El primer Consejo Europeo de Pedro Sánchez ha completado la rápida conversión del líder del PSOE al realismo en materia migratoria y en la política de alianzas dentro de la UE. "Ha sido una experiencia intensa", confesaba el presidente del Gobierno al término de la cumbre. Se trata de una de las reuniones más conflictivas que se recuerdan en Bruselas en los últimos años, un maratón de trece horas y media de discusiones acaloradas sobre inmigración el jueves hasta la madrugada y otras cuatro horas de debates el viernes sobre la reforma de la eurozona.
En su estreno en la UE, Sánchez ha forjado una estrecha relación con Angela Merkel, pese a que en su etapa en la oposición criticó repetidamente al ex presidente Mariano Rajoy por hacer seguidismo de las políticas de austeridad de la canciller. Y ha apoyado el blindaje de las fronteras exteriores de la UE, las medidas para reducir la presión migratoria, la aceleración de las repatriaciones, la creación de campos cerrados de migrantes tanto en territorio comunitario como en los países de África. Un respaldo a la política de mano dura contra la inmigración que defienden países como Hungría o Italia.
Se trata de un viraje de 180 grados respecto a su primer gesto al llegar al Gobierno de acoger al Aquarius, el buque con 230 migrantes que había sido rechazado por Italia y Malta. Y que ya no se repitió con el barco Lifeline. O respecto al anuncio de quitar las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla. Sánchez quería dar un impulso a la solidaridad y a las consideraciones humanitarias en el debate europeo sobre la política de inmigración y asilo. Un impulso que finalmente no se ha materializado en la UE.
Al contrario, los jefes de Estado y de Gobierno han alcanzado un acuerdo de mínimos para frenar la inmigración irregular que se basa en una solidaridad a la carta. Cada país podrá decidir si acoge o no a demandantes de asilo, si pone en marcha o no centros de retención de inmigrantes, si ayuda o no a los países fronterizos más afectados por la presión migratoria. "Con respecto a nuestro acuerdo de migración, es demasiado pronto para hablar de un éxito", admitía el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. "No es el mejor de los acuerdos", coincidía Sánchez.
Un acuerdo que empieza a desintegrarse
Además, a las pocas horas de haberse concluido, el acuerdo de mínimos ha empezado ya a desintegrarse. El presidente francés, Emmanuel Macron, aseguraba a primera hora de la mañana del viernes que los centros controlados de migrantes se situarán únicamente "en los países de primera acogida". Es decir, en España, Italia y Grecia. Eso sí, siempre de forma voluntaria.
Horas más tarde, el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, arremetía contra él. "Macron estaba cansado, desmiento lo que ha dicho". Los campos de refugiados pueden crearse en cualquier país de la UE, Francia incluida, ha resaltado. Pero lo cierto es que ningún Estado miembro quiere acogerlos, ni siquiera la propia Italia, lo que pone en duda la eficacia del acuerdo migratorio. También los países de África rechazan albergar en su territorio las denominadas "plataformas de desembarque".
Sánchez ha asegurado que España tampoco creará nuevos centros de retención de inmigrantes con las características aprobadas en Bruselas. "No hay que descubrir América, en España desde hace mucho tiempo tenemos un sistema perfectamente arreglado, perfectamente eficaz", ha resaltado.
Lo que sí ha hecho el presidente del Gobierno es pedir a la UE más dinero para frenar la presión migratoria en la ruta del Mediterráneo Occidental, la única por donde siguen aumentado las llegadas a territorio comunitario. Una solicitud que ha sido aceptada por el resto de socios comunitarios. Bruselas dará más financiación tanto a España como a Marruecos, aunque en el texto de conclusiones no se concreta ninguna cantidad.
Sánchez, al rescate de Merkel para desmarcarse de Italia
La nueva alianza de Sánchez con Merkel se ha concretado en un acuerdo bilateral para acoger de vuelta a los migrantes y demandantes de asilo que hayan entrado a la UE por España, se hayan registrado en nuestro país, pero viajen después a Alemania. El presidente del Gobierno acude así al rescate de la canciller, cuyos socios de coalición le exigen que frene los denominados "movimientos secundarios". Es decir, la entrada en territorio alemán de migrantes que han llegado a la UE desde España, Italia y Grecia. Está en juego la supervivencia del propio Gobierno alemán.
A cambio de este gesto de solidaridad, Berlín cubrirá los costes de la entrega y prestará apoyo financiero y material a España para hacer frente a la presión migratoria. Sánchez no ha concretado cuál será el número total de migrantes que Alemania devolverá a España. Los equipos de expertos de los dos países se pondrán ahora a negociar los detalles. Se trata de las personas que llegan por la frontera entre Austria y Baviera, la que más preocupa al ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, de la CSU bávara.
"Puedo garantizar que la canciller Merkel está agradecida por este gesto de solidaridad", ha dicho Sánchez. Su objetivo, ha proseguido, era reafirmar la alianza entre España y Alemania, que pese a la debilidad actual de Merkel sigue siendo el país que dirige en la práctica la sala de máquinas de la UE. Una nueva señal de la conversión del presidente del Gobierno a la realpolitik.
También ha firmado un acuerdo similar con Merkel el primer ministro griego, Alexis Tsipras, que ha experimentado un cambio mucho más radical que el de Sánchez. De situar a Grecia al borde de la salida del euro en 2015, Tsipras ha pasado a convertirse en alumno aventajado de la troika y aliado preferente de la canciller, preocupado por el auge del populismo en Europa.
Italia, nueva oveja negra de la familia europea
El apoyo de Sánchez a Merkel y su posición proactiva y constructiva en el debate migratorio han hecho subir rápidamente su cotización en la escena europea. Sobre todo en comparación con el nuevo Gobierno populista italiano, que se ha convertido en la nueva oveja negra de la familia europea. El primer ministro Giuseppe Conte también se estrenaba en un Consejo Europeo y, a diferencia de Sánchez, se ha dedicado desde el primer momento a crear problemas al resto de socios con su actitud arrogante, sus reproches a la UE y la amenaza constante de veto.
Un bloqueo que ejerció desde el inicio de la cumbre el jueves por la tarde paralizando la adopción de las conclusiones, en una maniobra de presión para que el resto de socios aceptaran las demandas de Roma. La estrategia obligó a alterar la agenda del Consejo Europeo y precipitó un nuevo enfrentamiento por las cuotas de refugiados con los países del grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), que se prolongó durante toda la madrugada. Conte ha amagado también con bloquear el texto de compromiso sobre la eurozona.
El Gobierno populista italiano también se ha negado a ayudar a Merkel siguiendo el ejemplo de España y Grecia. "El acuerdo no prevé que Italia se quede a migrantes desde Alemania", ha destacado Conte, que presume de no haber firmado ningún acuerdo específico con la canciller. La incógnita ahora es si Sánchez puede aprovechar esta automarginación de Roma para recuperar el peso de España en las instituciones de la UE, que se hundió durante los años de crisis.