¿Quién se beneficia más de quién? Esa es la pregunta en Barcelona a día de hoy. O, si se prefiere la imagen maquiavélica en negativo, ¿quién se aprovecha de quién? ¿Manuel Valls de la proyección, los apoyos y el electorado del partido que ha ganado las elecciones autonómicas catalanas y al que todos los sondeos electorales auguran un notable incremento del voto en las próximas elecciones generales españolas? ¿O Albert Rivera de la imagen limpia, internacional, centrista y libre de cualquier sospecha de "españolismo" o "anticatalanismo" de todo un exprimer ministro de la República Francesa?
Manuel Valls (Barcelona, 1962) desvelará hoy a las 19:00, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, su posición "en relación a las elecciones municipales de Barcelona que tendrán lugar en mayo de 2019". Según reza la invitación al acto, en él estarán presentes "las personas que han acompañado a Valls durante el proceso de reflexión que ha mantenido desde el pasado mes de junio y han compartido con él ideas para el futuro de Barcelona".
Entre esas "personas" habrá conocidos socialistas y antiguos colaboradores de la órbita del Pasqual Maragall "bueno", el de los Juegos Olímpicos y la mutación de Barcelona desde capital de provincias a metrópolis con lustre internacional, en oposición al Maragall "malo", es decir el presidente autonómico que traicionó al socialismo para pasarse al nacionalismo y que se sacó de la manga un Estatuto de Autonomía que pudrió la política catalana para décadas y generó un problema allí donde antes había una solución.
Órdago al PSC… y al PP, Unió y CDC
Entre esos colaboradores de Valls estará Xavier Roig, mano derecha de Pasqual Maragall durante su etapa como alcalde de la ciudad (1983-1996) y responsable de su primera campaña autonómica (1999), así como Guillermo Basso, que ya trabaja como jefe de gabinete del exprimer ministro francés.
El órdago al PSC es obvio y ha obligado al partido de Iceta a replantear su estrategia para Barcelona. El PP, por su parte, descarta su disolución en la plataforma de Valls y se arriesga a salir del Ayuntamiento, como auguran algunas encuestas municipales. Pablo Casado ya ha mostrado su negativa a esa integración.
Ciudadanos ha extendido la alfombra roja a Valls, aunque con prudencia. La formación surgió como respuesta al abandono del electorado constitucionalista por parte del PSC y lo último que se desea es a un Valls equidistante o más tibio de lo previsto. Porque para eso ya está el PSC de Iceta.
Ampliación del campo de batalla
Es evidente que Manuel Valls no ha organizado un acto como el de esta tarde para anunciar su renuncia a la alcaldía de Barcelona. La única duda es el formato. O, como dicen en Cs, "la fórmula".
Valls prefiere una plataforma transversal que evite cualquier identificación clara con alguno de los partidos actualmente en liza. El francés nacido en Barcelona pretende arrastrar a los electores de Cs, pero también a los del PSC y los del PP, e incluso a los menos radicalizados de los comunes y a los sectores moderados de la antigua Convergència i Unió.
Por el sector independentista, la batalla se da por perdida: puestos entre la espada y la pared, ERC, CUP y JxCAT facilitarán sin duda alguna una nueva alcaldía de Ada Colau antes que permitir la de Manuel Valls en la joya de la corona de un independentismo que, sin ella, queda reducido a movimiento rural. "Antes arrasada que constitucionalista", podría ser su lema extraoficial.
Relación simbiótica
"Es una asociación que conviene a ambas partes", me explica una fuente cercana a la cúpula de Cs. "Valls se beneficia de la base de apoyos de Cs, que ya ganó las elecciones en Cataluña con un apoyo fortísimo en Barcelona, y del buen trabajo municipal desempeñado por el grupo que lidera Carina Mejías. Por otro lado, para Cs, Valls es un gran candidato: viene con el aval de haber sido primer ministro y permite desbordar y ensanchar electoralmente la marca del partido. La candidatura sale adelante porque beneficia a las dos partes. De otro modo, alguna de las dos partes habría dicho no”.
El temor entre los votantes y simpatizantes de Cs puede ser el acabar víctimas de una operación Carmena por parte de Valls. Es decir, el de proyectar al candidato para que luego este, una vez instalado en el poder, se desvincule poco a poco del partido y adopte un perfil propio y más cercano al socialismo que al de la formación que lo ha aupado al poder.
"Creo que, más que pensar en el eje tradicional izquierda-derecha, él tiene puesto el foco en otro tipo de dilema: el que enfrenta a los defensores de la democracia liberal con los nacionalpopulistas. Es un dilema que se plantea en Cataluña, pero también en toda Europa. Por eso tratará de sumar a su proyecto a independientes del entorno constitucionalista: el consenso constitucionalista en España es lo que en Europa se entiende por los defensores de la democracia liberal", me explica mi interlocutora.
"Por otro lado, a Valls lo ve con buenos ojos una parte de las elites catalanistas moderadas (PSC, Uniò y CDC), que observa a su vez con disgusto el impacto negativo que el procés y la gestión de Ada Colau están teniendo sobre la ciudad y que querrían recuperar prestigio, pujanza económica y marca de ciudad", añade.
Respecto a la capacidad política de Valls, las dudas son nulas en Ciudadanos. Pero esta es la primera operación de este tipo en nuestro país y lo que queda por delante es terreno inexplorado. "Valls es un animal político y basta escucharle cinco minutos para advertir que es muy bueno. Pero no deja de ser una incógnita electoral: no tenemos precedentes de un caso similar. En este sentido, su candidatura presenta riesgos y oportunidades. El riesgo es que sea percibido como un político extranjero o que sea poco conocido para su votante barcelonés objetivo".
Valls contra "la clausura provinciana"
"Entre las oportunidades", añade mi interlocutora, "Valls puede constituir un símbolo de la resistencia al nacionalismo: en una Europa en la que emergen partidos de extrema derecha y los Estados se repliegan, en una Cataluña en la que el independentismo quiere levantar fronteras entre ciudadanos, que un político francés se presente como candidato a la alcaldía de Barcelona lanza un mensaje potente: Europa es un demos, es una ciudadanía compartida, y esa es la razón por la que los ciudadanos franceses y los barceloneses pueden votar por los mismos representantes, pueden tener un pool común de candidatos. Al fin y al cabo, no somos tan diferentes como se empeñan en señalar los nacionalismos. Los europeos tenemos retos comunes y aspiraciones compartidas. Valls puede defender, ante el desafío identitario, la idea de la convivencia armoniosa de identidades múltiples: es catalán, francés y europeo".
"Creo que Valls puede defender una Barcelona emancipada de esa clausura provinciana que le ha impuesto el nacionalismo y sus aliados equidistantes. Una Barcelona que sea una marca-ciudad reconocible en todo el mundo" finaliza mi interlocutora.
Esa es la teoría. La práctica y, sobre todo, los resultados de las elecciones municipales, demostrarán cuán preciso es el análisis interno de Cs. Otras fuentes de Cs consultadas destacan el hecho de que el partido haya renunciado a sus siglas. Porque la formación naranja ha presumido siempre de ser un partido sin fracturas ni corrientes internas. Pero, ahora, Albert Rivera e Inés Arrimadas han hecho "un ejercicio de generosidad" dada la situación de extrema emergencia política, económica y social provocada por el nacionalismo en la comunidad. Puede, sin embargo, que Cs haya logrado imprimir su sello en el nombre de la plataforma de Manuel Valls. Para saberlo a ciencia cierta habrá que esperar a las 19:00 de hoy.