"Esto se ha acabado. Los nuestros nos han sacrificado". El impacto de los mensajes de Carles Puigdemont a Toni Comín ha sacudido el proceso político en Cataluña de una forma inesperada. El desahogo del ex presidente de la Generalitat, revelado por una cámara indiscreta del programa de Ana Rosa en Tele 5, ha sido un harakiri político autoinfligido que sirve en bandeja a ERC y el PDeCAT la búsqueda de un candidato alternativo.
Puigdemont ha tratado de justificar lo ocurrido en un momento de debilidad transitoria. Pero la confesión ha evidenciado que una cosa es lo que dice en público -"el único candidato posible soy yo"- y otra muy distinta lo que verdaderamente piensa. Los mensajes han anulado por completo el debate entorno al impasse político que se vive en Cataluña, y que sigue pendiente de resolución. La investidura está suspendida, nadie sabe si el reloj está corriendo ya hacia nuevas elecciones y el teórico candidato del separatismo está en Bruselas y admite, al menos en privado, que no tiene opciones.
Distancia entre ERC y JxC
La disparidad de criterios y estrategias entre ERC y Junts per Catalunya (JxC) es ya tan evidente que nadie se empeña demasiado en negarla. La negativa de Roger Torrent a celebrar el pleno de investidura ha abierto un cisma en el separatismo que viene de lejos. Según varias fuentes consultadas, la distancia quedó en evidencia en el enfrentamiento que se vivió entre los representantes de los dos grupos en la reunión de la Mesa del Parlament que se celebró tras el anuncio de Torrent.
La formación republicana reclama a Puigdemont un programa de gobierno claro y una hoja de ruta. ERC tiene interiorizado que no conviene un nuevo periodo de enfrentamiento directo y constante con el Gobierno. Mientras que Puigdemont, salvo que diga lo contrario en el último momento, quiere todo lo contrario.
En los mensajes, Puigdemont concede la victoria "a Moncloa" y asegura que si su renuncia no supone que la salida de prisión de los encarcelados Oriol Junqueras, Jordi Sánchez, Jordi Cuixart y Joaquim Forn el "rídiculo será histórico". El Gobierno, a través del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, ha negado la existencia de un pacto con el separatismo.
"Desconfianza" en Moncloa
De hecho, ni el Gobierno, ni Ciudadanos, ni el PSOE dan por muerto el proceso separatista. Es cierto que todos han coincidido en subrayar que el desliz de los mensajes demuestra que Puigdemont sabe en qué punto está el desafío. El punto muerto, pero nadie quiere fiarse todavía. Fuentes de Moncloa consideran que los mensajes se suman a la larga lista de pruebas que han desacreditado el procés, como la salida de empresas, pero que han tenido escaso impacto tanto electoral como en el separatismo.
La palabra que resume el sentir del Ejecutivo es "desconfianza". Las lecciones de octubre así lo aconsejan. Y en Moncloa nadie quiere bajar la guardia ante cualquier movimiento de las fuerzas independentistas. Los sectores de ERC y el PDeCAT que quieren pasar página a la era Puigdemont siguen existiendo, pero sigue siendo una incógnita si darán el paso definitivo.
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