El presidente del Gobierno se encuentra en plena forma y su intención es "agotar" la legislatura y volver a presentarse a otra reelección. "Me encuentro muy bien, ¿no se me nota?". Mariano Rajoy quiso enterrar el eterno debate de su sucesión en las celebraciones del 39 aniversario de la Carta Magna y reconoció ante los periodistas que se encuentra "muy tranquilo. ¿Por qué no voy a volver a presentarme si no he hecho nada tan malo?", reflexionó sin tapujos.

Con esta afirmación, el jefe del Ejecutivo también quiso poner en cuarentena el acuerdo de limitar los mandatos del presidente que firmó con Ciudadanos para sacar adelante su última investidura. "¿Qué debate es ese?", se preguntó cuando se le dejó caer que, según lo pactado con Albert Rivera, esta debería ser su última legislatura en Moncloa.

El PP se presentó por primera vez con Rajoy como candidato el 14 de marzo de 2004. Durante la campaña, el candidato vendió el milagro económico de las dos legislaturas de José María Aznar con el eslogan "juntos vamos a más". Trece años después, el presidente ha roto prácticamente la relación con su antecesor y se limita a decir irónicamente que "me llevo muy bien con él, como todo el mundo sabe" cuando se le pregunta por su amistad. Aznar renunció a ser presidente de honor del PP y se limita a ser y a ejercer como un militante de base más, desencantado con el camino que ha elegido su sucesor.

Incansable

Tras el fiasco de su primera vez por los terribles atentados del 11-M, lo volvió a intentar sin éxito en 2008, el momento cumbre de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero no se cansó. Su recompensa llegó el 20 de noviembre de 2011, cuando ganó con 186 escaños, más que Aznar en sus mejores tiempos.

Ya convertido en presidente, supo desde el primer momento que la crisis podía devorarle como lo hizo con Zapatero. Por eso su primera decisión tras constituir a su gabinete fue anunciar una fuerte reducción del gasto público para controlar el déficit presupuestario y continuó con más políticas de ajuste con grandes reformas, como la laboral, que provocó una huelga general el 29 de marzo de 2012.

Su liderazgo en tela de juicio

El 20 de diciembre de 2015 España votó cambio y el fin de las mayorías absolutas. Rajoy adelgazó su presencia en el Parlamento y se quedó con solo 123 escaños, el peor resultado electoral desde 1989. Su liderazgo volvió a ponerse en tela de juicio, sobre todo cuando dijo a un recién estrenado Felipe VI que renunciaba a formar Gobierno porque no todavía no tenía apoyos.

Aquella jugada dejó boquiabierto a todo el arco parlamentario y Pedro Sánchez lo intentó. Fiel a su estilo, Rajoy esperó que volviera a llegar su tiempo. El secretario general del PSOE puso en marcha el reloj presentándose a una investidura que resultó fallida y se volvieron a convocar elecciones para el 26 de junio.

Era la quinta vez que el presidente en funciones se presentaba y el debate sobre su idoneidad estaba más abierto que nunca. El jefe del Ejecutivo y presidente del PP aguantó estoicamente todos los envites que le llegaban por todos lados y esta vez sí consiguió sacar adelante una investidura además de provocar otro terremoto: sacar a Pedro Sánchez del Parlamento por no abstenerse ante su investidura.

Con la disciplina que caracteriza al Partido Popular, pocos levantaron la voz entonces y muchos menos lo hacen ahora, cuando Rajoy está dispuesto a presentarse por sexta vez. Todos coinciden en que los estatutos son muy claros: "El presidente nacional del PP, elegido por el Congreso, será el candidato del partido a la presidencia del Gobierno. En el supuesto de dimisión, fallecimiento o incapacidad, la Junta Directiva Nacional, a propuesta del Comité Ejecutivo Nacional, designará al candidato del PP a la presidencia del Gobierno cuando no pudiera celebrarse un congreso extraordinario".