El calendario que colgaba en una pared del salón de la casa se paró en febrero, la mayoría ya estaba allí. No se habían preocupado de pasarle las páginas aunque estén contando los días para volver a Marruecos y ver a sus hijos. Quedan muy pocas jornadas de trabajo en las fincas freseras de Huelva, en algunas se acaba en esta misma semana, y la crisis sanitaria generada por el Covid-19 les impide volver con los suyos. Las fronteras están cerradas y subsistir se les torna difícil.
La incertidumbre es máxima para las 7.200 mujeres temporeras de nacionalidad marroquí y con un problema añadido: se quedan sin trabajo, podrán seguir viviendo en las casas habilitadas para ellas en las explotaciones agrícolas, pero no tendrán salario y el dinero que han ganado ya está en sus hogares. Ganan 42,02 euros el jornal de seis horas y media, según el convenio en vigor.
"Vienen para eso, para trabajar y mandar todo el dinero que ganan a sus familias. Con lo que generan en estos cuatro o cinco meses viven el año entero", asegura Francisco, el dueño de la finca de la provincia onubense donde trabajan unas 40 personas, entre marroquíes, búlgaros y rumanos. Lo hacen en sus seis hectáreas. Ni uno es español, excepto los miembros de su familia.
Se acaba el trabajo
En esta explotación, en concreto, el trabajo se acaba a finales de esta semana porque solo tiene fresas. "Aquí ya sobra gente". La recogida de otros frutos rojos se prolongará unas cuantas más pero esas hectáreas no pueden absorber a estas 7.200 mujeres que quieren continuar trabajando mientras sigan en España.
Lo normal es que a mediados del pasado mes de mayo hubieran comenzado a volver a su país. En una temporada sin Covid-19, deberían haber llegado a Huelva casi 19.000 marroquíes contratados en origen, la mayoría mujeres. Lo hacen desde hace unos 15 años ante la falta de mano de obra. Las primeras llegaron a mediados de diciembre. Tampoco la temporada fresera ha sido la habitual por la pandemia.
Entre ellas se encuentran Naima, Fatna, Menana, Saadia... hasta diez mujeres con las que ha contactado EL ESPAÑOL. Todas son repetidoras --algunas llevan trabajando en esta misma finca hasta doce años--, tienen entre 37 y 47, aunque la mayoría no sabe ni la edad que tiene.
Proceden de zonas rurales de Marruecos, sus manos y sus facciones está endurecidas por el sol y han dejado atrás a familias numerosas. Muchas de ellas tienen hasta seis hijos que dejan con sus abuelas o sus tías, muy pocos se quedan con los padres. Sonríen cuando cuentan esto. "Los hombres no están para eso", dicen.
Casi ninguna sabe ni leer ni escribir, no hablan español, pero todas tienen móviles y los manejan a la perfección, incluso ven a sus hijos a través de las videollamadas que permite el whatssap. Están al tanto de las andanzas del coronavirus en su tierra y están felices porque ningún miembro de su familia está contagiado.
Una de ellas, embarazada
Una de ellas, Fatna, está embarazada de cinco meses, lo que no le impide echarse al campo todos los días al amanecer. Se enteró cuando ya estaba en España y creía que su retraso de la menstruación era provocado por la menopausia porque tiene 47 años, pero no. Su vientre empezó a llenarse de vida, tiene sus revisiones hechas y su tercer hijo viene en perfecto estado.
Nos invitan a pasar al salón de la casa, donde viven cinco, con un agradable olor a especias de su tierra, modesta pero, según remarcan ellas, reúne todas las condiciones que necesitan. Luz, agua, un baño, un sofá, sillas, una mesa, camas, lavadora, un termo para el agua caliente --esto último no lo tienen ni en sus propios hogares-- y una cocina donde preparan sus manjares. Aunque estén en España su paladar es muy marroquí. Cuando llegamos estaban haciendo un pan delicioso. De ahí el agradable olor.
Una consultora del Plan de Responsabilidad Ética, Social y Laboral (Prelsi), que habilitó hace dos años la Interprofesional de la Fresa y los Frutos Rojos de Andalucía (Interfresa), para atender sus necesidades, nos empieza a traducir. Este servicio lo abonan los propios empresarios aunque recientemente han alcanzado un acuerdo con la Junta de Andalucía.
El ambiente es distendido en la conversación, incluso bromean con el empresario. "Nos merece la pena trabajar estos meses en España porque con este dinero construimos nuestras casas, mantenemos a nuestras familias, les pagamos los estudios a nuestros hijos, pero nos queremos ir ya", dice una de ellas mirando a las demás con los ojos humedecidos en lágrimas cuando habla de lo que más les tira. Sus pequeños.
Además mientras más tiempo estén en Huelva y sin salario, más gastan. La vida en España es cara para ellas y todo su dinero tiene el mismo destino: sus familias que están Marruecos. Aquí ellas no gastan casi nada, la comida que compran en un supermercado móvil en una furgoneta que pasa por las fincas y algo de ropa. Son muy caseras por costumbre y no hacen nada de ocio. "Son muy de la cultura de la casa, el trabajo y los niños", asegura la consultora.
La vuelta a Marruecos
En medio de la entrevista, suena un teléfono y al otro lado de la línea aguarda una buena noticia. El anuncio, por parte del ministro de Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y marroquíes que residen en el extranjero, Nasser Bourita, de que en 48 horas --esto fue el martes-- empezará el desbloqueo para que algunos de sus nacionales residentes en España puedan volver. Agua de mayo para estas mujeres.
Todas comenzaron a decir a sus compañeros de otras nacionalidades, con una risa nerviosa y entre pequeños saltos de alegría, que se iban. "¡Nos vamos!", dijo una de ellas en un nítido castellano, pero la alegría duró poco. Este anuncio tenía una letra pequeña que sentó como un jarro de agua fría.
Esta primera medida incluye sólo a los que tengan un visado de estancia corta en España con fines familiares, administrativos, turísticos o médicos. No incluye, por tanto, a los que tienen una residencia temporal o permanente como es el caso de las temporeras de la fresa de Huelva, excepto a las embarazadas y las que recientemente han dado a luz. Fatna podrá volver pronto.
Entre ellas no se ha producido ni un contagio de Covid gracias a toda la cobertura de protocolos y precauciones que se le ha dado a través de la quincena de consultores del Plan de Responsabilidad Ética, Social y Laboral, aseguran desde Interfresa. Huelva ha sido la provincia con menor incidencia de Covid de Andalucía y a nivel nacional.
"Abandono del Gobierno"
El presidente de la Interprofesional de la Fresa, José Luis García Palacios, cree que no es de recibo que cuando alguien pone su empeño para sacar adelante una sociedad a través de la generación de riqueza por medio de su trabajo en el sector de los frutos rojos "se pueda dejar abandonada a su suerte desde su país de origen y desde el Gobierno central". Esta asociación representa a la totalidad del sector y ha pedido un plan extraordinario de repatriación.
Su situación es extremadamente sensible. De ahí que la Junta de Andalucía haya solicitado por escrito una reunión urgente con los ministros de Agricultura, Luis Planas, y de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, para desbloquear este "callejón sin salida" que trasciende de "lo laboral a lo humanitario".
Por el momento, según anunció el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, sólo han podido volver siete de estas mujeres y seis niños. En avión y desde Málaga. Había 48 pasajes pero las embarazadas de ocho meses y las madres de bebés recién nacidos no podrán viajar. En las últimas horas sólo se ha podido preparar la situación administrativa de estas siete.
A principios de semana Juan Marín se trasladó a Huelva para abordar el asunto. El Gobierno andaluz ya anunció por escrito al Gobierno de España la disposición para que desde el Servicio Andaluz de Salud se realicen a estas mujeres test rápidos y pruebas PCR para garantizar que no son portadoras del Covid con el fin de facilitar su regreso. Una propuesta que tampoco ha obtenido contestación.
Mucha incertidumbre
Mientras tanto la incertidumbre sigue reinando en las fincas freseras de Huelva. Todas estas mujeres se imaginaban ya montadas en el autobús que les llevaría hasta Tarifa donde embarcan hacia Tánger para reencontrarse con los suyos, pero tendrán que esperar. Algunos de sus visados finalizan en pocos días y otros a finales de julio, no obstante el Covid ha hecho que el Gobierno de España les prolongue provisionalmente su permiso de residencia.
Ellas no quieren. Sólo piensan en volver y en abrazar a sus hijos. Es lo único que tienen claro y también que quieren repetir el año que viene. Si puede ser a la finca de Francisco como llevan haciendo muchas de ellas durante los últimos doce años. El trabajo es duro, pero el ambiente es bueno y se trabaja bien, según coinciden Naima, Fatna, Menana, Saadia... Después de tantos años, Francisco hasta ha conseguido aprenderse sus nombres y pronunciarlos. Confiesa que no ha sido tarea fácil.