Susana Díaz aún no tiene decidido si dejará la Presidencia de la Junta de Andalucía si es elegida secretaria general del PSOE en las primarias por la dirección del partido a las que ha decidido concurrir. La también líder de los socialistas andaluces busca todavía una fecha para anunciar su carrera por el liderazgo del partido y es perfectamente consciente de que, en cuanto muestre sus cartas, la cuestión de la compatibilidad de cargos será usada como un ariete contra ella tanto por la oposición en Andalucía como por sus rivales dentro del PSOE.
Díaz ha manifestado a algunos referentes del partido fuera de Andalucía, con los que mantiene contactos habituales, que el cambio de rol será automático: si es elegida líder del PSOE hará las maletas y se dedicará al 100% a recuperar la fortaleza de la organización. Sin embargo, también les ha confesado que teme perderse en el "agujero de Ferraz", en referencia a la sede socialista, ubicada en el mismo edificio en el que murió Pablo Iglesias Posse, fundador del partido.
Muchos son los motivos que llevan a Díaz a dudar acerca de lo más conveniente para ella y el partido. Tiene la decisión tomada de presentarse a las primarias, independientemente del anuncio hecho por el diputado Patxi López, del que pudiera hacer el exlíder Pedro Sánchez o algún otro aspirante. Pero Díaz cree que, como presidenta de la Junta, ha gozado de unos altavoces y recursos inmejorables para hacer oposición al Gobierno de Mariano Rajoy y visibilizar un proyecto alternativo. Dejar la Junta de Andalucía significaría perder ese efecto multiplicador que la institución confiere a cada uno de sus mensajes, algo comprobado esta misma semana, cuando actuó como punta de lanza socialista por la armonización fiscal durante la Conferencia de Presidentes.
Sólo Ferraz es sinónimo de poco poder
Por otra parte, Díaz ve la sede socialista no sólo como un lugar físicamente poco acogedor sino como la plasmación de la falta de poder. De ganar las primarias, Díaz dirigiría el partido, pero a diferencia de sus predecesores no estaría en el Congreso de los Diputados al no tener acta en la Cámara Baja. Es allí donde cada miércoles se produce el duelo entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición. En ese hemiciclo, los grandes discursos en el debate de Presupuestos o sobre el estado de la Nación ayudan a consolidar la alternativa. Díaz podría ser nombrada senadora por designación autonómica y preguntar una vez al mes a Rajoy, pero el Senado, donde además el PP tiene mayoría absoluta, no tiene ni de lejos tanta importancia como el Congreso en esta legislatura.
Díaz habla a menudo con presidentes de otras comunidades autónomas, como Guillermo Fernández Vara (Extremadura), Ximo Puig (Comunidad Valenciana) o Javier Fernández (Asturias), este último también presidente de la Gestora. Pero también debate la estrategia con muchos otros referentes del partido y, en especial, con los ex secretarios generales José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba. Con el expresidente del Gobierno protagonizó un mitin multitudinario en Jaén en diciembre y con Rubalcaba coincidirá a final de mes en Alcalá de los Gazules (Cádiz).
Díaz promete a algunas de las figuras con peso fuera de Andalucía que tiene decidido dejar la Junta, aunque lo dice sin mucho entusiasmo. Éstas le advierten de que gobernar el PSOE requiere todas las horas del día y que, de compatibilizar cargos, algo estatutariamente posible, se desprendería el mensaje de que no va en serio y de que teme la magnitud de la tarea.
El gran problema de la sucesión
Dentro de Andalucía, con su reducido círculo de confianza, Díaz es mucho más cauta, consciente de que una vez que abra la espita, comenzará la carrera por la sucesión. Eso es algo que de momento quiere evitar a toda costa, especialmente por la cohesión interna lograda bajo su liderazgo tras muchos años de divisiones entre provincias y dirigentes. Primero una sucesión (la de Ferraz) y luego las demás.
El mejor situado para tomar las riendas del Gobierno autonómico es el actual vicepresidente, Manuel Jiménez Barrios. Según las fuentes consultadas, es a quien Díaz querría para ocupar su puesto los casi dos años que quedarían hasta marzo de 2019, cuando se celebrarían las próximas elecciones, salvo adelanto. Pero la figura de Jiménez Barrios es vista con escepticismo por algunos sectores del partido, que consideran que no tiene el perfil ni la proyección necesarias para afrontar con garantías la difícil situación que atraviesa el Ejecutivo autonómico y el partido.
Malos sondeos
Este mismo miércoles, el Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (EGOPA, considerado el CIS andaluz), señala una caída en intención de voto de siete puntos del PSOE y de tan solo unas décimas para el PP respecto a las elecciones de 2015. Es cierto que el PSOE sigue por delante del PP, pero por la mínima. Es cierto que no hay elecciones a la vista, pero también que el Gobierno gobierna con mucha menos comodidad en los últimos meses. Es cierto que el PSOE está en uno de sus peores momentos de la Historia, sin líder y tras el trauma de la abstención, pero no hay garantía alguna de que en un contexto tan delicado el nuevo liderazgo vaya a funcionar.
Sus colaboradores en Andalucía le piden que no cometa el error de abandonar prematuramente la Presidencia de la primera autonomía del país, con más de ocho millones de habitantes. Ella y el PSOE podrían perderlo todo en caso de que Díaz no lograra provocar un revulsivo que hiciera del PSOE de nuevo un partido ganador.
En Ciudadanos, partido que apoya en el Parlamento a Díaz, están convencidos de que la presidenta tratará de compatibilizar cargos, pero advierten de que, en caso contrario, el acuerdo entre ambos partidos la vincula específicamente a ella, no a un sucesor.
El PP y Podemos, por su parte, ya acusan ahora a Díaz de estar más pendiente de la situación interna del PSOE que de sus responsabilidades institucionales, por lo que cabe esperar que en cuanto anuncie su candidatura a la Secretaría General la presión sea constante para que revele sus planes. Por otra parte, Patxi López u otros candidatos podrían utilizar el argumento contrario y recriminar a la presidenta que plantee hacer del liderazgo del PSOE un trabajo a tiempo parcial.
Dedicación importante
"Zapatero era secretario general y presidente de Gobierno, el presidente del partido era vicepresidente [Manuel Chaves] y el vicesecretario general [José Blanco] era ministro de Fomento", dijo esta semana el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, en una entrevista con EL ESPAÑOL. "Lo que es obvio es que una parte importante de la Ejecutiva tiene que tener una dedicación importante", señaló, sin avanzar las intenciones de la presidenta. En público, los principales dirigentes del PSOE se limitan a leer los estatutos, que no impedirían a Díaz compatibilizar el liderazgo del partido y la Junta.
Ella misma se ha pronunciado en esos términos, según algunos sencillamente para ganar tiempo y no abrir el melón de la sucesión. "Se puede ser secretario general de un partido y presidente de Andalucía siempre y cuando se pongan por encima de todo los intereses de la gente. Ser socialista y defender esta tierra es algo indisoluble", dijo en noviembre, en una entrevista a Canal Sur. Parece obvio que lo que tendría que dejar sí o sí en caso de ganar las primarias es la Secretaría General de los socialistas andaluces, ya que pasaría a ser la líder de los de toda España.
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