La Corona vive momentos convulsos. Felipe VI tiene ante sí una lista interminable de obstáculos para consolidar el futuro de la institución. La prueba más evidente de las dificultades es que su único paso en falso en tres años de reinado -excluir a su padre del homenaje a la Transición- ha provocado una reacción política que va más lejos de la mera crítica a un error, por muy grande que sea.
EL ESPAÑOL informó la semana pasada de la preocupación que hay en Zarzuela por las tensiones en la izquierda española. En Palacio temen que la lucha por la hegemonía de un espacio político ahora mismo en disputa derive en una apuesta republicana. Si hay un objetivo que se ha marcado Felipe VI es recuperar la imagen de la monarquía como símbolo de unidad y valores. El rey entiende que la supervivencia de la Corona a medio plazo depende de ello.
Pero la monarquía no afronta solo problemas de índole política. La compleja convivencia de dos reyes vivos, la difícil relación de la reina Letizia con Juan Carlos I, la situación procesal de Iñaki Urdangarin y la guerra de comisarios en las cloacas del Ministerio del Interior son un cóctel explosivo que amenaza con estallarle Felipe VI en el peor momento.
El soplo de aire fresco que supuso para la Corona la abdicación de Juan Carlos y la llegada al trono de Felipe VI no ha durado demasiado. Los tres años transcurridos desde su proclamación no sólo han alterado el mapa político español sino que además han puesto en jaque el modelo de Estado surgido de la Transición. El rey ha lidiado con un bloqueo político inédito, el juicio a su hermana la infanta Cristina, un inagotable proceso soberanista en Cataluña de difícil resolución, los estertores de la crisis económica y una batalla fratricida en el PSOE, segunda fuerza política del país, resuelta a favor de las tesis más izquierdistas de Pedro Sánchez.
La vía republicana
El primero en abrir el debate sobre la idoneidad de la monarquía ha sido Pablo Iglesias. Pensado de antemano o no, el resbalón de Felipe VI al vetar a su padre sirvió de excusa al líder de Podemos para cuestionar el papel que juega el rey en España. Iglesias aprovechó además para poner en un brete al PSOE, con el que vive una luna de miel desde la victoria de Sánchez en las primarias.
"Si eres jefe del Estado te tienes que plantear que representas tú. Si eres un símbolo que puede servir para construir un proyecto común o lo contrario y eres un límite para la construcción de un proyecto común", dijo.
Iglesias arremetió contra el discurso de Felipe VI, le acusó de comprar el argumentario de la derecha y se preguntó si España no estaría más unida sin la Corona. Iglesias dijo que la intervención de Felipe VI no gustó ni al PSOE. El mensaje es la primera invitación envenenada a Sánchez. No está claro si el PSOE recogerá el guante. De hecho, nada hace pensar que lo hará. Pero nadie creía que el socialismo abrazase la plurinacionalidad de España, y lo ha hecho. Cualquier volantazo en el discurso del PSOE puede alumbrar un frente amplio de izquierda republicana, apoyado probablemente por nacionalistas e independentistas en general.
Institución transversal
El giro del PSOE lleva preocupando a la Casa Real desde que se inició el proceso de primarias. Felipe VI teme que la Corona quede vinculada al PP, en lugar de ser una institución transversal de todos los españoles. En el pasado congreso federal, el PSOE frenó a última hora una enmienda a favor de un referéndum entre monarquía o República. La iniciativa partió de las Juventudes Socialistas, pasó el corte de la comisión de trabajo y teóricamente debió haberse votado en el plenario del congreso. No se hizo, pero el gesto evidencia que hay un sector de la militancia socialista que está cómodo en el debate monarquía o república.
De hecho, la mención a los jóvenes fue otra de las más relevantes del secretario General de Podemos en su conferencia de El Escorial. Iglesias dijo que la juventud ha entendido mayoritariamente que lo lógico es votar a un jefe del Estado. Si hay un grupo de edad en el que flojea el apoyo a la monarquía es el de los españoles de entre 18 y 30 años. Así lo recogen todas las encuestas, que siguen aprobando a la Corona. Los jóvenes no vivieron la Transición y han conocido quizá la peor época de la monarquía. Felipe VI es consciente de que debe conquistar a ese público.
Pero la política no es el único problema con el que tiene que lidiar Felipe VI. La convivencia con su padre no está resultando sencilla. Las teorías sobre su exclusión del acto del Congreso son muchas. La realidad es que hay un choque de legitimidades mal resuelto. El actual rey quiere una monarquía sólida, no juancarlismo. El emérito sigue manejando una agenda propia que, en muchas ocasiones, no está alineada con los objetivos del actual monarca. La situación es una fuente inagotable de conflictos.
Villarejo y Corinna
El frente familiar no termina ahí. Hay otros asuntos que amenazan la estabilidad de la Corona. La guerra de comisarios en las cloacas de la Policía tiene en el punto de mira al rey emérito. En su entrevista con Jordi Évole, el comisario Villarejo reveló parte de un menú del que dispone. En concreto, una supuesta conversación del director del CNI, el general Félix Sanz Roldán, en la que presuntamente le dice a Corinna que no puede garantizar su seguridad y la de sus hijos después del accidente de Botswana. El CNI no se ha pronunciado al respecto.
A Felipe VI le queda pendiente el trago del empresario Javier López Madrid, con Villarejo también de por medio. La relación entre ambos se rompió tras la publicación de los famosos mensajes de compi yogui. Pero la causa contra López Madrid por el caso de la doctora Pinto es un culebrón que le va a seguir persiguiendo por su amistad pasada.
Por último, y no por ello menos importante, está Iñaki Urdangarin. El Supremo debe resolver el recurso contra su condena a más de seis años de cárcel por el caso Nóos. Si se mantiene la sentencia, entrará casi inmediatamente en prisión. El golpe para Felipe VI y su familia será grande. Pero es que si el tribunal rebaja la condena, las críticas pueden ser iguales o peores.
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