Esconde el rostro, pero enseña los codos. También se levanta la camiseta para enseñar la cadera. Moratones, postillas. La huella de los golpes. Andrea -prefiere no desvelar su verdadero nombre- pide "el café más fuerte que haya" al camarero de una cafetería de Vallecas, a unos metros del estadio del Rayo. En este barrio, según ha denunciado, el portero de una discoteca le dio una paliza "por ser transexual". "No quiero que salga mi cara", pide antes de empezar. El miedo a que le encuentren.
Eran las cuatro de la mañana. Fue con unos amigos a la discoteca "de siempre". Salió a fumar un cigarro y el empleado de seguridad, tal y como apunta en la denuncia que acaba de efectuar en comisaría, le gritó: "Marica, no mereces vivir". No era la primera vez. Antes hubo más insultos, pero de otros porteros. "Le dije que no podía discriminarme así, que sólo por eso le podría denunciar. Él insistía en que yo no tenía derechos. No me quedé callada".
"Me pegó en la cabeza y caí inconsciente"
Con la última calada, volvió para dentro. Tomó un par de chupitos, bailó y salió a fumarse otro pitillo. Otra vez el portero. "Me dio un golpe en la cabeza y caí al suelo inconsciente. Cuando abrí los ojos, él me estaba dando patadas por todo el cuerpo". ¿Nadie hizo nada? "Según me contaron mis amigos, no pudieron salir a ayudarme porque él cerró la puerta del local". ¿Y la gente que estaba fuera? "No llamaron a la Policía".
La paliza, relata, terminó con su cara contra el asfalto. "Me pisó, ahora ya se me ha ido la marca, pero me duró un par de días. Lo hizo también por simbolismo, como para decirme que yo no valgo nada".
Amenazada de muerte en Honduras
Andrea es hondureña y una conocida activista en su país. Llegó a España en abril de 2016. No tiene papeles, pero sí un permiso de asilo político. "Escapé porque estaba amenazada de muerte. Una amiga no quiso huir y acabó asesinada. Fui maltratada psicológica, física y sexualmente. También por la Policía. Allí, si denuncias, se filtra y van a por ti".
Y ahora ha vuelto a encontrarse con el problema de la denuncia, aunque esta vez por motivos diferentes: "Mis amigos no pueden testificar en mi favor porque no tienen papeles". ¿Y qué opción queda? "Hay una señora peruana que vende empanadillas en la puerta de la discoteca. Creo que lo vio todo".
"Si lo veo, sé quién es"
Esos amigos, los que no pueden presentarse en comisaría, la llevaron al hospital al día siguiente, después de una noche "sin poder dormir, con un dolor horrible". El informe médico del hospital Infanta Sofía ya está en manos de los cuerpos de seguridad, que de momento han enseñado a la denunciante fotografías de varios empleados de la discoteca, "pero ninguno era el agresor".
Andrea lo reconocería. Incluso aceptaría un careo con él. "Español, rubio, de ojos claros, unos treinta años".
Candidata a diputada por un partido de izquierdas en Honduras, eligió España por su fama de país "acogedor y respetuoso con los derechos LGTBI". "Me equivoqué, estoy pensando incluso en mandar un comunicado a las organizaciones hondureñas. De verdad, defendí España a capa y espada y aquí he seguido siendo discriminada y ahora agredida".
"España no es lo que pensaba"
¿A qué se refiere en concreto? "Mi casero me ha amenazado con echarme, nadie me contrata como camarera. No he encontrado la vida que buscaba. Ha sido un despertar en el país que creía de las maravillas. Aunque aquí por lo menos sé que no me van a asesinar".
La Policía buscará testigos. Comprobará si la cámara de la puerta de la discoteca funcionó aquella noche. "Me siento limitada porque no conozco la ley de este país. Menos mal que me ayudan asociaciones como Arcópoli. Creo que tengo todas las de perder, pero no me voy a quedar callada".
En la mano tiene otra postilla, el 'quemazo' del cigarro que fumaba cuando la tiraron al suelo.