La ausencia de los diputados de Unidos Podemos en el minuto de silencio por la muerte de Rita Barberá ha generado un amplio debate de resonancias que se prevén interminables. Este miércoles, en las redes sociales y los medios se habla más de la actitud de Pablo Iglesias y los suyos que del propio fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia.
Más allá de que cada cual juzgue oportuno o inapropiado el comportamiento de los parlamentarios de Podemos, precisamente el revuelo generado es un hecho que evidencia cómo Iglesias y sus correligionarios han perdido una batalla en el campo que mejor dominan: el del relato político. Expertos como son en materia de comunicación, los dirigentes del partido morado siempre tienen en mente la construcción del marco mediático en el que después todos debaten. Aparte del simbolismo que tengan sus actos, siempre calibran el impacto de los mismos. Se trata, por decirlo sencillamente, de marcar la agenda al resto para conseguir mantenerse siempre en el centro del debate público.
Mediante golpes de efecto o declaraciones altisonantes, en muchas ocasiones Podemos alcanza el protagonismo que desea y descoloca a sus rivales políticos, que se ven obligados a discutir sobre asuntos que no tenían previstos. Sobran los ejemplos. Por recordar uno reciente, la pasada semana Iglesias y sus compañeros lograron que su gesto de no aplaudir a Felipe VI en las Cortes eclipsase el propio discurso del rey. Casi nadie recuerda ya las palabras del monarca, pero todos no olvidarán la camiseta de Diego Cañamero o la bandera republicana que exhibió un senador de Unidos Podemos.
En el caso del famoso piso de Ramón Espinar, el partido de los círculos también logró réditos al presentarse como víctima de una conspiración mediática y empresarial en contra del candidato pablista. La pasada semana, a raíz del fallecimiento de una anciana en Reus, Podemos consiguió que un tema habitualmente fuera de la actualidad, como es la pobreza energética, se convirtiese en un asunto de enorme relevancia para todos los actores políticos. Asimismo, la formación morada logró que calase entre sus rivales políticos la oposición al nombramiento de Jorge Fernández Díaz como presidente de la Comisión de Exteriores en el Congreso. Muchas victorias políticas para Iglesias gracias a su habilidad para edificar el marco del debate público.
Sin embargo, en esta ocasión a Unidos Podemos el tiro le ha salido por la culata. Su estrategia se ha revelado fallida. Al no acudir al minuto de silencio en el hemiciclo los diputados del partido morado y sus socios de las confluencias han conseguido que todos los focos apunten hacia ellos, sí, pero esta vez la luz es abrasadora. Basta para comprobarlo echar un vistazo a los diferentes medios, donde el comportamiento de los diputados de Podemos ha arrinconado a otros hechos importantes.
Poco o nada se está hablando este miércoles del desatino que ha dicho la ministra de Empleo, Fátima Báñez, al negar que muchos españoles cobren por debajo del salario mínimo interprofesional. Tampoco se destaca que José María Aznar haya hablado de cómo el PP había abandonado a Barberá. Y lo que podría haber sido una mera anécdota, el minuto de silencio, se ha convertido en una noticia de portada en todos los medios. La actitud de los diputados de Compromís, la división de opiniones entre los senadores de Podemos -unos querían irse y otros quedarse- o la coincidencia en el criterio entre partidos tan distintos como ERC y el PP han hecho el resto.
En suma, por una vez Podemos ha sido víctima de su propia medicina. Y ha perdido una batalla en su perenne guerra por la construcción del relato político.