con la vuelta de Puigdemont a Cataluña.