El Gobierno ha optado por no esperar a que se celebre el debate de investidura de Carles Puigdemont para recurrirlo ante el Tribunal Constitucional basando su recurso en un argumento: el candidato propuesto por el presidente del Parlament, Roger Torrent, es un prófugo de la justicia que se enfrenta a delitos gravísimos. En esta alteración de guion, el Ejecutivo ha cambiado de socio preferente y ha optado por mantener informado de cada uno de sus movimientos a Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE que renunció a su escaño para no abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. Además, el presidente del Gobierno ha preferido ignorar por completo a Albert Rivera, el líder con el que firmó un acuerdo de investidura hace año y medio para poder mantenerse en la Moncloa.
Hasta esta misma semana, en el Gobierno trabajaban con la hipótesis de que ningún hecho que se haya consumado podía ser impugnado. Sin embargo, ante un "escenario inédito", el Gobierno ha optado esta vez por adelantarse a lo que pueda pasar el martes, cuando se cumplen los diez días que establece el reglamento del Parlament para celebrar un debate de investidura, y ha pedido al Alto Tribunal la impugnación de la futura sesión plenaria porque sobre el candidato elegido "pesan unos delitos muy graves y está fugado de la Justicia".
El Ejecutivo central pidió respaldo a la ofensiva que iba a lanzar al partido que lidera Sánchez y los socialistas le dieron apoyo antes incluso de que el Consejo de Estado emitiese un dictamen desfavorable para Rajoy. El órgano asesor recordó al Ejecutivo en ese documento que no se puede recurrir con una mera hipótesis. Sin embargo, el Gobierno considera que recurrir es su obligación porque gobernar implica "una responsabilidad": actuar para que todos los ciudadanos cumplan la ley.
El Gobierno no quiere frenar el desafío secesionista solo y busca constantemente al PSOE para trazar juntos una estrategia de defensa del Estado de derecho. Tanto antes como después de pedir el informe al Consejo de Estado, miembros del Ejecutivo central han estado en permanente contacto con el partido socialista. Nadie de Moncloa levantó el teléfono para informar a Albert Rivera ni a su equipo sobre los pasos al frente que iba a dar el Ejecutivo.
Evitar la investidura de Puigdemont
La obsesión del Gobierno de aquí al martes es evitar "a toda costa" que Carles Puigdemont pise el Parlament para ser investido presidente. Sería otro fracaso del Gobierno de mayor calado que el fiasco gubernamental del 1 de octubre, cuando Rajoy prometió que no se celebraría ningún referéndum y toda España vio Cataluña inundada de urnas de plástico.
A pesar del desplante del Ejecutivo, Ciudadanos mostró este viernes su respaldo unánime a la decisión del Gobierno para seguir adelante con el recurso ante el TC. Rivera no pudo esconder su malestar al enterarse de que Rajoy sí había informado a Sánchez de su iniciativa y a él lo había ignorado. "Algunos piensan más en su partido que en España", reprochó el líder de Cs desde Toledo, donde la cúpula del partido se reclutó durante dos días para analizar su estrategia a desarrollar para este año.
Estrategia electoral
En esta nueva estrategia que ha elegido el Gobierno de contar con el PSOE e ignorar a Ciudadanos hay quien ve una manera de resarcir que Albert Rivera no cediese un diputado al PP para poder formar un grupo propio en el Parlament. En el Gobierno se escudan en que ellos rinden cuentas "ante quienes nos las piden". Sin embargo, el propio Rivera recordó el viernes por la mañana que es el Gobierno quien tiene que dar un paso al frente y, por tanto, es Rajoy quien tiene que comunicar al resto de portavoces parlamentarios sus intenciones. "Nosotros pensamos que es un tema de España. Y a pesar de los errores del PP nos importa España y somos leales", añadió Rivera.
Rajoy tampoco olvida el revolcón electoral del 21-D. El presidente del Gobierno quiere marcar una estrategia definida para desgastar a Ciudadanos y recuperar parte de su electorado que ya vota al partido que lidera Rivera. En el Ejecutivo no olvidan que la próxima cita electoral llegará dentro de un año y el PP tiene que estar preparado para poder ganar y amortiguar el zarpazo de Cs. Gran parte de ese triunfo o de ese fracaso dependerá de cómo sea capaz el Ejecutivo de neutralizar el desafío secesionista y, por si acaso, ya se guardan las distancias con el partido naranja.