Cinco meses después de su detención, todavía nadie ha conseguido explicar cómo entró Igor el Ruso en España. Norbert Feher escapó de Italia en abril de 2017 y no se supo nada más de él hasta la madrugada del 15 de diciembre, cuando fue detenido en Mirambel (Teruel) tras haber asesinado a sus tres últimas víctimas. Qué hizo durante los ocho meses que duró su última huida sigue siendo el gran misterio de un caso en el que quedan muchas dudas por resolver.
El asesino confeso de dos guardias civiles y un ganadero en Andorra (Teruel) pasaba por los inhóspitos montes del Bajo Aragón cuando intentaba alcanzar Cádiz y cruzar el Estrecho, según ha podido saber EL ESPAÑOL del entorno más próximo al asesino. Igor el Ruso planeaba "empezar una nueva vida en Marruecos", lejos de Europa, donde acumulaba varias órdenes de detención por al menos dos asesinatos más, atracos, tenencia ilícita de armas y delitos de agresión sexual.
El Juzgado de Instrucción número 2 de Alcañiz (Teruel) que instruye el caso mantiene bajo secreto de sumario los datos del ordenador y de los dos teléfonos móviles que el criminal llevaba encima cuando fue detenido. Sin duda, la información que guardan esos dispositivos servirá para terminar de construir cómo llegó a España, dónde estuvo y si alguien le dio cobertura durante el tiempo que permaneció huido.
Desde que el ministerio del Interior tuvo constancia el 8 de septiembre de que Feher podía haber encontrado refugio en España tras emprender su huida, la Policía Judicial lo buscó sin éxito precisamente en Andalucía, donde el criminal tenía que llegar si quería alcanzar su siguiente objetivo: alcanzar Marruecos para desaparecer para siempre de Europa.
Para localizar a Feher, la Policía Judicial puso en marcha la Operación Servika, una investigación que se centró en el Sur de España porque "había rastro" en esa zona de que se hubiera asentado un grupo dirigido por el belga Ettouhami El Mehdi, un individuo que se dedicaba a la "falsificación de documentos" y que podría haber dado cobertura al fugitivo serbio, según el chivatazo que ofreció un preso italiano a fuentes de la investigación. Igor el Ruso necesitaba una nueva identidad para empezar una vez más otra vida y El Mehdi era la persona que necesitaba para cambiarse de nuevo el nombre, como ya hizo en el pasado más de una veintena de veces.
Dos carabinieris se desplazaron hasta Cádiz y Málaga para buscar a este asesino que había sembrado el pánico en Italia. Inspeccionaron una vivienda cerca del río Guadarranque en Algeciras y rastrearon la zona de Los Barrios, en Sotogrande. También se preguntó por él en casinos de Sevilla y Gibraltar. Todos los esfuerzos fueron en vano. No identificaron ni una sola pista que les condujera a él porque, en esas fechas, ya robaba en las casas de campo del Bajo Aragón.
Feher encontró en el Bajo Aragón su refugio perfecto porque, a pesar de que disparó a matar -sin éxito- a dos vecinos de Albalate del Arzobispo (Teruel) el 5 de diciembre, la Guardia Civil de la zona no desplegó un dispositivo acorde a los acontecimientos para atraparlo. Así lo testificó esta misma semana ante la juez que instruye el caso el capitán de Alcañiz encargado de la operación, que reconoció en sede judicial que el operativo especial para cazarlo no se puso en marcha hasta que el criminal consiguió asesinar a tres personas nueve días después de su primera tentativa de homicidio. El oficial ni siquiera sabe quién activó aquella Operación Jaula porque él abandonó el centro de operaciones para informar a las viudas de los guardias civiles fallecidos el trágico desenlace.
Una novia en la cárcel
Este vulgar criminal, que soñaba con ser un sicario a sueldo, vive en permanente en tensión porque se siente un animal acorralado. No ha tenido nunca ninguna propiedad a su nombre. Tampoco ha estado casado ni ha tenido hijos, según detallan a este diario desde su círculo más íntimo. Solo se le recuerda una pareja: una mujer que se anunciaba en la revista Cronaca Vera, el magazin en el que había chicas dispuestas a hacer servicios en la cárcel. Igor el Ruso se pasó gran parte del tiempo entre rejas carteándose con una de estas profesionales que fue a verle a prisión. Decía que soñaba con casarse algún día con ella, pero nunca lo hizo.
Aquellas citas esporádicas en prisión fue solo un pasatiempo para él. En realidad, la máxima vital que le definía era que "un verdadero criminal no puede tener familia. Se tiene solo a sí mismo". Feher llegó a recomendar a algún conocido con cargas familiares que se sacudiera cualquier tipo de responsabilidad. "Un criminal no puede tener nada en la vida. Nunca sabe cuándo tiene que volver a huir y no volver nunca", insistía. También soñaba con "construirse con sus propias manos" una vivienda "en mitad del monte, perdido, donde nunca nadie pudiera verlo, alimentándose de animales que cazara", describen quienes le conocen. Es la vida con la soñaba Igor el Ruso, un falso paramilitar que edificó su hogar sobre una constante huida hacia adelante para el tiempo pasara lo más rápido posible.