Euskadi tiene una nueva cita con las urnas el 25 de septiembre. En esta ocasión serán comicios autonómicos, para renovar el Parlamento de Vitoria y elegir al nuevo lehendakari que dirija el País Vasco los próximos cuatro años. Al final hay adelanto electoral, sí, pero no tanto: apenas un mes (las elecciones de 2012 tuvieron lugar un 21 de octubre y, en principio, estas estaban programadas para celebrarse el 23 de octubre). En los comicios, Podemos y EH Bildu se disputarán ser la segunda fuerza tras el PNV.
En sus razonamientos para el adelanto electoral, el lehendakari, Iñigo Urkullu, aducía este viernes que su Gobierno había cumplido el 90% del programa que se propuso y que había culminado el calendario legislativo; de igual manera, decía, el Parlamento autonómico había concluido su actividad, asentada sobre el consenso y el acuerdo parlamentario, fruto del cual se han aprobado 34 leyes; y por último, la verdadera razón de este adelanto electoral, señalaba, es el ‘ruido’ que procede de Madrid, la situación de incertidumbre que se mantiene en España, que incluso a día de hoy hace que pesen sobre las cabezas de todos los españoles unas terceras elecciones, en la que ya es de facto la mayor crisis del país desde que entró en democracia.
Así que se trata de eso, los comicios serán el 25 de septiembre “para que el entorno de inestabilidad afecte lo menos posible” a Euskadi, según confirmaba Urkullu. Una fecha por la que casi nadie apostaba, dado que ese día, el último domingo de septiembre, se celebra tradicionalmente el Alderdi Eguna (día del partido), en las campas de Foronda, cerca de Vitoria-Gasteiz, donde se dan cita decenas de miles de simpatizantes del partido nacionalista. El decreto de convocatoria electoral se realizará el lunes 1 de agosto, y será publicado al día siguiente en el Boletín Oficial del País Vasco.
Lo que va de 2012 a 2016
El panorama político en Euskadi a la hora de afrontar estos comicios el otoño próximo no es el mismo que hace cuatro años. Fundamentalmente por una razón: Podemos no se había conformado como fuerza política aún. Y ahora, es un poderoso rival. Tanto, que en las encuestas realizadas hasta la fecha le colocan como aspirante a principal partido de la oposición en el Parlamento Vasco, un segundo puesto que se disputaría con EH Bildu. Pero antes de aventurar posibilidades, el camino recorrido hasta llegar a este punto merece un repaso.
En aquellas elecciones igualmente adelantadas, celebradas el 21 de octubre de 2012, el PNV recuperó el poder que en 2009 le había arrebatado por primera vez el PSE-EE, gracias al pacto alcanzado con el PP (y a la no concurrencia en los comicios de la izquierda abertzale, ilegalizada por la justicia entonces). Los nacionalistas lograron 27 parlamentarios, lejos de los 38 necesarios para optar a la mayoría absoluta. La realidad vasca se había fragmentado como nunca.
En ese Parlamento multicolor, los abertzales, refundados en la coalición EH Bildu, sin su líder tradicional, Arnaldo Otegi, que cumplía pena en prisión, pero también con el valor añadido de no tener el peso de ETA en la mochila (un año antes, la banda había anunciado el cese definitivo de toda su actividad terrorista), lograron situarse como principal fuerza de la oposición, gracias a unos resultados en las urnas que les permitieron alcanzar los 21 parlamentarios. Mientras, el PSE-EE, perdido el poder, se quedó con apenas 16 escaños, mientras el PP se quedaba en 10 y UPyD resistía con el escaño que repetía Gorka Maneiro.
Los nacionalistas se han valido de los apoyos puntuales (o la abstención) de los socialistas para ir sacando adelante las Cuentas autonómicas año tras año, excepto en 2013 (a lo que habría que añadir el acuerdo de estabilidad institucional alcanzado entre unos y otros para gobernar en las tres diputaciones forales y los ayuntamientos de Bilbao y San Sebastián –que un año más tarde se ha reproducido en el de Vitoria-, tras las elecciones del 24 de mayo de 2015). Además, durante la X Legislatura que ahora concluye en el Parlamento Vasco han salido adelante 34 leyes, gracias, según reconoció el propio Urkullu, al espíritu de consenso y de acuerdo parlamentario que han presidido estos cuatro años.
Pero ahora… El PNV viene de perder, por primera vez en su historia, dos elecciones seguidas en el País Vasco. De acuerdo, eran comicios generales, que afectaban a la gobernabilidad de España y no de Euskadi. Pero Podemos venció en el escrutinio el 20-D y también en la repetición, el 26-J (en este caso, en coalición con la Izquierda Unida de Alberto Garzón). Es decir, los vascos apostaron por el cambio, incluso con redoblado entusiasmo, puesto que en la última cita con las urnas incluso lograron aumentar el número de votos (16.056 más, hasta alcanzar los 333.730, por los 286.215 obtenidos por los nacionalistas, 16.100 menos que seis meses antes). El PSE-EE obtuvo más de 163.000 apoyos, mientras EH Bildu y PP quedaban en un puño (algo más de 152.000 votos los primeros, y 147.639 los segundos).
Los vascos apostaron por el cambio
Una extrapolación al Parlamento de Vitoria de los resultados de las elecciones del pasado mes, arroja el siguiente panorama: victoria incontestable de Unidos Podemos, que pasaría a tener 25 escaños, seguido por el PNV, que se quedaría con 18; el PSE-EE, con 11; EH Bildu, con 10, los mismos que el PP; y Ciudadanos, que entraría con 1 parlamentario.
Sondeos, encuestas...
La realidad, sin embargo, parece que será distinta. Nacionalistas y abertzales se agarran a la idea de que los vascos han demostrado siempre que saben diferenciar cuándo se trata de un llamamiento a las urnas para conformar un Gobierno en España o uno en Euskadi, para defender sus opciones en la cita del 25 de septiembre próximo.
El último sondeo electoral del que se tiene cuenta referente a las intenciones de voto en los comicios autonómicos, fue realizado el 17 de junio por Gizaker para ETB, la televisión pública vasca. En él, el PNV repetiría como el partido más votado (incluso obtendría más votos), para mantenerse con los 27 parlamentarios actuales. De igual manera, EH Bildu seguiría como segunda fuerza, aunque perdería cuatro escaños, para quedarse con 17 representantes en la Cámara de Vitoria. Y la irrupción de Unidos Podemos se quedaría en 14 parlamentarios, con solo un 18% de los votos. PSE-EE y PP se estancarían en 8 (el descalabro socialista invertiría la tendencia de las últimas votaciones, en las que ha ido aumentado el número de apoyos en las urnas, aunque muy moderadamente), y Ciudadanos tomaría el relevo de UPyD y lograría un representante.
Previamente, el 9 de junio, el Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno Vasco ofrecía los resultados de su propia encuesta, que otorgaba 24 escaños para PNV; 17 para Unidos Podemos y EH Bildu; 9 para el PSE-EE; 7 para PP y 1 para Ciudadanos. A principios de año, el Euskobarómetro de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) lanzaba asimismo los resultados de su sondeo, que proporcionaban entre 22 y 23 parlamentarios al PNV, de 19 a 21 para Podemos, 13 para EH Bildu, entre 8 y 9 para el PSE-EE, 8 para el PP y entre 1 y 3 para Ciudadanos.
Probablemente, ni los resultados que arrojó la convocatoria del 26-J en el País Vasco ni los que ofrecían los sondeos previos realizados sirvan como referente para los comicios autonómicos del próximo 25 de septiembre. Y uno de los factores que pueden decantar la balanza hacia el éxito de unos y otros es el de los candidatos de cada partido a presidir el Gobierno Vasco durante los próximos 4 años.
Urkullu, Mendia, ¿Otegi?
El adelanto electoral planteado por Urkullu no ha sorprendido en realidad a casi nadie, puesto que el lehendakari incluso estuvo meditando, antes de Semana Santa, adelantar los comicios a junio. De hecho, tanto PNV, como EH Bildu y PSE-EE hace tiempo que están preparándose para la contienda electoral y han dado a conocer a las personas que aspiran a ocupar al sillón de Ajuria Enea.
Iñigo Urkullu intentará repetir experiencia para el PNV. Su mandato estos cuatro años, con los altibajos y las polémicas propias a todo gobierno, ha sido tranquilo, sin estridencias; en su haber está el hecho de haber volcado la acción de su Ejecutivo en la recuperación económica de una comunidad, la vasca, que ha visto cómo el desempleo la ha azotado especialmente, que ha ido perdiendo muchas de sus grandes empresas y los centros de decisión de algunas de ellas. Así, decidió aparcar (que no olvidar) el independentismo, siguiendo de lejos lo que acontecía en Cataluña, para tomar nota y aprender de lo sucedido. Quizás sea ahora el momento esperado por los nacionalistas para dar un paso adelante en este sentido, y sembrar un nuevo campo de minas en la unidad de España.
Urkullu decidió aparcar el independentismo
Idoia Mendia es la baza socialista para reverdecer los laureles de antaño. Quizás no para gobernar, como en su momento logró Patxi López, pero sí para intentar frenar la caída continua que sufre el PSE-EE desde su salida de Ajuria Enea. Pragmática, pactista, experimentada y rodeada de un equipo que ha entendido que las necesidades de las gentes de Euskadi estos últimos años pasaban por la estabilidad de los diferentes gobiernos (municipales, forales y autonómico), los socialistas ven en ella la figura en torno a la cual uno de los partidos históricos en el devenir de la historia de Euskadi pueda remontar.
EH Bildu también espera que estas sean las elecciones que signifiquen el fin de su debacle, iniciada tras tocar techo en las municipales y forales de 2011, donde se hicieron con el Ayuntamiento de San Sebastián, la Diputación de Gipuzkoa y numerosos consistorios, y en las autonómicas de 2012, cuando lograron 21 parlamentarios. Desde ahí, todo ha sido restar. Para ello han anunciado su intención de contar con Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari. Un Otegi que salió de prisión el pasado 1 de marzo, casi seis años y medio después, y que se encontró una Euskadi muy diferente a la que dejó al ingresar en prisión. Las principales preocupaciones de la inmensa mayoría de sus ciudadanos eran, son, sociales: el paro, en primer lugar, seguido por la crisis económica, la corrupción, la educación, el bienestar social… prácticamente todo menos la independencia, que fue precisamente el discurso que enarboló Otegi, en sus primeras citas públicas tras abandonar la prisión. Fue incluso presentado como el Mandela del pueblo vasco. Con la que estaba cayendo, a muy pocos les importó aquel mensaje de que ‘un preso político vasco’ había salido de la cárcel.
Quizás alertado por su equipo, quizás consciente del avance de Podemos, con sus propuestas de cambio y, sobre todo, sociales, Otegi ha estado en un segundo plano estos meses, planificando la campaña. Discurso tiene, tablas también. ¿Credibilidad? Para sus acólitos quizás, aunque ya no es aquel predicamento de antes de entrar en prisión. Sea como fuere, aún está por ver si puede presentarse. En teoría, está inhabilitado para cargo público hasta 2021. Ahora es turno de la Junta Electoral, que es la que debe decidir sobre esta cuestión. Y no lo hará, previsiblemente, hasta septiembre.
Con retraso
Podemos, PP y Ciudadanos son los únicos que van con retraso en este juego de la designación del candidato, su cara visible. En el caso del partido liderado por Pablo Iglesias, la solución a este enigma se conocerá el lunes 1 de agosto, ya que desde este pasado viernes, y durante todo el fin de semana, las bases se encuentran inmersas en elecciones primarias, de las que saldrá el candidato que luche con Urkullu, Mendia, Otegi... por alcanzar Ajuria Enea. O candidata. Porque quien tiene más posibilidades de salir elegida es la aspirante propuesta por la dirección del partido, Pilar Zabala, hermana de José Ignacio Zabala, asesinado por los GAL en 1983 y enterrado en cal viva junto a su compañero Jose Antonio Lasa, ambos militantes de ETA, en uno de los episodios más oscuros e ignominiosos de la democracia española. De ser así, se trataría de una candidata con gancho y la suficiente fuerza para atraer aún más el voto de los desencantados de la izquierda abertzale. Aunque carece de experiencia, es una reconocida activista a favor del reconocimiento del dolor de las víctimas, por su lucha contra el olvido y la impunidad.
Previamente, Podemos lo había intentado con un nombre que atraía simpatías desde muchos ámbitos de la sociedad vasca, la magistrada Garbiñe Biurrun, pero ésta, pese al clamor y las expectativas creadas en torno a su figura, no llegó a plantearse sumarse al proyecto del partido morado. Volviendo a Pilar Zabala, deberá derrotar en las primarias a los otros dos contendientes en liza: por un lado, el médico y cooperante vasco Juan Luis Uria, propuesto por Elkarrekin, una corriente ligada al anterior equipo directivo de la formación en Euskadi y, por tanto, crítica con la actual dirección; y por otro, el concejal en la localidad vizcaína de Leioa Manuel Belandia, al frente de Euskadi Aldatu (Cambiar Euskadi).
Para el PP, el de las elecciones de Euskadi es un nuevo frente que se abre en un delicadísimo momento, con todos los esfuerzos del partido dirigidos a lograr la gobernabilidad de España. Ya en abril, el presidente de los populares vascos y ministro de Sanidad en funciones, Alfonso Alonso, se mostraba decidido a asumir el reto de presentarse como candidato a lehendakari, ante los rumores que hablaban de un posible adelanto electoral autonómico a junio en el País Vasco. Entonces dijo que era “el mejor colocado” en esa carrera dentro de su partido. El pasado 11 de julio, Alonso seguía defendiendo la misma idea. En cualquier caso, probablemente sea la última preocupación del Partido Popular en estos momentos.
El último convidado a la lista es Ciudadanos, quien podría obtener al menos un representante en la Cámara de Vitoria, tomando así el relevo de UPyD, quien desaparecería del panorama político vasco. El caso es similar al del PP: la batalla por la gobernabilidad en la que se encuentra metido de lleno el partido liderado por Albert Rivera, pospone cualquier decisión respecto a Euskadi. Como en el caso de Podemos, será también la militancia la que elija en unas primarias a su candidato a lehendakari, de entre quienes se presenten a tal elección.
Pactos, pactos
Visto lo visto, es muy difícil que se produzca un cambio significativo en al arco parlamentario vasco el 25 de septiembre. Todo apunta a una reedición de lo sucedido estos cuatro años: con un PNV ganador, pero con un Gobierno en minoría que tiene que tender sus redes en busca de apoyos puntuales en la tramitación de leyes o para sacar adelante las Cuentas de la Comunidad. El PSE-EE, en este sentido, puede volver a jugar un papel fundamental. El entendimiento en las capitales y diputaciones vascas, así como el apoyo a los últimos Presupuestos del Ejecutivo Urkullu, hace que este sea el escenario más factible. La abstención, o el apoyo en determinados momentos, del PP también entrarían dentro de estos cálculos.
En cuanto a una posible unión por el cambio de la izquierda entre EH Bildu y Podemos, ninguna encuesta les da posibilidades de gobierno con mayoría absoluta a la suma de los parlamentarios que obtendrían (bien es cierto que son, como hemos dicho, previas a las últimas elecciones generales). Además, aunque desde el partido de Pablo Iglesias han reconocido que el abertzale es con el que más cosas tienen en común, unos y otros son rivales directos y tratan de ocupar el mismo espacio. Una última cuestión: el derecho a decidir. La formación morada defiende el uso de este derecho, sí; pero es consciente, y así lo ha manifestado su líder públicamente, de que es inviable según la ley convocar un referéndum. Para EH Bildu, por el contrario, se trata de apostar, como se ha hecho en Cataluña. Quién sabe. En política, desde luego, nunca digas jamás.
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