Jueves. Resaca de Champions. Agite la coctelera y... el fútbol será incompatible con la diplomacia. El "día de la Banderita" de Cruz Roja ha llevado a Albert Rivera al Santiago Bernabéu, un coliseo al que suele desear todo tipo de derrotas. Salvo cuando juega el Barça o la Selección española. Esta semana, agria para él en lo político por el cumpleaños del 1-O, pero de seda en lo que al cuero se refiere, ha alcanzado su culmen con el sueño de todo blaugrana: encumbrar a Messi en casa de Florentino Pérez.
Los periodistas le brindaban el micrófono y Rivera, como era previsible, agradecía a Cruz Roja sus esfuerzos. Palabras de un "liberal" que confía en la "sociedad civil" para remar allí donde el Estado se ahoga: "Su labor es encomiable (...) Hay que colaborar".
El partido avanzaba y Rivera, americana Príncipe de Gales a las puertas del otoño, dejaba pasar los minutos, conforme con un empate a cero en el primer tiempo. Farragoso, como el Tarzán Migueli, lanzaba una segada para frenar la huida hacia delante de Quim Torra, una suerte de Amunike que a veces se confunde de portería: "Es un señor que llama a la violencia y quiere liquidar el Estado".
Lo peor a ojos de Albert Rivera es que Pedro Sánchez, entrenador atrincherado, quiera fichar a Torra Amunike para el combinado constitucionalista. Eso enerva sobremanera al de Ciudadanos, dispuesto a despachar con el carácter de Schuster: "¡Lo toma como aliado y es un adversario!". Si Rivera consigue un día dejar la cancha de la oposición y escalar hasta Moncloa, puede prometer y promete, como Adolfo Suárez, que no hará concesiones al nacionalismo.
Pero el candidato de Ciudadanos, que se enciende cuando habla de "separatismo", perdía de vista el cronómetro. Segunda parte y no le había marcado el gol al Madrid que, en el fondo, era de lo que se trataba.
De repente, se ha visto solo en el área, con la pelota en el punto de penalti y el madridismo vendido. "Sí, soy culé", ha chutado para adentro. Ya estaba hecho, pero había que celebrarlo, como cuando Ronaldo Nazario y sus secuaces se tiraban a hacer la cucaracha: "Messi es un fuera de serie". Pitido final. Victoria.
A la hora de dar la mano, en un arrebato de guardiolismo -futbolístico, nunca político-, recobraba la serenidad. Que si ellos ni nosotros hemos empezado bien la temporada, que muy bien el Madrid por abrazar causas solidarias... Ayer Rivera no pudo ver el partido, pero devoró el resumen de los goles. Los que no marcaron los blancos en Moscú, le ha faltado decir.
Para el debate, unas palabras de Rivera difíciles de creer, sobre todo cuando de fútbol se trata. No obviemos que el balompié es una de las pocas aficiones irracionales que los racionales se permiten. Cuando el Barça es eliminado, ha dicho Rivera, él va con el equipo español que siga en liza -casi siempre el Real Madrid-. ¿Qué resultado arrojaría el polígrafo? ¿De verdad Rivera celebró los goles de Cristiano Ronaldo cuando los suyos se fueron al carrer?
Pero Rivera, para despejar sospechas, otra vez Tarzán Migueli, ha querido rematar la improvisada victoria del Barça en el Bernabéu: "Espero que mi equipo gane la Liga".