Ha acabado por convertirse en un axioma del procés: cuanto mayor es la disposición al diálogo por parte del Gobierno, mayor es la agresividad verbal con la que se responde desde el bando separatista. Mientras Pablo Iglesias, con el beneplácito de Pedro Sánchez, se prepara para negociar con Oriol Junqueras en la prisión el sí de ERC a los Presupuestos Generales del Estado, Quim Torra acusa al presidente de "proteger al hooligan" de Felipe VI e insiste en pedirle a los CDR que incrementen la presión callejera.
Por su lado, y de forma casi simultánea, Agustí Colomines, ideólogo de la Crida de Carles Puigdemont y una de las personas más cercanas y con más influencia sobre el expresidente prófugo, lanza la tesis de que la falta de muertos ha ralentizado la llegada de la independencia. Y eso después de que el lunes, un diputado de ERC en el Parlamento catalán, Antoni Castellà, asegurase que si el Estado no fusila a Junqueras y al resto de presos catalanes es porque la UE es un freno para España.
Nadie desde el Gobierno ha respondido, de momento, a esas afirmaciones. Ni siquiera a las que implican reincidencia, como la de Quim Torra de incrementar la presión callejera, que ya provocó una enorme polémica cuando el presidente autonómico catalán la pronunció por primera vez, la mañana del 1 de octubre. Polémica provocada en buena parte por el posterior asalto violento al Parlamento catalán por parte de los CDR y otros radicales de la CUP y Arran. El asalto obligó a los Mossos d'Esquadra a retirarse de sus posiciones y dejar desprotegido el edificio durante media hora para poder reagrupar sus fuerzas y acometer la reconquista con cierta garantía de éxito.
No son las únicas declaraciones o desplantes polémicos de las últimas horas. El lunes, el Gobierno regional decidía no enviar ningún representante a la entrega del Premio Planeta, un hecho inédito en la historia del galardón, en represalia por lo que los líderes separatistas consideran una traición del grupo editorial por el traslado de su sede a Madrid.
El martes, Quim Torra avisaba de que lo que él llama "el pueblo catalán" (en realidad se refiere al separatismo) responderá "con radicalidad" si la Justicia no absuelve a los Jordis. Eso sí: Torra se encargó de añadir a continuación el adjetivo "democrática", en lo que es ya un recurso habitual en la oratoria del presidente catalán: realizar una declaración explosiva y añadirle después el adjetivo "pacífico", o "sereno", o "democrático", para curarse en salud.
La noticia de que los muñidores de los Presupuestos (PSOE y Podemos) van a tratar de buscar el sí de ERC, imprescindible para su aprobación, con una reunión en prisión entre Pablo Iglesias y Oriol Junqueras ha provocado la indignación de la oposición. Ignacio Aguado, de Cs, se preguntaba retóricamente en Twitter, a raíz de la publicación de la noticia de la reunión, "en manos de quién estamos". Eloy Suárez, diputado del PP en el Congreso, afirmaba que "España va a tener el dudoso honor de ser el único país del mundo en que los Presupuestos del Estado se negocian en la cárcel y con golpistas".
A pesar de los esfuerzos del Gobierno y de Podemos, no está claro que ERC y PDeCAT vayan a prestar su apoyo a los Presupuestos a cambio de lo que suelen llamar en privado "chucherías", es decir, mil o dos mil millones más para Cataluña. Jordi Tardà, diputado nacional de ERC, decía que su formación no se siente presionada por la anunciada visita de Iglesias a Junqueras. "¿Cómo actuaría Podemos si tuviera a Pablo Iglesias en la cárcel?", decía, anticipando el precio de su voto a los Presupuestos: la salida de prisión de los presos.
Por su parte, Carles Campuzano, portavoz del PDeCAT en el Congreso, le exigía este miércoles a Pedro Sánchez un "cambio de escenario" si pretende contar con los votos de su grupo. Es decir, un gesto a favor de los presos o una declaración que, si no conceda, al menos no niegue un futuro referéndum de independencia en Cataluña.
La afirmación de Campuzano suponía un cambio evidente de postura respecto a lo anunciado por él mismo sólo unas horas: que el acuerdo presupuestario debía desvincularse de la situación de los presos. Una mudanza en la posición del PDeCAT que, si algo revela, es la división en el seno del partido, donde a una declaración más o menos contemporizadora sigue casi indefectiblemente una en sentido contrario, azuzada por el entorno de Carles Puigdemont, partidario del choque frontal con el Estado y cuya estrategia para los próximos meses pasa por la condena y la posterior negación de indulto a Junqueras. Porque nada perjudicaría más a Puigdemont que la salida de Oriol Junqueras de la cárcel y su coronación como presidente de la Generalidad, convertido ya por los medios catalanes en el Mandela catalán.