Ya hay plazos. Este jueves empieza a acortarse el tiempo que tiene el PNV para llegar a un pacto de Gobierno que le permita gobernar Euskadi sin dificultades. Dispone de dos semanas escasas para cerrar un acuerdo con el PSE-EE, hacia quien no oculta sus preferencias, o intentarlo con EH Bildu si finalmente fracasan sus negociaciones con los socialistas, algo que los negociadores no contemplan. El calendario obliga a darse prisa, después de que el Parlamento haya fijado esta mañana la celebración del debate de investidura para los próximos días 23 y 24 de noviembre.
Íñigo Urkullu, ahora lehendakari en funciones, revalidará su cargo en la Cámara en una segunda votación y tomará posesión dos días después, el sábado 26, en Gernika. Su investidura está asegurada. La clara victoria electoral del PNV en el 25-S, que logró 28 de 75 parlamentarios, fue asumida sin fisuras por el resto de los grupos, que desistieron desde el principio de buscar alianzas para desalojarle del poder. Pero los resultados de las urnas fuerzan al PNV a buscar socios que compensen su minoría parlamentaria y contribuyan a forjar el Gobierno “sólido” y “estable” que le permita gobernar sin sobresaltos y evite los problemas del arranque de la legislatura anterior, cuando Urkullu tuvo que retirar sus primeros Presupuestos por falta de apoyos.
NEGOCIACIÓN A DOS BANDAS
El PNV mantiene abiertos dos canales de negociación en paralelo, aunque no con la misma intensidad y objetivos. Con el PSE-EE, su socio en Diputaciones y Ayuntamientos, busca lograr un pacto de gobernabilidad, que se plasme en un Ejecutivo de coalición, mientras proyecta acuerdos de país con EH Bildu en materia de pacificación y autogobierno. Su intención es que la coalición abertzale pueda convertirse en una “tercera pata” en la que apoyarse en determinadas momentos en los que su falta de mayoría absoluta –con el PSE suman 37, un escaño menos - haga peligrar asuntos esenciales como, por ejemplo, la aprobación de los Presupuestos de la comunidad autónoma.
La duplicidad de los contactos y su doble aspiración provoca movimientos un tanto sorprendentes vistos desde el exterior de las negociaciones. Oficialmente ni el PNV ni EH Bildu han descartado todavía la posibilidad de que ambas fuerzas políticas puedan alcanzar un pacto de gobierno. Sin embargo, destacados dirigentes del partido de Andoni Ortuzar, como su portavoz parlamentario, Joseba Egibar, han dicho públicamente que las bases peneuvistas no entenderían que se llegase a un acuerdo de gobernabilidad con la coalición liderada por Arnaldo Otegi. Por su parte, EH Bildu, que sigue existiendo en la viabilidad de los contactos, eligió a Maddalen Iriarte candidata a lehendakari antes incluso de que se hubieran intercambiado los primeros documentos en la mesa negociadora, aunque mantiene congelada su decisión hasta conocer el desenlace de las conversaciones que ninguna de las dos fuerzas políticas quiere ser la primera en romper. Pura escenificación, que acabará 72 horas antes de que comience el pleno el día 23 cuando expire el plazo para la presentación de aspirantes a lehendakari.
PROBLEMAS CON LOS SOCIALISTAS
Las negociaciones entre el PNV y el PSE avanzan a un mayor ritmo y concreción y se intensificarán a partir de ahora. Los márgenes temporales se estrechan y reducen en realidad las dos semanas disponibles, por cuanto los estatutos de ambos partidos imponen la obligatoriedad de que un acuerdo de tal calado como el de la conformación de un ejecutivo conjunto o de otro pacto de gobernabilidad sea ratificado por sus órganos de dirección. Lo que significa que el PNV deberá recabar el pronunciamiento de su Asamblea Nacional y el PSE tendrá que convocar asimismo a su Comité Nacional antes de la sesión de investidura del día 23.
Las conversaciones se articulan en torno a cuatro grandes ejes sobre los que lograr el acuerdo: empleo y reactivación económica, políticas sociales, paz y convivencia y el nuevo estatus de autogobierno. Aunque se llevan a cabo con gran secretismo, las delegaciones del PNV y PSE no están teniendo problemas en pactar los dos capítulos primeros e incluso el tercero. Pese a las reticencias de los socialistas hacia las políticas implementadas por el responsable en la materia, Jonan Fernández, la celebración este jueves del Día de la Memoria, donde ambos partidos pactaron el texto de conmemoración propuesto por Eudel, es una prueba más de que les resulta posible entenderse en la hoja de ruta a seguir en materia de pacificación.
El escollo fundamental entre las dos formaciones está residenciado en el autogobierno y el nuevo estatus para Euskadi perseguido por el PNV y articulado sobre el derecho a decidir del pueblo vasco que los socialistas no reconocen y que constituye una “línea roja” que no están dispuestos a traspasar. El PSE–EE pretende dejar amarrado el tema y cerrar una fórmula que impida al partido de Ortuzar escorarse hacia procesos soberanistas de la mano de la izquierda abertzale, partidaria de seguir la vía unilateral catalana de ruptura con el Estado.
Ambas delegaciones intercambian documentos y propuestas en la mesa negociadora con el fin de consensuar la posición del próximo Gobierno vasco sobre la reforma estatutaria, sin que ninguna de ellas se atreva a adelantar el resultado final de los contactos, más allá de la voluntad de acuerdo expresada reiteradamente por las partes. Este jueves tanto el portavoz del Gobierno en funciones, Josu Erkoreka (PNV), como el secretario general del PSE-EE de Vizcaya, Mikel Torres, han incidido en lo mismo: la intensificación de esfuerzos en la búsqueda de puntos de encuentros de un pacto al que aspiran, pese a sus diferencias, pero que dista de estar cerrado y que aún no ha entrado en consideraciones distintas a los contenidos, como es el reparto de carteras o la asignación de otros cargos, como los senadores autonómicos o la dirección de EiTB.
EL DEBATE SOBRE LA NACIÓN VASCA
Aunque declara estar a favor de un proceso que se desarrolle siempre dentro de la legalidad, el PNV defiende que los vascos refrenden el nuevo estatuto que salga del Parlamento de Vitoria mediante una consulta “habilitante” anterior a la tramitación de la norma en las Cortes Generales. Un procedimiento que no está previsto en el actual ordenamiento jurídico y al que los socialistas se oponen rotundamente.
Su desacuerdo se extiende a otra de las reivindicaciones claves del PNV, que demanda una relación de bilateralidad entre Euskadi y el Estado en términos de igualdad, trasladando el modelo que rige el Concierto Económico al ámbito político para evitar que los planteamientos “centralizadores” del Gobierno central disminuyan la capacidad del autogobierno vasco.
Los socialistas rechazan, por el contrario, una bilateralidad concebida en términos de “relaciones iguales entre dos Estados”, aunque son partidarios de una reforma constitucional que clarifique el actual estado de las autonomías y el listado de competencias exclusivas del Estado. En su defecto, abogan por impulsar un sistema de blindaje que proteja las transferencias autonómicas de eventuales invasiones competenciales del poder central.
El PSE-EE ha plasmado esta propuesta por escrito en más de una ocasión. También lo ha hecho sobre su disposición a admitir que la revisión del Estatuto de Gernika incorpore en el nuevo texto que Euskadi es una nación, aunque sólo en sentido cultural y lingüístico y no como soporte de reclamaciones independentistas de constitución de un nuevo estado. Así ha quedado recogido en la ponencia de autogobierno de la Cámara vasca y en el programa electoral con el que se presentó al 25-S. En este último marcaba expresamente los límites de su aceptación, al subrayar que lo haría “siempre que quede claro que no se fundamenta en una supuesta soberanía diferenciada”, es decir, que no contradiga que la soberanía reside únicamente en el conjunto del pueblo español.
Pese a la diferente concepción que el término tiene para los nacionalistas su inclusión en el Estatuto tendría un “alto valor simbólico”, tal y como reconocen a EL ESPAÑOL desde la dirección del PNV, donde siguen con interés la apuesta del PSC por el reconocimiento de Cataluña como nación en una España plurinacional de corte federal y el apoyo expreso prestado por los socialistas vascos, que desplazaron a su secretaria general al congreso en el que Miquel Iceta revalidó su liderazgo.
Pocos observadores políticos dudan en el País Vasco de que finalmente PNV y PSE-EE alcanzarán un acuerdo para gobernar en coalición y de que el interés mutuo por lograrlo se alzará por encima de todas las dificultades. El pacto consolidaría la alianza ya vigente en el resto de las principales instituciones del País Vasco, reforzaría el centro ideológico en el que más cómodo se encuentra el PNV y proporcionaría a los socialistas una tabla de salvación con la que compensar sus últimas derrotas electorales que han mermado considerablemente su representación en la comunidad autónoma.