"La relación entre Cataluña y el Estado español ha de ser bilateral, de Gobierno a Gobierno", dijo el presidente de la Generalidad catalana Quim Torra el pasado 15 de junio y su deseo está a 24 horas de hacerse realidad. Tras anunciar que defenderá el derecho de autodeterminación durante la reunión de este lunes con Pedro Sánchez, Quim Torra invitó al presidente del Gobierno a una segunda reunión que tendría lugar en septiembre, pero esta vez en Cataluña. Sánchez no ha contestado de momento a la oferta de Torra.
Los objetivos del presidente del Gobierno autonómico catalán con su oferta son dos. El primero es fingir una negociación bilateral, de "Estado" ficticio a Estado real, en el que a una reunión en la capital de uno de esos Estados (el real) siga una reunión equivalente en la supuesta capital del otro (el ficticio). Algo que confirma Alejandro Fernández Álvarez, portavoz del PP en el Parlamento catalán. "Como en todo diálogo trampa, la escenificación importa. La pretensión de Torra es plantear una bilateralidad entre dos gobiernos equivalentes".
Para Torra, la imagen del presidente del Gobierno siendo recibido por el de la Generalidad a las puertas de palacio como si se tratara de la visita de un primer ministro o un jefe de Estado extranjero al líder de la supuesta república catalana independiente sería un éxito político de primera magnitud. Está por ver, en cualquier caso, que esa victoria en términos de imagen sea concedida sin luchar por Pedro Sánchez.
El segundo objetivo de Torra es ganar tiempo entre los suyos de cara a su verdadero objetivo: las elecciones municipales de 2019. Unas elecciones cuya joya de la corona es la ciudad de Barcelona y que serán interpretadas por el separatismo –es decir por el Gobierno regional, los ayuntamientos independentistas, los partidos nacionalistas y los medios de comunicación catalanes– como un nuevo referéndum secesionista en el caso de que los partidos separatistas obtengan un 51% o más de los votos totales. Si no se alcance ese porcentaje, el separatismo las venderá como unas simples elecciones municipales.
Si los partidos separatistas superan el 51% de los votos, algo que no es en absoluto descartable ya que el votante constitucionalista tiende a darle menos importancia a las municipales que a las autonómicas y las generales, el Gobierno podría encontrarse, dependiendo de la fragilidad de los apoyos de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, con una nueva declaración de independencia y más exhibiciones de fuerza en las calles de las principales ciudades catalanas.
Si eso ocurriera, la presión de Carles Puigdemont y de los votantes nacionalistas para que el Gobierno catalán forzara un enfrentamiento frontal con el Gobierno central sería muy difícil de resistir para Torra.
"Queremos saber si Sánchez tiene respuestas a cómo ejercer y culminar nuestro proceso de independencia. ¿Tiene una propuesta sobre cómo hacemos efectiva esta república?" dijo Torra durante la sesión de control al Gobierno del jueves en el Parlamento autonómico catalán. Oficialmente, no habrá ni un solo paso atrás del nacionalismo catalán. Todas las concesiones que haga durante los próximos meses el Gobierno de Pedro Sánchez y que permitan facilitar la construcción de esa república catalana será trabajo que se ahorrará el Gobierno de la Generalidad.
Está por ver, en cualquier caso, cómo moverá el tablero de juego de los partidos separatistas la propuesta de la ANC de unas primarias para la elección de un candidato independentista único en los municipios catalanes de más de 25.000 habitantes. Algo que, en la práctica, se parece mucho a ese régimen de partido único del que siempre se ha dicho que es el verdadero objetivo político a largo plazo de Carles Puigdemont y su corte de fieles.