En la gran fiesta del PSOE, Pedro Sánchez ha lanzado al aire un puñado de promesas, pero también ha reconocido de forma velada la debilidad parlamentaria de su Ejecutivo. Recién cumplidos sus cien primeros días en La Moncloa, ha presumido de haber recuperado la sanidad universal, ha prometido un plan de choque contra el desempleo juvenil, pero también ha lamentado no disponer de escaños suficientes para derogar la reforma laboral.
El presidente del Gobierno, tal y como adelantó este diario, ya baraja convocar elecciones en primavera. Precisamente por culpa de esa aritmética endiablada que le obliga a negociar a cuatro o cinco bandas cada vez que desea sacar un proyecto adelante. Desbaratar la reforma laboral de Rajoy fue uno de los puntales de su campaña, pero este domingo en Oviedo ha confesado: "No hay una mayoría suficiente".
"¡Pero no nos quedaremos de brazos cruzados!", ha arengado Sánchez. En contraposición, ha dicho disponer de poder para "revertir los recortes en educación pública", "garantizar la capacidad adquisitiva de los jubilados" y "proteger los empleos amenazados por la digitalización".
Vaqueros y chaqueta abierta, como es tradición en el líder socialista que clausura la Fiesta de la Rosa, ha laudado la "justicia social" como piedra angular de su proyecto. Incluso se ha atribuido "el cambio", lema que suele ser utilizado por Podemos, su socio preferente. La pasada semana selló con Iglesias un acuerdo que conllevará el aumento del gasto público y una subida impositiva, lo que ha soliviantado a PP y Ciudadanos.
Para paliar sus carencias en el Congreso, Sánchez ha celebrado varias cuestiones simbólicas. Los aplausos han alcanzado su culmen cuando el presidente ha explicado que la Cámara aprobará el próximo jueves el decreto que sacará a Franco del Valle de los Caídos. También ha sido ovacionado cuando ha descrito su gobierno como "feminista": "Somos el consejo de ministros con más mujeres del mundo".
"Coherencia, diálogo, ambición y realismo" son las cuatro virtudes que Sánchez ha exhibido casi como teologales. La última es la que le ha obligado a referirse al coste de la moción de censura: la falta de escaños para gobernar como le gustaría.
El discurso de Sánchez ha dejado entrever el mensaje que traslada en privado a sus colaboradores más cercanos. Tal y como explica EL ESPAÑOL, el presidente ya trata de dar la vuelta a su debilidad parlamentaria: menciona los "grandes proyectos" que no puede realizar para exigir más apoyos en las urnas.