Los vecinos de Chueca y la otra cara del Orgullo: "No aguantamos los botellones a las seis de la mañana"
Después de una semana de descontrol en el barrio madrileño, comerciantes, residentes y turistas se enfrentan entre la normalidad y la juerga.
3 julio, 2021 02:48Noticias relacionadas
Luis tiene una joyería desde hace 36 años en la calle Barquillo, en pleno barrio de Chueca, pero esta semana no abrirá por los macrobotellones que se están celebrando en la semana del Orgullo. "Se me sientan 15 o 20 niñatos en el escaparate, con el altavoz y la música a tope, que desde las siete de la tarde están borrachos y que me lo dejan todo vomitado y meado. Además, si les dices que se vayan se encaran contigo".
Esta semana no ha vendido nada, los clientes ni siquiera acuden porque saben cómo se pueden encontrar la calle tras los botellones. "Es horroroso. Lo primero que haremos el lunes, cuando volvamos a abrir, será echar cubos de agua y fregar todo. Ahora mismo, huele fatal y está inaccesible", lamenta.
Ángeles, de 70 años, vive junto a su marido y su hijo discapacitado en la misma plaza de Pedro Zerolo. Dice que no pueden aguantar más las fiestas nocturnas cuando llega el Orgullo. "Si anoche hubiese tirado un alfiler desde mi ventana no hubiese caído al suelo de la cantidad de gente amontonada y apretujada que había, todos sin mascarilla y besándose, con la música a todo volumen... estoy harta de los botellones hasta las seis de la mañana".
A la Asociación de Vecinos de Chueca, cada día, llegan más personas como ellos, pidiendo auxilio ante la avalancha de fiesta que llega cada año desde finales de junio. "Es un turismo de borrachera, droga y sexo a raudales, y los que lo organizan lo saben y buscan explotarlo al máximo", cuenta con enfado y frustración el portavoz de la asociación. "Cuentan con el beneplácito del Ayuntamiento, porque ellos también recaudan muchísimo dinero con esta fiesta. Los vecinos sólo importamos cuando hay que pagar impuestos y en campaña electoral", concluye.
Una fiesta comercial
En Madrid, está prohibido consumir alcohol en la vía pública desde el año 2002. Así lo establece la ley de drogodependencia promulgada por el gobierno regional de Alberto Ruiz-Gallardón. Sólo se contemplan las excepciones de las terrazas y las fiestas populares. El Orgullo no está dentro de esta última categoría jurídica, ya que las celebraciones nocturnas que están programadas son de iniciativa privada, aunque cuenten con el amparo del Ayuntamiento.
MADO (Madrid Orgullo) es el nombre oficial que recibe la fiesta organizada en su mayor parte por empresarios de la noche que hacen el agosto en a penas una semana, atrayendo a gente de toda España y cada vez más del extranjero, a pesar de la Covid. "Esto, hace 15 años, comenzó como un concierto y un par de eventos nocturnos y ha degenerado en los actuales macrobotellones, que sólo buscan sacar dinero a los veinteañeros", asegura una vecina de la Asociación de Vecinos de Chueca.
Julia vive en la plaza de Pedro Zerolo y también denuncia la situación. "La Policía mira a otro lado. Hay comercios chinos y paquistaníes de la zona que venden alcohol hasta las dos de la mañana, cuando por ley no se puede más allá de las diez de la noche". Afirma que desde que acabó el estado de alarma la juerga y el botellón han ido escalando y que la situación está cada vez más descontrolada.
En los últimos meses, Julia ha tenido que buscar soluciones drásticas, como irse de Madrid costeándose un hotel: "Yo soy lesbiana y he celebrado el Orgullo siempre, pero el desfase de este año no lo había visto nunca. Cuando llega la última semana de junio, me voy de Chueca porque no es compatible vivir aquí e ir a trabajar a la mañana siguiente. No se puede descansar por las noches".
Ella y sus conocidos del vecindario están hartos de llamar a la Policía para que ponga fin a este problema. Los chavales que van a la plaza llevan altavoces cargados en carretillas debido a su tamaño. Ponen música hasta que el cuerpo aguante, o lo que es lo mismo, cuando el resto de Madrid ya amanece para comenzar una nueva jornada laboral. Cuenta que incluso vecinos de calles lejanas han llamado a la Policía porque escuchaban la música en sus casas.
Sin embargo, los hosteleros de la zona se muestran encantados de que se celebren estos botellones multitudinarios."Solamente esta semana, hemos ganado un 10% de lo que hemos perdido en un año y medio de pandemia", desvela el camarero de uno de los restaurantes de la plaza de Zerolo. Estos locales tienen permiso para servir comida y bebida hasta las 12 de la noche, aunque algunos alargan hasta entrada la madrugada si no pasa la Policía.
Intervenciones insuficientes
La pasada noche, la Policía Municipal de Madrid tuvo que intervenir en la mítica plaza para desalojarla, ya que miles de personas se encontraban juntas bebiendo, sin guardar las distancias y sin usar mascarilla, algo que ya se había previsto en el dispositivo municipal. Las calles colindantes permanecieron cerradas y el aforo de la plaza fue creciendo hasta que la gente ya se abarrotaba y era imposible moverse por el sitio, según afirman los mismos participantes.
¿Por qué nadie habla de los macrobotellones diarios por el orgullo gay en la Plaza de Pedro Zerolo de Madrid? ¿Es que no es progre decir el riesgo que conlleva? @elmundoes @el_pais @abc_es @elespanolcom @antena3com @telemadrid @telecincoes @policia @policiademadrid pic.twitter.com/l0xGpuqMSV
— Velarde (@Velarde_84) July 1, 2021
Los botelloneros justifican la celebración de este tipo de reuniones. Es el caso de unos turistas italianos que se encuentran de viaje, esta semana, en Chueca. Ellos ya han recibido la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus, y se sorprenden de que en Madrid los jóvenes no puedan pedir cita ya para la inmunización.
Argumentan que la mascarilla en exteriores ya no es obligatoria en España y que, por tanto, escenas como las de anoche son lícitas. "Si quitas las mascarillas justo la semana del Orgullo, no puedes esperar que la gente no vaya a la calle a celebrar. Todo el mundo hace fiestas ilegales, y sin embargo esto es legal".
Otro grupo de hombres procedentes de Andalucía que han venido a pasar la semana del Orgullo a Madrid confiesan que no cumplieron con las medidas sanitarias: "Honestamente, no llevábamos la mascarilla ni nada. Estábamos bebiendo, y claro, no te la puedes estar poniendo y quitando todo el rato". Algunos de los presentes la pasada noche defienden que la Policía actuó con demasiada violencia, aunque la realidad es que sólo una persona acabó detenida por resistencia a la autoridad.
Fuentes policiales afirman que se procedió a realizar un desalojo del lugar sin grandes dificultades y como se habría hecho en cualquier situación similar. Esta misma semana, la Policía ha tenido que intervenir varias veces en el marco de las celebraciones del Orgullo.
El miércoles se produjo un ataque con arma blanca que mantiene a un joven de 19 años en el hospital en estado grave. Esta semana, en una redada, la Policía Nacional requisó numerosas drogas de diseño como popper, éxtasis y metanfetaminas, además de 300 gramos de cocaína.
Eduardo Rubiño, presidente del grupo Parlamentario regional de Más Madrid, echa balones fuera y acusa al Ayuntamiento de permitir este tipo de fiestas: "Lo que ocurre en la ciudad de Madrid es responsabilidad del alcalde. Desde Más Madrid, hacemos un llamamiento a disfrutar del Orgullo pero siempre respetando las medidas sanitarias, entendiendo que todavía no hemos salido de la pandemia aunque estemos viendo la luz al final del túnel".
Respecto a las críticas que han suscitado tanto en las redes sociales como en las calles las fiestas nocturnas de Chueca, Rubiño cree que no se ha tenido la suficiente comprensión y que la reacción de la Policía y de determinados grupos políticos es desmedida. "Sería muy hipócrita que los que han convocado concentraciones como la de Colón, en la que no se respetaba ni una sola medida de seguridad, sean los que acusen con el dedo y señalen a las personas LGTBI. Estamos ante un ejemplo claro de homofobia y de LGTBI-fobia".
Los pisos turísticos que viven de este tipo de eventos, poco a poco, van dominando la zona y no son muchas las viviendas residenciales que quedan. Los vecinos ya están pensando en soluciones como irse a vivir a otros barrios, realizar manifestaciones o exigir formalmente a la Policía y el Ayuntamiento que tomen cartas en el asunto.