Asamblea estatal de Podemos. Navajas y cuchillos, cuchillos y puñales. Ya Vistalegre no es tan alegre. Por las cercanías del coso la gente lleva un rictus como feliz, feliz de enterrar a Errejón.
Llueve en Madrid como si no hubiera un mañana. He tenido suerte en el empotramiento de Vistalegre 2. Me colé en el graderío como "compañera" -con una de las entradas que le sobraba a un grupo de chicas- y este domingo he entrado con todas las de la ley, como "compañero".
En el espacio habilitado con cintas para los fumadores desfilan las familias del podemismo para deshojar sus diagnósticos. Se habla mucho de "unidad", pero todavía se mira más de reojo.
Pasa alguien regalando un pasquín de El militante, donde se le pide a Iglesias que no se desvíe de la ortodoxia a la vez que se pone a caer de un burro a Errejón. Pero hay más ganas de cantar que de leer. Lástima. Cuando ponen L'Estaca del Llach, muchos mueven los labios para hacer como que se la saben.
Una gitana lucha contra los elementos tratando de vender colgantes morados con una bruja como crucifijo apócrifo. Le pregunto por la religión laica de Vistalegre 2 y me sale por peteneras. Sólo quiere colocar el colgante chungo.
A la salida, con el quórum pablista aún en los tendidos, voy preguntando por las tascas. Y "¿qué hacemos con Íñigo?", inquiero, y me responde un señor con pendientes e ironía: "Aquí cabemos todos".
Parece que la consigna es ir de "morado", y una tipa pasa con un paraguas morado, claro, que le dieron en la Federación Internacional de Esquí. Vuelan las fotografías bajo los chuzos de punta para inmortalizar Vistalegre 2, aunque no todos han salido vivos. "Quedémonos con unidad", cantan por la tasca.
Dicen que la coña gaditana da las verdades del barquero: y el caso es que un señor de Cádiz viene denunciando al "caudillo Iglesias" mientras varios paisanos de Jerez brindan por el Coleta. Como al final se van juntos en coche, uno supone que encontrarán la unidad podemita a la altura de Manzanares.
Insisto con Errejón, ahora con acento carabanchelero: "Que se pire ya", me responden. En la tasca los pablistas chocan las cervezas a la hora del vermú.
Qué cosas. Unos metros más adelante vuelvo a hurgar a unas señoronas de Gijón: "La gente esperaba que nos matáramos, y no nos hemos matado". Pregunto por Errejón y alabo su "belleza" en la derrota... Me responden con un Julio César de baratillo: "¿Tú también, hijo mío?". Iglesias es doncel triunfante y Errejón no llega a Bruto porque no ha logrado el magnicidio.
Y llueve, y la gente se va con la esperanza del CIS, y con el morbo de una guerra civil entre la socialdemocracia y lo otro. Madrid, febrero y la sangre morada. Y al final, todos tajaos.