"No quiero eliminar el castellano, pero es una lengua de imposición" dijo el pasado lunes la consejera de Cultura catalana Laura Borràs haciendo caso omiso de ese viejo axioma de la psicología de la comunicación que dice que todas las afirmaciones que preceden a un "pero" son mentira. Las declaraciones de la consejera autonómica, pronunciadas durante una entrevista en el canal de televisión local 8TV, causaron el lógico revuelo entre historiadores, filólogos y lingüistas.
Borràs, considerada entre los propios separatistas como una radical muy cercana a las tesis xenófobas de Quim Torra, fue una de las firmantes en 2016 del manifiesto Koiné, que exige una Cataluña monolingüe a través de un proceso de "toma de conciencia lingüística" que conduzca a la marginación y posterior erradicación del idioma español. Un idioma al que los firmantes del líbelo consideran una lengua "impuesta politicojurídicamente" por el Estado por medio "de una inmigración llegada de territorios castellanohablantes como instrumento involuntario de colonización lingüística".
La lengua principal de los catalanes es… el español
Pero… ¿hay algo de verdad en las afirmaciones de la consejera? Según datos del Instituto de Estadística de Cataluña, es decir de la propia Generalidad, el 55% de los catalanes dice tener como lengua "inicial" el español por sólo un 31% que opta por el catalán. La lengua primaria de identificación de la mayoría de los catalanes también es el español (47%) y no el catalán (36%).
El español, además, es la lengua habitual del 50% de los ciudadanos de la región por sólo un 36% de los ciudadanos que dice optar por el catalán. Atendiendo estrictamente al número de usuarios de una y otra lengua, en definitiva, resulta difícil sostener que el catalán, y no el español, sea la lengua propia de Cataluña. Si es que los territorios tienen lengua propia y no, sencillamente, lenguas más y menos usadas por sus habitantes.
Cosa diferente son los argumentos identitarios, esencialistas y sentimentales esgrimidos por el nacionalismo catalán. Argumentos para cuya justificación se recurre de forma habitual, como ha hecho en este caso Borràs, a la manipulación de la historia. También al diseño de un relato victimista a partir de la tergiversación de términos como "colonos" (en realidad catalanes castellanohablantes o nacidos en otras partes de España), "imposición" (en alusión al uso libre de una lengua que es preferida por su mayor utilidad a otra lengua de uso estrictamente local) o "proceso de normalización" (imposición de la lengua minoritaria y menos útil a los ciudadanos por la vía de las sanciones y de la marginación administrativa de su lengua de uso preferente).
El disparate de la "colonización"
El historiador catalán Joaquim Coll, especializado en política de los siglos XIX y XX, niega la mayor: el español no es una lengua de imposición. "Está demostrada la presencia del castellano en Cataluña desde el siglo XVI, evidentemente entre la aristocracia y con un uso menos extendido en las otras clases sociales. Más en el litoral y Barcelona que en el interior. Hablar de imposición solo puede hacer referencia al siglo XX con las dos dictaduras, particularmente la franquista, en la que el catalán fue, más que prohibido, limitado o folclorizado. En democracia, de ninguna forma se puede sostener que haya imposición del castellano".
Tampoco está de acuerdo Coll con el uso discrecional del término "colonización". "Cataluña, en tanto que parte de la Corona de Aragón, participa en el nacimiento del Estado moderno español con la monarquía hispánica. Luego hubo desencuentros y revueltas entre una parte de las clases dirigentes catalanas y la monarquía, pero también en otros territorios, y en muchos casos fueron guerras también entre catalanes. La guerra de sucesión del XVIII es un ejemplo claro. Hablar de que Cataluña es una colonia o un territorio conquistado es un disparate absoluto que sólo casa con las teorías marxistas y leninistas de la descolonización".
Según Coll, las declaraciones de la consejera no son rigurosas ni bienintencionadas, y esconden un objetivo ulterior. "De sus declaraciones se desprende una visión ultranacionalista. En caso de secesión, sería el argumento para desarrollar políticas con el objetivo de que el castellano dejara de ser a medio y largo plazo la otra lengua de los catalanes. Imposición, en este caso sí, del monolingüismo. La falsa acusación de Borràs (que sólo se aguanta en relación a la época franquista, aunque con matices) refleja cuál es su proyecto político y lingüístico".
Visiones agónicas y románticas de la cultura
El historiador y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela Xosé M. Núñez Seixas matiza las afirmaciones de Coll. "El castellano disfrutó desde el siglo XVIII y hasta buena parte del siglo XX de preeminencia legal. El Estado liberal español quiso construir la nación como nueva comunidad política y aplicó la ecuación una nación/una lengua, que podía coexistir con otras lenguas siempre y cuando esa coexistencia fuese asimétrica: el español lengua A, las demás (catalán, gallego, euskera) lengua B, de uso popular y para géneros literarios menores. Desde ese punto de vista, el español utilizó mecanismos impositivos. Pero aceptados conscientemente por muchos catalanófonos, gallegófonos y vascófonos. Desde mi punto de vista, hablar de imposición a secas es inexacto; pero tampoco se puede olvidar que la difusión del castellano gozó del respaldo del Estado, en un tiempo, por lo demás, en que todos los Estados nacionales desde principios del XIX hacían lo mismo".
Según Seixas, las declaraciones de Borràs reflejan una visión agónica de la cultura fruto del pánico a la desaparición de la lengua minoritaria en manos de la mayoritaria. "Sus declaraciones no son rigurosas, obedecen a visiones muy esencialistas de lo que es la cultura y el contacto interlingüístico, y desde luego no son ni intelectual, ni políticamente afortunadas. Sin embargo, denominarlas supremacistas o racistas es igualmente una exageración. Se trata de la sublimación de una visión agónica de la propia existencia cultural –una lengua en peligro de ser absorbida por otra, con más potencia demográfica y que durante siglos disfrutó del status de lengua oficial y lengua de prestigio– en un reflejo defensivo. Téngase en cuenta, además, que ni todos los catalanistas (o galleguistas o vasquistas) suscribirían lo afirmado por la señora Borràs en esos términos, ni el discurso mayoritario del independentismo catalán se pronuncia por el monolingüismo. Pero sí refleja el peso de las visiones románticas sobre la identificación entre lengua, territorio y nación".
El catalán es sólo un dialecto del español
Contacto finalmente con el filólogo y prehistoriador vallisoletano Jorge María Ribera Meneses, heterodoxo de manual y defensor de la teoría que sostiene que el vasco contemporáneo es la evolución del idioma hablado antiguamente en el norte de la Península y del cual descienden el resto de lenguas romances, incluido el español y, por supuesto, el catalán.
"Todo lo que dice el nacionalismo catalán sobre el origen del catalán no es sólo falso sino disparatado" empieza Ribera Meneses. "Las lenguas romances, la más antigua de las cuales es el castellano, son prerromanas e hijas del euskera y del caló. Partiendo de esa base, es obvio que la península ibérica se coloniza, desde el punto de vista lingüístico, de norte a sur. Las lenguas cantábricas –el euskera, el bable, el gallego– se van extendiendo poco a poco hacia la meseta. En el mapa de Hispania más antiguo que se conoce, el que compuso a partir de fuentes más antiguas el grecoegipcio Ptolomeo, ya aparece Cataluña poblada por los castellani, un pueblo que colonizó Cataluña y la antigua Celtiberia descendiendo desde las fuentes del Ebro y reproduciendo los mismos topónimos a lo largo de su recorrido" añade. Y remata: "El nombre de Cataluña es una evolución del original Castallania, transformado luego en Cattallania, Catalonia y, finalmente, Cataluña".
La conclusión de Ribera Meneses es, como poco, sorprendente: "El castellano y el catalán son la misma lengua. Con el tiempo, obviamente, se han ido diversificando, pero el catalán ha conservado formas muy arcaicas, como las "LL" en vez de las "J" del castellano. La toponimia asturiana, por ejemplo, está calcada, después de miles de años, en la Cataluña actual. La realidad es que el catalán es un dialecto del castellano, que es lo mismo que decir del asturiano, que es la lengua original. En los siglos X, IX, VIII, VII e incluso en el VI ya aparecían algunas palabras en castellano en multitud de escrituras de los monasterios del norte de España, aunque con una ortografía euskérica: 'baka' en vez de 'vaca', por ejemplo".
A punto ya de despedirnos, Ribera Meneses lanza su última andanada: "La particularidad del catalán es que es la lengua más parecida al castellano de todas. Lo que han hecho en Cataluña es aprovecharse de una lengua para construir una identidad diferenciada. Es un pretexto para la independencia y lo están explotando a base de disparates. No hay mucho más".