José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) tiene ganas de quitarse la chaqueta. Llega acalorado. Acaba de regresar de Santander y ya le espera Valencia. Se nota que la biblioteca con la que amuebla su vida está en casa. En este despacho al borde del Congreso, los libros son firmados por y para políticos. Entre ellos, los suyos. Ni rastro de los Ortega, Azorín o Unamuno que cita durante la conversación. Margallo, rebosante de margalladas, es un poco Umbral. Siempre que viene habla de sus libros. Profeta en el desierto, sufre lo que suele ocurrir: si quieres guardar un secreto, escríbelo.
Se queja de que en estas “primarias restringidas”, el PP elimina a sus militantes en semifinales. Lamenta que no haya un debate. Otorga tanta importancia al cuerpo a cuerpo que vaticina un posible Casablanca con Soraya Sáenz de Santamaría si finalmente discuten en abierto: “Podría ser el principio de una hermosa amistad”. Filósofo a media tarde, enarbola continuamente aquello del “mundo de las ideas”, un ámbito del que desvincula a sus rivales: “En la web no he visto más programa que el mío”.
El exministro de Exteriores se atreve a definir la “margallada” –con mucho menos histrionismo que cuando realmente vierte una de ellas– como “aquella propuesta original que se sale del argumentario”, aquel verso que no pasa por la cocina. Libre de aparatos y aparataje, se zambulle en este “yermo ideológico” –esto es de su cosecha– que es el PP.
Tres adjetivos para usted.
Soy un hombre reflexivo, libre y determinado.
María Dolores de Cospedal.
Fundamentalmente leal, dura y con una gran ambición.
Soraya Sáenz de Santamaría.
Trabajadora, ordenada y con un enorme afán de control.
Pablo Casado.
Joven. No ha hecho más que política. Con unas enormes ganas de llegar.
A usted lo han educado los jesuitas. Por parafrasear a Ignacio de Loyola, ¿de qué le sirve al PP ganar elecciones si pierde su alma?
El PP sólo puede ganar elecciones si conserva su alma. Lo contrario es un oxímoron.
¿Ahora la ha perdido y por eso se encuentra en esta situación?
En 1989, aquel PP que se refundó en Sevilla –el que pasó de Alianza Popular al Partido Popular– dio un vuelco. Internacionalmente, dejó de aliarse con los conservadores británicos y daneses para integrarse en la gran internacional de centro. Eso le permitió ganar. La victoria se consigue desde el centro. Ya lo dijo Salvador de Madariaga: “Un Estado sin centro es una nave sin proa”. Después, los valores se han ido diluyendo. En los últimos tres años, hemos perdido el espíritu reformista del primer Gobierno de Rajoy.
En el PP hay mucho huérfano: liberales, democristianos, firmes defensores de la familia…
Ahora, el PP es un yermo ideológico. Eso es algo muy grave. 2007 fue un año vital en la Historia de la humanidad. Los gobiernos y los bancos debieron acudir al rescate de un sistema financiero que se hundía. El contribuyente tuvo que pagar los excesos de los gatos gordos de Wall Street. Aquello produjo una revolución de las ideas. Entramos en un nuevo mundo, el PP tuvo que adaptar su ideología, pero no lo hizo.
¿Por qué?
Mariano Rajoy ha sido un magnífico presidente, pero no le atrae especialmente el debate ideológico. Es muy pragmático. Consideró que si la economía subía, ganaríamos las elecciones sin necesidad de pensar demasiado. Ninguno de mis rivales ha publicado un libro en el que exponga su pensamiento. Tampoco parece preocuparles el mundo de las ideas. Lo mismo que hubo una Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República, debería fabricarse otra al servicio de la Constitución.
Pensaba que iba a decir al servicio del PP.
Tiene que ser dentro del PP. Si nuestro partido quiere conservar los elementos sustanciales de la Constitución, deberemos reformar aquellos que no funcionan. Por eso escribí una propuesta detallada, artículo por artículo. Figura en un libro mío. Gustará o no, pero nadie podrá decir que no conoce mis ideas.
¿Le trae enemistades decir que el PP es un yermo ideológico?
Mi amistad está con el partido y con mi país. No reconocer que el PP es un yermo ideológico es no diagnosticar la realidad. El gran problema de Zapatero fue no enterarse de que venía la crisis. Ignorar la realidad, en términos psiquiátricos, es sinónimo de locura.
¿Está llamando locos al resto de los candidatos?
No, no. Eso era una margallada –se ríe–, un símil ilustrado para remarcar que la falta de conexión con la realidad conduce al fracaso. Lo dijo Seneca: “No hay viento favorable para quien no sabe adónde va”.
Ha dicho en campaña que el PP corre el riesgo de desaparecer.
He viajado lo suficiente para ver cómo los partidos tradicionales dejan de ser funcionales cuando no se adaptan a la realidad. Mire Francia: los republicanos de Fillon y los socialistas de Hamon prácticamente desaparecieron para dejar paso a Macron, que meses antes de las elecciones no existía. Algo parecido sucedió en Italia.
Además de la falta de atracción por las ideas, ¿qué le echa en cara a Rajoy?
Era tal la preocupación por salvar el barco del naufragio que perdimos el foco en otras cuestiones. No es ningún secreto. La cuestión catalana se gestionó mal. Exigí hacer política allí. Planteé una reforma de la Constitución, un cambio en el sistema de ingresos y gastos, un pacto para Europa… Eso, debemos inspirarnos en Europa. Lo advirtió Ortega: “Si España es el problema, Europa es la solución”. También Unamuno: “España no se despertará si no es con ventarrones europeos”. Por eso, me sorprende que el resto de candidatos haga campaña como si viviéramos en una cápsula. ¡Estamos en Europa!
¿Le parece un gesto de altura la mudanza a Santa Pola o un abandono al partido?
Me parece fantástico. A la política debe venirse con la vida económica y profesional resuelta. Cuando tienes esa seguridad, puedes ser infinitamente más libre. Te molestará cuando no cuenten contigo, pero no será un drama vital.
¿Qué pasa con Aznar? ¿Han matado al padre?
Los que renuncian de Aznar fueron los más aznaristas. Yo nunca lo fui, por eso no renuncio a él. Tiene un valor intrínseco con el que hay que contar.
Palabras suyas: “Haré todo lo posible para que no gane Soraya”. Dos preguntas: ¿qué ha hecho? ¿Qué le ha hecho a usted?
No mezclo emociones personales con política.
Van unidas.
No. Yo creo que la política es una reflexión intelectual. Jamás he discurrido con las vísceras. Discrepo con ella por las medidas que ha abanderado. Principalmente por la gestión catalana, la velocidad a la hora de reformar el Estado, el sistema tributario… Aquello nos llevó a una moción de censura y produjo la desafección de los afiliados.
Muchos de los que lean esta entrevista no creerán que sólo discrepen ideológicamente.
No tienen más que leer mis libros. Ahí están las fechas y los motivos de la discrepancia. No tengo ningún problema personal con Soraya. He procurado moverme siempre en el terreno de las ideas. Si hubiéramos podido debatir, a lo mejor hasta hubiese sido, como en Casablanca, el principio de una hermosa amistad.
Por tanto, reconoce que esa amistad no existe.
Claro, no existe, pero tampoco lo contrario.
Frialdad.
No. Es desconocimiento mutuo en lo personal.
Si usted no sale vivo de la primera votación, ¿a quién apoyará?
Necesitamos una revolución tranquila, una regeneración, una refundación. El que más se acerque a eso recibirá mi apoyo.
A día de hoy, ¿quién es el que más se acerca?
No he visto más programa en la web que el mío. Espero que haya un debate antes del día 5.
Resulta muy llamativo que no se haya fijado un debate.
Sí. Hurtar el debate a los militantes es un contrasentido. Lo hemos pedido. Parece que las candidaturas están negociando.
¿Considera democráticas las primarias del PP?
Son más democráticas que lo anterior, pero el requisito de la inscripción es innecesario. Por mí, hubiese bastado con probar la militancia y acreditar que se estaba al corriente de pago. La falta de un debate resta credibilidad a las primarias.
En la última fase, sólo toman la palabra los compromisarios. ¿Se puede decir que el nuevo líder del PP será elegido por los militantes?
En estas primarias, los militantes del PP sólo llegarán hasta semifinales. En mi programa llevo que sean primarias normales, sin más inventos. Me pasa como cuando el franquismo hablaba de “democracia orgánica”.
¿La del PP es una democracia orgánica?
Son unas primarias restringidas.
¿Se imaginaba que los 869.000 militantes del PP iban a resultar 66.000 inscritos?
Era perfectamente consciente. Es un vicio que se retroalimenta. Todas las provincias deberían actualizar el ceso a la vez. Si no, quien lo hace, pierde compromisarios respecto al resto.
“Fuego amigo”. ¿Tiene algo que decir?
Lo he sufrido desde hace muchísimo tiempo. Cuando dije que las pensiones debían actualizarse de acuerdo al IPC, “fuentes de La Moncloa” me llamaron demagogo y “fuentes de Génova” me tacharon de populista.
Ningún candidato del PP logra ser explícito sobre Franco y el Valle de los Caídos. ¿Conviene la exhumación?
Me gustaría que el Valle fuese un monumento a la reconciliación nacional y un homenaje a los caídos de ambos bandos. Mi familia estuvo en el bando nacional, hubo varios muertos, también en Paracuellos. Si contribuye a la conciliación que Franco descanse fuera, estaría de acuerdo.
Ha usado el condicional. ¿Contribuye o no?
Hay algo evidente. Franco no es un caído. Es como si ahora quisiesen enterrar ahí a Largo Caballero.