Sin perder un minuto, Albert Rivera miró frente a frente a Sánchez. "Les pido una reflexión para salir de este bucle, de este absurdo". Fue el primero al que señaló, pero no al único. Señaló a Rajoy, señaló a la cámara y se señaló a sí mismo, dirigiéndose a los españoles aunque observando a un lado y a otro de la cámara a los parlamentarios. “Les pido perdón por no convencer a estos viejos partidos a ponerse de acuerdo. A mí no se me caen los anillos por decirles a nuestros compatriotas que me siento partícipe del fracaso de esta Cámara”.
"No lo vamos a hacer", ha recalcado Rivera durante sus cinco minutos de intervención. "Ciudadanos no va a participar en este teatro", aseguraba. Según Rivera, el país sigue inmerso con los políticos "en este bucle, pensando en las sillas y no en los españoles". Sus palabras fueron de las pocas en forma de disculpa que se escucharon nunca en la Cámara. Rivera se disculpaba ante todos los españoles por, una vez más, no haber conseguido el esperado acuerdo al que aspiraban, esta vez tras obligar al PP a aceptar sus condiciones a cambio del sí en la investidura. Pero no ha podido ser, y Rivera subió a la tribuna a dar parte ante sus señorías de que, efectivamente, aquello iba a resultar una vez más imposible. El tapón sellaba el grifo por el que debía correr el agua de la democracia, esa a la que aludía el de Ciudadanos en su discurso del miércoles.
"Tras la tormenta, la calma"
Saltaba Rivera a un estrado que aun parecía arder tras la intervención de Pablo Iglesias. No escatimó en saliva el líder de Podemos en su intervención. Su chorro dialéctico bien parecía el de una locomotora en acción. Rivera comenzó sarcástico. “Después de la tormenta, llega la calma”, dijo el líder de Ciudadanos. Entró suave, liviano, pero administrándole a Iglesias un tono pedagógico, el mismo que empleó Rajoy hace unos días. Salvo ese detalle, Rivera lanzó un alegato a toda la cámara, en especial al PSOE y al PP, los que han sido sus socios de forma consecutiva en los últimos meses, pero entre ellos enemigos irreconciliables. Trató de recordar a todos la responsabilidad que tienen de formar gobierno, y del fracaso que sería acabar en las terceras elecciones en un solo año.
Las disculpas de Rivera no tuvieron respuesta ayer de Rajoy ni de Sánchez, pero les apuntaba a ambos como los responsables de que, de momento, la actualidad política prosiga viviendo en España con el freno de mano echado.
La primera vez que un político pide perdón
Raras son las veces que se puede advertir el notable hecho de un político pidiendo perdón. Aquel Bill Clinton compareciendo ante los americanos por televisión para dar explicaciones por las relaciones que había mantenido de forma encubierta con su secretaria, la ya famosa Monica Lewinsky; Barack Obama pidiendo perdón por la muerte de dos rehenes en una operación militar en Afganistán…
Si embargo, en la política española resulta complicado ver a un político pidiendo perdón. Ni González por los GAL (tampoco los admitió), ni Aznar por la guerra de Iraq, ni Zapatero, por la crisis ni Rajoy por Bárcenas. El único atisbo de autocrítica se advirtió con el líder socialista, una vez abandonada la Moncloa. “Fue un error claro resistirnos a utilizar la palabra crisis”. Sin embargo, nunca pidió perdón, y lo explicó a su manera. “La palabra perdón no entra en el vocabulario de las responsabilidades políticas”.
El perdón y los políticos españoles son como el agua y el aceite. No resulta nada común observarles en esas tesituras. Bien es cierto que la situación actual tampoco es nada habitual. En la sesión de ayer, Rivera hizo referencia a los viejos partidos políticos, reñidos, enfrentados como nunca, incapaces de llegar a un punto de consenso. Tuvo reprimendas para Sánchez, pero también para Rajoy, a quien Rivera le atribuyó tanta o más importancia que Sánchez en el bloqueo que se está viviendo estos últimos días y que se alargará hasta diciembre como un desierto de arena. Si las cosas no se arreglan.
Un perdón que constata el fracaso de Rajoy
De este modo, Rajoy ha constatado cómo la mayoría de la Cámara se le ha puesto en contra dándole el mismo medicamento que el le administró a Sánchez hace poco menos de seis meses. Felipe González afirmaba en la mañana del viernes la gran parte de culpa que Rajoy tiene en todo lo que está sucediendo mientras la mayor parte de las miras prosiguen fijas en Sánchez. “Es el candidato más votado y el más vetado”. Así las cosas, los parlamentarios no han sabido entenderse todavía, o no han podido obtener los apoyos necesarios, convirtiéndolo todo en un bucle según el cual cada día es igual al anterior.
Rajoy ha visto su derrota de frente, tal y como Sánchez en la ocasión anterior. Ninguno de los dos ha sabido mezclar con el otro y ya se puede constatar que son como dos elementos antagónicos de la tabla periódica. Quedan dos meses para que se desactive el modo investidura y se active el modo terceras elecciones. Y nadie tiene la llave que detenga ese reloj y obligue a Sánchez y a Rajoy a entenderse o a hacerse a un lado, como decía esta mañana Felipe González. Ambos han cosechado sendos fracasos. Habrá más si nadie cede un milímetro.