Pocas ideologías han generado tantas metáforas para su causa como el nacionalismo catalán. Comunidad de vecinos, hija necesitada de cariño, choque de trenes, mujer maltratada por un marido violento… Y la primera y más exitosa de todas ellas: el famoso "España nos roba", obra del exvocal del Consejo General del Poder Judicial y disidente oficial del independentismo procesista Alfons López de Tena. Desde ahora, y gracias a Eduard Pujol, portavoz de JxCAT, el mausoleo de metáforas del procés cuenta con un nuevo retoño.
El alumbramiento de la nueva metáfora –por supuesto despectiva, además de paternalista, para con el resto de comunidades y ciudadanos españoles– tuvo lugar durante la entrevista que Pujol concedió a Ramón Castelló, presentador del programa de radio El matí a Ràdio 4. Fue la misma entrevista en la que el portavoz de la formación separatista, cuestionado por las protestas contra los recortes de bomberos, médicos, funcionarios y estudiantes catalanes, apeló "a no pelearse por las migajas de las listas de espera" y a centrarse en la construcción de la república.
Pero la verdadera gema oculta de la entrevista, más allá del habitual argumento nacionalista que sostiene que "todos los problemas de Cataluña se solucionan con la independencia", fue la metáfora con la que Pujol pretendió justificar el hecho de que otras comunidades españoles, tan víctimas de la crisis como la catalana, hayan conseguido reducir sus listas de espera mientras que el Gobierno de la Generalidad ha sido incapaz de lograrlo.
En la metáfora de Pujol, España se transforma en una familia de tres hermanos, dos ricos (Cataluña y el País Vasco) y uno pobre (el resto de España). Cuando la crisis golpea a la familia, el hermano pobre pide ayuda a sus hermanos ricos para poder seguir llevando a su hijo al colegio. Estos, bienintencionados, se la prestan… sólo para ver como el hermano caradura acaba gastándose el dinero prestado en un coche nuevo. Para rematar la moraleja, Pujol le añade a su metáfora un giro final. Mientras el hermano pobre disfruta de su coche nuevo, le pregunta a sus dos hermanos ricos, ahorradores como una hormiga, "por qué ellos no se cambian también el coche".
"Esto es como una familia con tres hermanos" empezó su relato Jordi Pujol. Y continuó: "Y entonces llega la crisis, que todo el mundo ha sufrido en mayor o menor medida. Pero uno de los tres hermanos está jodido. Tiene los hijos escolarizados y quiere que los niños continúen en la escuela porque cambiarlos sería un mal trago y [se pregunta] como podría trampearlo". Y entonces los otros dos hermanos, que viven en la bonanza, deciden hacer una aportación de x euros para que el hermano en dificultades pueda salir adelante".
España, el hermano sinvergüenza
El final de la historia de Eduard Pujol no tuvo desperdicio. "Pero llega un día en que el hermano en dificultades se cambia de coche y acaba preguntándole a los otros dos hermanos por qué ellos no se lo cambian también. Y esta es un poco la situación de Cataluña. Una cosa es la solidaridad y la aportación al Estado, y otra cosa es estar condenados a una situación de ahogo. No me cansaré de hacer pedagogía sobre este tema. Esto no tiene nada que ver con el 'España nos roba'. Nosotros no frivolizamos" remató, frívolo, el portavoz de JxCAT.
Todas las metáforas producidas por el catalanismo han disfrutado de su pequeño momento de gloria. Pero, como en todo proceso de selección natural, han acabado siendo relevadas por nuevas metáforas, más evolucionadas, a medida que los intereses del nacionalismo se iban adaptando a las circunstancias políticas del momento. De ahí que las metáforas útiles al catalanismo de la Transición fueran sustituidas por otras nuevas durante el periodo independentista comprendido entre 2012 y 2017 y que estas estén siendo sustituidas a su vez por otras nuevas más útiles al actual barniz republicano del nacionalismo.
En palabras de Rafa Latorre, autor de Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido, "el proceso de independencia de Cataluña ha inspirado la peor literatura política de la historia reciente de Europa. Es uno de los residuos románticos del siglo XIX y no ha heredado ninguna de sus virtudes estéticas". Sin pretenderlo, Eduard Pujol le ha dado a Latorre la razón.