Valencia

Valencia anocheció fría y amaneció cárdena. También gélida. Amenazante, lluviosa, desapacible, grisácea. La única luz del día en el horizonte era el cartel de la sevillanía torera, con más vigencia que nunca en los últimos tiempos. Morante, Ortega y Aguado. Eslabones de una tauromaquia deslumbrante y luminosa. Joyas del toreo actual. Pero, ay, el toro…



A las 17:25 salía el primer toro de la tarde, bajo, serio, bien hecho, armado. Precioso. Casi media hora estuvieron deliberando toreros, autoridades y empresa. Dejó hacer y dejó estar el de Juan Pedro. Morante apenas pintó una verónica honda y barroca y un derechazo a cámara lenta. Delicias.



Al cuarto Morante lo meció a la verónica como sólo saben torear los genios. Lo durmió, acunado, corto el vuelo, sin soltar mucha tela, la bamba al hocico. Embarcadas las verónicas, sin inercias, arrebatada la media. Lances propios de la Edad de Oro, de Plata y de Bronce. Morante es un diamante en este arte único que es el toreo.



Luego se descalzó. Para no resbalar, o para hundirse en la arena y ahondar el toreo. Dejó de llover, torería empapada y lujosa. Caviar. En una baldosa ligó el toreo en redondo. Economía de movimientos absoluta. Tocadito de pitones y manejable, el de Juan Pedro derrochó nobleza y bondad.

Juan Ortega firmó un recibo a la verónica sublime, hondo, denso, sentido. Como los versos inéditos que recitó el poeta Carlos Marzal en la presentación de la Revista Quites en el MUVIM, dedicados al maestro Esplá. Quitó Aguado por el mismo palo a la verónica, sin cuajar. El trincherazo del prólogo fue un sorbo de sur o de manzanilla mientras jarreaba el agua con fuerza. La lluvia iba y venía como el de Juan Pedro.



El quinto, basto de mazorcas, feo y simplón, cantó de salida su nula clase. Recorrió, desclasado, todos los terrenos y tercios. Ortega se diluyó entre el agua y la bravura aguada.



Pablo Aguado logró sujetar al tercero en el tendido del 11 en una serie de hermosa factura. Huidizo el juampedro, con "miradas golosas" a tablas que diría el maestro Barquerito. Se desentendía en los finales, suelto, mansito. Manso sin maldad. Casi en chiqueros acabó la faena, sin relieve posible.



El desencanto se fue apoderando del personal. Inclemencias meteorológicas, desesperación ante la ausencia de bravura. Todo al traste. Aguado remató en la boca de riego su saludo con la capa al sexto, el mejor del encierro. Noble, con celo, sin excesiva entrega pero buen son.



El sevillano toreo con suprema naturalidad a derechas. Levedad máxima. Expresión y gusto de artista. A pies juntos hubo muletazos preñados de torería y sabor. Sevilla en los remates, categoría en la gracia. La espada, más eficaz que precisa, le valió una merecida oreja.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Valencia. Jueves, 17 de marzo de 2021. Corrida de toros. Tercera de abono. Se lidió un encierro de Juan Pedro Domecq, de buena presentación y muy pobre juego. Manejable el cuarto, manso el quinto, notable el sexto. Deslucido el conjunto. Menos de tres cuartos en tarde lluviosa, ventosa y fría. Festejo retransmitido por el Canal Toros de Movistar.

Morante de la Puebla. De azul celeste y oro. Pinchazo, estocada desprendida y descabello. Silencio. En el cuarto, dos pinchazos y estocada. Ovación tras dos avisos.

Juan Ortega. De verde botella y oro. Tres pinchazos y media esrocada. Silencio. En el quinto, bajonazo. Silencio.

Pablo Aguado. De rioja y oro. Media y descabello. Silencio. En el quinto, estocada desprendida. Oreja.

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