Esperanza Aguirre, el último cadáver que ve pasar Rajoy desde su sillón
El presidente del Gobierno se queda sin adversarios dentro del PP. Todos los afines a Aznar han desaparecido del mapa.
24 abril, 2017 17:45Noticias relacionadas
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Con su dimisión de este lunes, Esperanza Aguirre es ya el penúltimo cadáver político que ha visto pasar Mariano Rajoy desde su sillón en el Palacio de la Moncloa. Allí, sentado cómodamente y fiel a su quehacer político que consiste en no hacer nada a la espera de que los acontecimientos sucedan y no le perjudiquen, el presidente del Gobierno se ha ido quedando sin adversarios en el Partido Popular.
Los 'aznaristas'
La lista de caídos es casi interminable. Más de cien negritos que han desaparecido del mapa político sin remisión. Entre ellos, todos los afines a José María Aznar que en su día podrían haberse enfrentado a Rajoy: Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja, Eduardo Zaplana, María San Gil, Ángel Acebes o la propia Aguirre. Ni rastro queda del aznarismo en el PP.
Los críticos
Las escasas voces críticas que en algún momento se postularon como alternativa a Rajoy dentro del PP también son historia, como Juan Costa o Cayetana Álvarez de Toledo. El principal feudo de oposición interna a Rajoy en los últimos años ha sido una parte del PP de Madrid. La operación Púnica, en su momento, y la operación Lezo, ahora, han rematado a los previamente caídos Francisco Granados e Ignacio González, respectivamente. Y, por extensión, dichas operaciones contra la corrupción galopante del PP madrileño han acabado con la carrera política de Aguirre.
Y hasta los 'rajoyistas'
También algunos rajoyistas se han esfumado de la primera línea de la cosa pública sin erosionar demasiado a quien les colocó en sus puestos de poder. Son los casos de los ministros dimisionarios Ana Mato o José Manuel Soria. Y también de tres grandes apoyos de Rajoy en el congreso de Valencia de 2008 como la exjefa del PP catalán Alicia Sánchez-Camacho, la fallecida Rita Barberá y el caído en desgracia Francisco Camps.
Todos ellos, aznaristas, críticos y hasta rajoyistas, han sido abrasados por la corrupción, por las mentiras o por las puñaladas típicas de la política. Y entretanto Rajoy sigue a lo suyo, sentado en el sillón de Moncloa, imperturbable, como si estas cosas no fueran con él.