Pedro Sánchez y Begoña Gómez desayunando, en una imagen del documental ‘Moncloa. Cuatro estaciones’.

Pedro Sánchez y Begoña Gómez desayunando, en una imagen del documental ‘Moncloa. Cuatro estaciones’.

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El documental de Sánchez en Moncloa: cuando quieres emular 'El ala oeste' y te sale 'Aquí no hay quien viva'

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Sintiéndolo mucho, usted nunca será una verdadera celebrity si no tiene un documental. El género lo inventaron las Kardashian y se sumaron a él personajes como Sergio Ramos, Georgina o los proscritos Meghan y Harry. Se llama docureality y ahora, por fin, Pedro Sánchez también tiene el suyo

Gracias al invento descubrimos que estas estrellas son de carne y hueso, que sienten y padecen como todos con los asuntos cotidianos. Ahora ya sabemos que Pedro desayuna cada día un batido de frutas con Begoña con la Cadena SER de fondo o que se preocupa de la salud de sus hijas mientras prepara una cumbre de la OTAN.

Lo muestra, todo eso y mucho más, el documental Moncloa. Cuatro estaciones, una mirada introspectiva hacia la vida del presidente. Se rodó entre la primavera de 2022 y 2023 y desde entonces ha buscado sin éxito una televisión, una plataforma, un servidor en el que proyectarse

¿Por qué será que en todo este tiempo no lo ha conseguido y sólo ahora los críticos cinematográficos pueden disfrutar de este documento neorrealista después de que el Grupo Prisa haya acudido al rescate? Ya en sus pantallas, sólo con su suscripción premium de El País

Sus guionistas saben perfectamente que el éxito de estos productos consiste en colarse donde a uno no le llaman. Conocer los secretos hasta ahora reservados a sus protagonistas, espiar desde el ojo de la cerradura sin que te vean, ser un insider

El problema es que aquí las cámaras entran en esos pasillos de poder, pero están muy presentes. Y por muy buen actor que resulte el presidente, no termina de salirle natural lo de comentarle a Óscar López, entonces su jefe de gabinete, cómo le va a su hija en clase mientras éste le cuenta la agenda del día. 

- “Bueno, estoy sorprendido, macho… Mi hija mayor, saca unas notas, macho…”, dice Sánchez.

- “Qué bien, eso es lo importante”, responde Óscar López. 

Y a otra cosa.

Personajes desfasados

Han pasado cerca de dos años y ahora ese jefe de gabinete es ministro. Y ahí realmente radica el mayor de los problemas, que vemos la cotidianidad de la Moncloa con mascarillas pandémicas como vestuario y unos personajes que ya no forman parte de la trama. 

En los Consejos de Ministros están Irene Montero o Ione Belarra. Y aunque queden aireadas sus diferencias, el asunto dejó de tener morbo en el momento en el que ellas abandonaron la película para montarse la suya propia en Canal Red

El invitado estrella de todo el metraje es Joe Biden, ese ancianito al que quizá recuerden por haber sido candidato a la presidencia de Estados Unidos en una era que parece ya muy lejana. 

Joe Biden y Pedro Sánchez en Moncloa en 2022, en una imagen del documental.

Joe Biden y Pedro Sánchez en Moncloa en 2022, en una imagen del documental.

Y el momento de complicidad donde colocar el mensaje feminista se produce junto a Jacinda Ardern. “Una de las grandes mejoras en la política es encontrar cada vez más mujeres jóvenes liderando gobiernos en distintos países”, dice Sánchez de la entonces primera ministra de Nueva Zelanda. Lástima que para cuando se ha estrenado el documental tampoco ella esté en el cargo.

Por eso, toda la historia suena a esas series enlatadas que repiten una y otra vez en los canales temáticos cuando sus protagonistas ya están en otra historia. El director, Curro Sánchez Varela, hijo de Paco de Lucía, quiso hacer El ala oeste de la Casa Blanca y le salió una reposición de Aquí no hay quien viva

Por muy bien que vendan la finca, la verdad, no dan muchas ganas de instalarse allí.

Un presidente irreal

A Aaron Sorkin, el director de El ala oeste, siempre le reprocharon que el retrato del presidente y sus asesores era demasiado idealizado. Pero estábamos aún en 1999, éramos todos más ingenuos, se trataba de contar que detrás de aquellos hombres -sobre todo hombres, pocas mujeres- atribulados había vidas entregadas a la causa, a los americanos siempre les perdonamos estas cosas… y, vaya, ¡era una ficción!

El efecto aquí es el contrario. La materia prima en este caso es real, aunque no lo parezca por cómo se cuenta. Se eleva tanto la tensión que esperamos que alguien salve de una vez el mundo, cuando lo que ocurre es que falta una pantalla de plasma en la cumbre de la OTAN.

Reparto de 'El ala oeste de la Casa Blanca'

Reparto de 'El ala oeste de la Casa Blanca'

Vemos a Sánchez con su equipo, en una especie de afterwork con gente estupenda, felicitándose tras haber firmado en Bruselas la excepción ibérica al precio de la luz en el último minuto. Tampoco esto sigue en vigor, pero es que después recordamos esas noticias cuando ocurrieron, contadas de forma aséptica, sin tanto heroísmo, y resulta complicado encontrarle la épica a una rueda de prensa

Como una en la que aparece el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, -al menos éste sí continúa en el cargo-, haciendo una pareja perfecta con Pedro Sánchez. Porque éste es otro de los elementos distintivos del documental. Conocemos a los camareros de Moncloa, a los ujieres, a quienes están en las sombras y le ponen rostro humano a la historia. Pero también nos muestran a mucha gente guapa

Incluso entre quienes se mueven entre bambalinas. Son ellos los encargados de descubrirnos la erótica del poder. Las noches sin dormir, los esfuerzos, los sinsabores sufridos para sobreponerse y alcanzar el éxito. Lo que ocurre es que a menudo esos logros se resumen en una foto y todo lo que acompaña detrás es puro costumbrismo. 

Esas conversaciones banales entre ministros antes de un Consejo o a Javier Solana recibiendo a los líderes mundiales con la ilusión de un niño a las puertas del Museo del Prado mientras Boris Johnson le dice que no le había conocido. 

Los españoles nunca terminaríamos de digerir a ese presidente Bartlet de El ala oeste porque no nos lo creeríamos. Demasiada ética, demasiada moral, demasiada pose. Somos más de comedia de enredo, incluso sin proponérnoslo.