Barcelona

El 8 de octubre del 2017 quedará guardado en la memoria colectiva como un día importante en la Historia de España. Centenares de miles de personas desbordaron Barcelona este domingo en una manifestación a favor de la unidad nacional que superó todas las expectativas. La movilización fue fundamentalmente catalana. Si el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, tenía a las empresas en contra de la declaración unilateral, la calle le ha advertido ahora de que también plantará cara a la independencia.

El 8 de octubre ha entrado en ese selecto calendario de fechas en las que todo el mundo recuerda dónde estaba o qué hacía. El relato no es sólo oral. Es audiovisual y está en internet. La manifestación de Barcelona fue una fábrica de imágenes inolvidables para la memoria de un país. Muchas se compartieron por Whatsapp y otras se subieron a YouTube. 

La marcha se convirtió, por un lado, en la catarsis colectiva de gran parte de un país que defiende el marco constitucional y, por otro, en la respuesta a siete días de una tensión sin precedentes desde la Transición. El proceso separatista ha despertado el sentimiento más identitario de España como Nación. No sólo por la cantidad de banderas que inundaron Cataluña, sino por la sensación solidaria de pertenencia a un colectivo.   

El primer señalado por el éxito de la convocatoria es Puigdemont. El presidente de la Generalitat tiene unas horas para decidir si recula o se lanza sin paracaídas a la independencia. El martes comparece en el Parlament. Y lo hace sabiendo que el tejido empresarial huye en desbandada y que que al menos hay una mitad de Cataluña dispuesta a responder en la calle a su desafío. Puigdemont tiene la última palabra, aunque según su entrevista al programa 30 minutos de TV3, sigue dispuesto a ejecutar los resultados del referéndum y declarar la independencia. El Gobierno responderá entonces con el artículo 155, como ya ha informado EL ESPAÑOL. 

Manifestación Barcelona (Jorge II)

Manifestación catalana

La manifestación de Barcelona fue fundamentalmente catalana. Había miles de españoles venidos de otros puntos de la península, pero sobre todo había catalanes. Negar esa realidad es como hacerse las mismas trampas al solitario de los que cuestionan la asistencia a las protestas del separatismo. Que la manifestación era catalana se notaba en las conversaciones, en la cantidad de senyeras que acompañaban a las banderas españolas y en los mensajes que se cantaban. "¡El silencio se acabó!" o "¡Aquí está la mayoría silenciosa!" eran algunos de ellos.

¿Fachas? Tampoco eran. Y lo cantaban: "¡No somos fachas. Somos españoles!". La mezcla en las calles era curiosa. Había españoles de sentimiento (de toda la vida) y españoles constitucionales. Se trata de un nuevo género de defensores del actual modelo de convivencia. Ellos lideraban los cánticos tipo "¡Visca España y viva Cataluña!" o la versión del soniquete mundialista "Yo soy catalán, catalán y español".  

Es difícil precisar cuando se activó la respuesta al independentismo en la calle. Pero ha sido masiva. Un millón, medio millón o menos. Pero muy masiva. La mayoría de los manifestantes coincidía en el mensaje del Rey como punto de inflexión. Pero lo que todos admitían es que era una suma de factores: Felipe VI, la persecución a policías y guardias civiles después del 1-O y, sobre todo, el temor al abismo de una independencia no deseada.

"No había ido nunca a una manifestación, pero es que ya me han tocado los cojones", decía Carles, uno barcelonés molesto por todo lo que está ocurriendo.

Manolo Escobar

La manifestación fue rica en matices. Por momentos, parecía un capítulo de Cuéntame. Los vivas al Rey se mezclaban con cánticos a favor de la democracia, la convivencia, la libertad y el viejunoEspaña, unida jamás será vencida!". Sí. Cánticos a favor de la democracia y la convivencia en el año 2017, no en 1975. Era una día especial en Barcelona. Las ventanas de las que colgaban esteladas tenían las persianas cerradas, mientras que los balcones con banderas de España o Cataluña eran una fiesta. "¡No estáis solos!", gritaban los manifestantes. Los barceloneses de esas ventanas lloraban de emoción.

Manifestación Barcelona (Jorge)

No faltó tampoco Manolo Escobar. España sigue sonando a copla. En Cataluña, Manolo Escobar se ha convertido en símbolo de la resistencia al independentismo desde el famoso vídeo de la terraza. Había megáfonos que repetían en bucle el célebre "¡Qué viva España!". Frente a una de las sedes de Omnium Cultural, un vecino pinchaba una y otra vez el himno nacional. Barcelona era una bendita locura

El gentío era de tal calibre que el recorrido se quedó pequeño. Muchos optaron por desplegarse en otros lugares de la ciudad: Paseo de Gracia o Plaza Cataluña. No se produjeron incidentes. La Guardia Urbana veló por la seguridad durante toda la jornada, con los cuestionados Mossos en un discreto segundo plano.

Quizá uno de los momentos más emotivos era el paso de la manifestación por delante de la Jefatura Superior de Policía Nacional en la vía Laietana. Los aplausos y cánticos de "¡Esa es nuestra Policía!" emocionaban a los agentes que seguían la marcha desde dentro del edificio. Muchos de ellos salían al balcón, aplaudían, jaleaban a los manifestantes dándose golpes en el pecho y, en algunos casos, besaban la bandera española ante el delirio general.

Contra Puigdemont y TV3

Puigdemont y TV3 fueron la diana preferida de los manifestantes. A la cadena autonómica se le acusaba de "manipulación". Para Puigdemont se pedía la cárcel. No hubo cánticos específicos contra el Gobierno, pero sí muchas críticas y preocupación en los corrillos.

El jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, mandó un tuit de apoyo a los manifestantes. El único líder nacional en la manifestación fue el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. Si alguien sobresalió en los discursos finales fue el socialista Josep Borrell, a quien alguien definió como el Gordon Brown español. Su mensaje, en catalán, contra el nacionalismo fue rotundo y muy bien recibido. Tardará tiempo en olvidarse.

Rajoy está liberado para actuar. Su respuesta a Puigdemont definirá el final de esta crisis que se acerca a su epílogo. Las elecciones en Cataluña son seguras. En el resto de España, todavía están en el aire. Nadie olvidará el 8 de octubre del 2017.

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