La cripta de los Franco en el cementerio de Mingorrubio está lejos de casi todo, a trasmano. Allí yace Carmen Polo. La catacumba es privada y el acceso, prohibido al público. Era el lugar previsible para los restos del dictador, pero sus nietos han jugado una última carta que pone en jaque al Gobierno: quieren llevarlo a la cripta de La Almudena. En el centro de Madrid, entrada gratuita, a unos metros de la Plaza de Oriente.
La familia Franco dispone de un nicho con espacio para cuatro féretros. De momento, caben el del general y dos más porque su hija Carmen y su yerno, el marqués de Villaverde, fueron incinerados. Las urnas ocupan menos. Ácida casualidad, la lápida está junto al altar. Para más inri y según ha confirmado este periódico, la Iglesia reconoce que no podrá evitar las peregrinaciones.
La misma semana que los descendientes del dictador revelaron por escrito a Pedro Sánchez su golpe de efecto aparecieron las primeras flores frescas para Franco en La Almudena. Orquídeas, gallardete de España incluido. Salvo marcha atrás de la Iglesia -es el único actor con potestad para evitarlo-, allí viajará el que se dijo Caudillo en cuanto salga del Valle de los Caídos. “Lo acogeremos porque es un cristiano más”, expuso el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
Es media mañana y el otoño empieza a robar la luz que suele filtrarse por las puertas de cristal que comunican un patio interior con la sacristía de la cripta. Conviene destacar que esta catacumba, uso sacramental aparte, funciona como parroquia diaria y dominical. Su sacerdote titular, en conversación con EL ESPAÑOL, responde sobre las peregrinaciones: “Sabemos que ocurrirán durante las primeras semanas”. Asegura que más de 800 personas visitan cada día este monumento neorrománico. También revela que la cifra se ha incrementado desde que el espacio y Franco aparecieron asociados en las noticias.
La tumba de los Franco, a diferencia de otras, no está blindada por una puerta ni incrustada en una capilla. El párroco y su vicario asumen la que se les viene encima, pero dicen hacerlo “con tranquilidad”: “Si hace falta pondremos un cartel para que quien venga mantenga el silencio y respete la oración”.
¿Y si coinciden partidarios con detractores? “Disponemos de un pequeño dispositivo de seguridad, pero si la situación se complicara, implantaríamos uno distinto”. El dispositivo actual se reduce a uno o dos vigilantes que hacen el rondo por este templo que alberga cuatrocientas columnas y una de las imágenes más antiguas de Madrid, “Nuestra señora de la Flor de Lis”.
¿Peor el remedio que la enfermedad?
Muertos todos somos iguales. O eso dice el sacerdote de esta cripta: “Aquí no será Franco, sino Francisco Franco Bahamonde. Dios juzgará, pero nosotros le acogeremos. Lo mismo haríamos con La Pasionaria”. Pero Dolores Ibárruri (1895-1989) reposa en el cementerio civil de la capital y el dictador llegará -si se cumplen los plazos esbozados por el Gobierno- antes de final de año.
¿Es peor el remedio que la enfermedad? “Sin duda”, responde Antonio Cazorla, catedrático especialista en Historia pública y social del régimen y biógrafo de Franco. “Llevar a un dictador a una catedral, frente al Palacio Real y en el centro de Madrid supondrá un escarnio público. La familia se está burlando de todos los españoles y la Iglesia se ha puesto de perfil”, argumenta.
Cazorla, en contraposición a las palabras del arzobispo, esgrime: “Franco no es un bautizado más, sino alguien que violó sistemáticamente los Derechos Humanos durante cuarenta años”. “¿Dónde queda la moralidad de la Iglesia? ¿Vamos a sacar a Queipo de Llano de La Macarena de Sevilla para meter a Franco en La Almudena?”, lamenta este académico y escritor. Él apostaría por una solución similar a la de Pinochet en Chile: “Un espacio discreto, digno para el cadáver, como por ejemplo el cementerio de Mingorrubio, donde ya descansa su mujer”.
Francisco Ferrándiz, antropólogo del CSIC, también define como “nefasto” el lugar elegido por los Franco, pero no considera peor el remedio que la enfermedad: “No es lo mismo presidir el Valle de los Caídos que compartir un nicho familiar. La jerarquía funeraria es distinta. Lo que está claro es que los descendientes buscan el lugar que les brinde el mayor honor, el mejor ritual”.
Ferrándiz, uno de los expertos que engrosó el consejo de sabios de la Memoria Histórica de Zapatero, opina: “No puede haber impunidad para el culto a un dictador. Si se dan esas peregrinaciones, habrá que tomar medidas. Si se da el culto, habrá que prohibirlo. Tendrán que reformar la ley con un artículo específico, igual que han hecho para lograr la exhumación del Valle”.
“Lo más lógico era la cripta de Mingorrubio, que está cerrada al público”, introduce Francisca Sauquillo, ex presidenta del Comisionado de la Memoria del Ayuntamiento de Madrid. “Lo de enterrarse en una catedral me parece un privilegio de otro tiempo. Además, el peregrinaje empañaría a la parroquia y destruiría su función habitual”.
Con la ley de 2007 en la mano, desgrana Sauquillo, “no se podrá prohibir esa inhumación”: “Por eso, yo intentaría negociar… Espero que en la familia se imponga el sentido común”.
Hasta el momento, los Franco han reiterado que no cederán. Todavía dicen tener la posibilidad de detener el desentierro en los tribunales. Si no es el caso, insisten, “irá a La Almudena”.