De la alegría a la más absoluta resignación en menos de 24 horas. El Gobierno ha sentido en sus propias carnes esta semana la sensación más agridulce de la política. Con una aritmética casi imposible, Mariano Rajoy conseguía el miércoles sacar adelante en el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado, la "ley más importante" del ejercicio con la que el presidente intentaba blindarse en el poder y poder agotar la legislatura.
Sin embargo, apenas doce horas después llegaba una durísima sentencia de Gürtel que provocó que el viernes a primera hora el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, registrara en el Congreso de los Diputados una moción de censura para echarlo de Moncloa. Se acabaron las buenas formas por el desafío catalán. Ahora, el Ejecutivo y el PP contienen el aliento a la espera de ver cuál es la postura final que toma el Partido Nacionalista Vasco después de comprobar que los socialistas han recibido el apoyo sin concesiones de Podemos y de los independentistas catalanes.
Nada más conocer la sentencia condenatoria, la dirección nacional del PP intentó levantar un muro inquebrantable entre el viejo PP y el nuevo alegando que ningún miembro del Ejecutivo actual ni de la cúpula de la formación tienen nada que ver con esa condena. No contaban con que el PSOE no dejaría pasar el tren que le puede llevar hasta Moncloa. Pedro Sánchez mantuvo en suspense qué haría durante todo el jueves, pero el viernes a primera hora, mientras Rajoy reunía a su gabinete en Moncloa, registró la moción contra el presidente del Gobierno.
Un resultado impredecible
Esta maniobra imposibilita al jefe del Ejecutivo disolver las Cortes, una potestad que le corresponde única y exclusivamente a él y que no puede ejercer si hay una moción de censura en marcha. El futuro de Rajoy depende ahora de que Pedro Sánchez consiga el respaldo de 176 diputados en el Congreso para convertirlo en jefe del Ejecutivo y nadie se atreve aún a pronosticar cuál será el resultado de esta operación.
El PSOE cuenta con 84 diputados en su bancada más el escaño de Nueva Canarias, partido con el que tiene un acuerdo de legislatura. El socialista tiene también el respaldo incondicional de los 67 diputados de Unidos Podemos, por lo que ya tiene amarrados 152 síes, además de los cuatro de Compromís. La percepción que ha transmitido Albert Rivera es que no prestará los 32 votos de su grupo parlamentario para hacer presidente a Pedro Sánchez, aunque también contaría con el apoyo de los independentistas catalanes: nueve votos de ERC y ocho del PdeCAT. Sin embargo, gran parte del PSOE huye de esta opción después del órdago secesionista y de que los socialistas brindaran su apoyo al Gobierno aplicar el artículo 155 en Cataluña.
El fin político de Rajoy
Con este escenario, Sánchez todavía necesitaría arañar tres votos más para hacerse con el poder. Aunque sumase los dos escaños de EH Bildu, necesitaría el respaldo del PNV (5 escaños) para conseguirlo. De momento, los vascos están abiertos a sentarse a hablar con los proponentes de la moción, pero no se han pronunciado sobre cuáles son sus condiciones para facilitar el cambio en el Gobierno. Quieren conocer cuál es la postura del líder del PSOE con respecto a Euskadi y Cataluña antes de tomar una decisión. Con la luz verde de los nacionalistas vascos, Sánchez tendría garantizada su entrada al Palacio de la Moncloa y se anotaría el tanto de haber fulminado a Rajoy.
El presidente del Gobierno respondió al órdago socialista compareciendo tras la reunión del Consejo de Ministros e intentar desacreditar la moción de censura presentada contra él. El líder del PP acusó a Pedro Sánchez de querer sacar rédito puramente personal a una sentencia que aún no es firme. Con esta maniobra, el presidente consigue así ganar algo de tiempo a la espera de ver qué pasos dan sus rivales para derribarlo. De momento, ha cancelado este fin de semana su presencia en la final de la Champions que juega el Real Madrid contra el Liverpool en Kiev.
En estado de shock
En el PP y en el Gobierno cuentan con que Sánchez tiene complicado gobernar pero saben que esta opción no es imposible. Los conservadores se muestran tranquilos con su socio preferente, Ciudadanos, y creen firmemente que no prestarán su apoyo para que gobiernen los socialistas. Sin embargo, no tienen tan claro qué hará el Partido Nacionalista Vasco, la formación con la que protagonizó una durísima negociación para que apoyasen sus Presupuestos hace tan solo tres días. Rajoy aguanta ahora el pulso a la espera de que la oposición en bloque se retrate. El Ejecutivo y el PP, en estado de shock, esperan ansiosos que los demás actúen. Mientras esperan, cruzan los dedos para que la moneda caiga finalmente de nuevo a su favor.