En el día menos uno de la legislatura, una izquierda dividida y al albur de los nacionalistas se dio de bruces contra la compleja aritmética del nuevo Congreso de los Diputados. El anuncio de que el PP y Ciudadanos habían acordado el reparto de puestos en la mesa y la presidencia para la ministra Ana Pastor provocó el desánimo en las filas socialistas y un intento in extremis de revertir el pacto en las de Podemos.
Los socialistas no se movieron en todo el día. Por la mañana, Pedro Sánchez propuso a Patxi López, el actual presidente. Cuando conocieron el acuerdo PP-Ciudadanos, los socialistas se rindieron, conscientes de que sus posibilidades se habían poco menos que esfumado. Por su parte, Podemos puso en marcha una operación arriesgada para sumar fuerzas con el PSOE y dos partidos independentistas catalanes, Convergència Democràtica (CDC) y Esquerra Republicana (ERC). ¿El objetivo? Arrebatar al PP no sólo la presidencia de la cámara, considerada la tercera autoridad del Estado, sino el control de la Mesa del Congreso. El órgano ordena los debates y es de vital importancia cuando no hay mayorías claras. Fija el orden del día, decide el número de grupos parlamentarios y tiene mano en los asuntos presupuestarios que afectan a la cámara, como los viajes de los diputados o las partidas para taxis o equipos informáticos.
Pero la aritmética frente al pacto PP-Podemos es complejísima. Las diferencias, insalvables. Y eso es en sí un aviso a los diputados socialistas que en la primera reunión del grupo del PSOE pidieron a Sánchez que intente la investidura. A juzgar por lo ocurrido este lunes en el Congreso, la alianza entre el PP y Ciudadanos no alcanza la mayoría absoluta de 176 diputados (suman 169), pero maniobrar en contra requiere un grado de consenso tan elevado que dificulta mucho cualquier alternativa.
Sin acuerdo de ningún tipo
Al final de un día agónico de llamadas y mensajes cruzados, no hubo acuerdo de ningún tipo en la izquierda. Podemos y PSOE no se pusieron de acuerdo, pero ERC y CDC, que gobiernan juntos en la Generalitat, tampoco lograron una posición unitaria y la esperanza que Íñigo Errejón exhibía sin descanso en los pasillos acabó por evaporarse.
En la Mesa del Congreso hay nueve puestos incluyendo la presidencia, pero el método de votación hace que los acuerdos previos sean clave. Para empezar, porque se vota el día de la Constitución de las Cortes sí o sí y los plazos no se pueden dilatar. Además, el presidente del Congreso se elige por voto secreto y en dos votaciones en las que se escribe el nombre en un papel, por lo que no pueden emitirse votos en contra. La primera votación requiere mayoría absoluta. A la segunda pasan los dos diputados con más apoyos y se impone el que logra más apoyos.
Por ese motivo, la izquierda podía soñar con un acuerdo que sumara más que 169 en la segunda votación. Errejón y Pablo Iglesias propusieron al PSOE un "acuerdo de reciprocidad". En otras palabras: el candidato de izquierda que pasase a la segunda vuelta lograría el apoyo del otro partido, ya se tratase de Patxi López o de Xavier Domènech, parlamentario de En Comú Podem. Con ese acuerdo, Podemos pretendía sumar también a ERC y CDC a cambio de ofrecerles un puesto en la mesa y el ansiado grupo parlamentario que persiguen los convergentes, pendientes de una interpretación flexible del reglamento.
El "no" de los nacionalistas
A media tarde, el PSOE descartó un "acuerdo de reciprocidad" y, pasadas las 20:00, los nacionalistas dieron al traste con cualquier expectativa de desbancar a Ana Pastor. El portavoz de CDC, Francesc Homs, anunció su propia candidatura, a pesar de que tiene una causa abierta en el Supremo por prevaricación, malversación y desobediencia ante el Tribunal Constitucional. "Pienso que puedo pasar a una segunda vuelta", decía ante unos periodistas atónitos mientras pedía a Podemos que le apoyase, algo altamente improbable.
Más tarde apareció Gabriel Rufián, portavoz de ERC, denunciando la "mentira piadosa" de Podemos al hacer creer a la ciudadanía que Domènech podía presidir el Congreso. "El problema de Podemos es que no pueden. Y a nosotros nos encantaría que pudieran. Pero es que no pueden", relataba, asegurando que su grupo se va a abstener.
El pacto que perseguía Podemos dependía no sólo del PSOE (fuese el presidente del partido que fuese) sino también de los independentistas. Con que uno solo no participase, no podría prosperar. Pero lo vivido en el Congreso fue más la "ceremonia de la confusión", en palabras de Rufián, que reconocía que Pastor era, para su desgracia, la que tenía los apoyos. En el Congreso se suele explicar que, cuando no hay mayorías claras para la investidura, la negociación de la Mesa del Congreso suele ser una prueba indicativa. De ser así, Rajoy tiene más cerca repetir en la Moncloa.
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