Sevilla

Se llama Francisco Javier Lobo Caballero, tiene 50 años, es alcalde de Jimera de Líbar (Málaga), con 396 personas censadas, y se enteró por EL ESPAÑOL de que el presidente del Gobierno había puesto este domingo su tierra en el mapa. “Me ha pillado trabajando”, se justifica; “estaba supervisando las obras” de la plaza del pueblo.

Cuando Mariano Rajoy cerraba la Convención Nacional del Partido Popular en Sevilla y alertaba a los suyos de que hasta “el alcalde del pueblo más humilde de la sierra de Grazalema tiene más experiencia de gobierno que esos inexpertos lenguaraces que tantos consejos regalan”, en referencia a Ciudadanos, el alcalde del pueblo más humilde de la sierra de Grazalema no escuchó la alusión. En el corazón de la sierra hay 23 municipios, de los cuales sólo dos están gobernados por los populares. El más pequeño de todos es Jimera de Líbar.

Rajoy carga contra Ciudadanos

Lobo es, de profesión, guardia civil. Y decidió presentarse a la Alcaldía en 2015 para sustituir a su mujer, Mayte, cansada ya de dirigir el ayuntamiento. Obtuvo el 85% del respaldo de sus vecinos y cuenta con cinco de los siete concejales del Consistorio. Ahora ella trabaja en una empresa cárnica familiar y es la teniente de alcalde. Él cobra 1.500 euros al mes, ella ni un céntimo. Hay quien ha querido ver en José Ramón Becerra, alcalde de Prado del Rey (Cádiz), al aludido por Rajoy. Pero Becerra, también del PP, dirige un municipio mucho mayor, de 6.000 habitantes.

¿Una broma radiofónica?

Lobo, que cuando es contactado por EL ESPAÑOL piensa que se trata de una broma radiofónica, ha coincidido una sola vez en su vida con Mariano Rajoy. Fue en una comida en Málaga hace dos años. Se saludaron, pero él no milita en el partido, por eso no estaba muy al tanto de la trascendencia de la Convención de Sevilla. Su vocación política se reduce a querer ayudar a sus vecinos y conseguir que los “grandes políticos miren y cuiden” a los pueblos pequeños como el suyo. “A mí me apasiona la alcaldía. Cualquier proyecto que lleves a cabo en un pueblecito tan pequeño es una maravilla”, reconoce.

Lobo habla con sencillez y evita cualquier polémica de la actualidad. Sobre el máster de Cristina Cifuentes dice que cree en la palabra de la presidenta madrileña: “Si la muchacha dice que lo tiene, dirá la verdad”. Y evita pronunciarse sobre el órdago secesionista liderado por Carles Puigdemont“Ese asunto lo veo muy mal”.

Al ser un alcalde sin carné político reconoce abiertamente que Ciudadanos es un partido “que no me disgusta”, aunque no le perdona que quiera “eliminar los ayuntamientos de los municipios menores de 5.000 habitantes. Poner a una persona de confianza para hacer la función de alcalde es imposible. Si quitan los pueblos chicos desapareceremos de forma acelerada”. Lo dice él, que conoce al detalle todos y cada uno de los problemas de sus vecinos y trabaja siete días a la seman para resolverlos, como este domingo. “Pago 30 nóminas a principios de mes. Si se quitara mi ayuntamiento, por ejemplo, serían 30 familias que se quedarían sin empleo. ¿Qué harían? ¡Se irían!”. Para aquellos regidores de grandes ciudades que piden dinero a Cristóbal Montoro, un aviso: “No debemos dinero a nadie: ni a proveedores ni a trabajadores. A primeros de mes, todo liquidado”.

"Hace falta sangre nueva en el PP"

Lobo habla con mucha prudencia sobre Mariano Rajoy, pero admite que es  “un político que me gusta” y considera que está haciendo un buen trabajo. Sin embargo, cuando se le pregunta por la posibilidad de que volviera a encabezar la lista de su partido en unas futuras elecciones, el alcalde del pueblo más humilde de la sierra de Grazalema lo tiene clarísimo: “Hace falta sangre nueva”.

Su gran obsesión es que “la política nacional se interese por favorecer a las zonas rurales. Si no están implicados buscando soluciones para llenar de vida estos municipios, desapareceremos”, insiste, e invita a Mariano Rajoy a visitar su sierra cuando lo desee. “Estaremos encantados de recibirle” y de explicarle cómo se sienten los regidores de los rincones más apartados. “En un bloque de pisos de Madrid puede haber más gente que en todo mi pueblo. Pero si los políticos grandes no hacen políticas que nos ayuden a sobrevivir, el mundo rural está condenado a la muerte”, asegura.