Unidad, unidad y, de postre, más unidad. Las bases de Podemos presentes en la segunda Asamblea Ciudadana de Vistalegre se desgañitaron este sábado reclamando a la cúpula dirigente que aparque sus diferencias y trabaje de forma conjunta para ganar las elecciones al PP. Obligados por sus seguidores, en un primer momento Pablo Iglesias e Íñigo Errejón escenificaban en el escenario una rebaja de tensión. Sin embargo, su distanciamiento es de tal magnitud que no podían disimular que en Podemos se vive un combate por el poder: la realidad es que solo se saludaron cuando era inevitable y apenas cruzaron palabra.
Abría la jornada Iglesias pidiendo a los presentes que no olviden que "la división trabaja para el enemigo" y apelando a "los vientos de cambio". Y arremetía con fiereza contra Mariano Rajoy y el PP. Algo que también hizo Errejón en su única intervención. Solo hubo un par de ataques más o menos velados: sin nombrarse, uno apelaba al otro. Ante los gritos de las bases, no podía hacerse sangre contra el rival. No habría golpes bajos.
Diferencias ideológicas
Iglesias decía que Podemos "no tiene que parecerse a los viejos partidos" y Errejón abogaba por "olvidarse de las viejas etiquetas" de la izquierda. El líder hablaba de construir "un bloque histórico" junto a "las formaciones hermanas" -léase IU- y su número dos defendía "crear un nuevo horizonte" basado en el concepto de pueblo. Meras diferencias ideológicas que a nadie sorprenden. Peccata minuta para el clima de enfrentamiento que se ha vivido en la semana precedente.
El combate esperado defraudaba a unos y otros entre continuos gritos de "unidad" del público. Nada de ataques personales. Ni una sola puñalada. Por un momento, parecía que los líderes de Podemos habían recuperado el espíritu con que se convocó este cónclave coincidiendo con el de la formación gobernante: polarizar del debate político contra el PP y presentarse como única alternativa de gobierno a los populares de Rajoy. Era un espejismo.
Enfrentamiento enfriado...e irrumpen los anticapitalistas
La realidad, tan tozuda como difícil de aceptar para sus seguidores, es que los lazos afectivos están rotos y el ambiente, aunque se disimulase otra cosa este sábado, es guerracivilista entre los afines a Iglesias y los partidarios de Errejón. Prueba de ello es que los dos líderes de Podemos, sentados a tres metros de distancia durante gran parte del día, apenas cruzaron palabras. La tensión era máxima entre ambos. Solo se saludaron cuando la situación (y la presencia de las cámaras) así lo exigían.
En los equipos de ambos contendientes se miraba con lupa cada gesto y cada palabra del oponente. Enfriaban el ambiente, sí, pero se mantenían vigilantes. Y tanto unos como otros se sorprendían al ver cómo el público aplaudía sobre todo a la corriente de los anticapitalistas que lidera Miguel Urbán. Para él y para su discurso, en el que reclamó la unidad -"no olvidemos quiénes somos, nuestros enemigos están fuera"- fueron las mayores ovaciones de la jornada. En la plaza de toros de Vistalegre, nadie cortó orejas -eso será este domingo, cuando se conozcan los resultados-, pero el único que podría haberse dado una vuelta al ruedo fue Urbán.
El tercer discurso de Iglesias irrita a Errejón
El frío que hacía en la plaza, las ovaciones a los anticapis y la ausencia de golpes bajos escondían el combate entre dos amigos ahora enfrentados. Pero un hecho cambió las cosas y provocó que resurgiese el enfrentamiento. Fue, como contó ya este diario, durante el tercer discurso de Iglesias, al final de la mañana. El líder de Podemos aprovechaba su debate contra Juan Ignacio Moreno Yagüe -el otro candidato a la secretaría general, sin ninguna opción y cuya intervención casi nadie escuchó- para hacer campaña a favor de su lista al Consejo Ciudadano Estatal.
Este hecho irritó sobremanera a Errejón y los suyos. Para ellos, fue un ejemplo más de juego sucio por parte de Iglesias, al que acusan también de chantajear a los votantes al plantear Vistalegre 2 como un plebiscito con su amenaza de marcharse si pierde cualquiera de las votaciones. Fue un choque fugaz, pero sintomático, porque demuestra que los ánimos, enfriados por las bases, seguían (y siguen) a flor de piel. Ánimos encendidos que se notan hasta en un aspecto tan anecdótico (y simbólico) como la forma de colocar las manos al lanzar vítores: los pablistas cerraban el puño y los errejonistas hacían el gesto de la victoria con dos dedos.
Ya por la tarde, volvió a evidenciarse el enfrentamiento entre los equipos de Iglesias y Errejón, cuyas relaciones están peor que rotas. Parte de ese núcleo duro del pablismo tan atacado antes del cónclave -Irene Montero y Rafa Mayoral- subía al escenario y presentaba un estilo mitinero, emotivo y visceral que volvía a enfadar a los errejonistas, que bromeaban comentando que "¿han dicho algo de sus documentos?". Otra prueba de la pelea larvada que se vive en Podemos, pese a los esfuerzos de sus bases por reclamar que se entierre el hacha de guerra.
Solo la abrupta aparición de un espontáneo durante la alocución de Rita Maestre generó sobresaltos durante el resto de la tarde. La primera jornada de este cónclave con sabor a combate decepcionaba a quienes esperaban golpes duros o bajos. Expectativas defraudadas, como en un gran choque futbolístico que termina 0-0 y sin grandes ocasiones de gol.
A las ocho de la tarde, más de 155.000 personas habían votado -récord histórico en España-. Ellos, los inscritos en Podemos, han decidido qué quieren para el futuro de un partido roto en dos mitades que tendrá difícil, casi imposible, recomponer esa unidad que tantó se escuchó este sábado en Vistalegre. Entretanto, las corrientes no se ponen de acuerdo ni en cómo hacer públicos los resultados este domingo.
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