La frases hechas entrañan un peligro: llegan al paladar precocinadas, con el final escrito. Sánchez quiso responder con una a Rivera. Le costó el titubeo y la risa floja. "Se lo digo ya como un consejo de estos de (...) sí, hasta incluso de... ". Pero resbaló y cayó en la cuenta: no podía terminar. "¡De amigo, de amigo!", le animaron algunos diputados con sorna desde la bancada. "Un consejo de...", volvió a intentar el presidente del Gobierno. Y, al final, concluyó: "Un consejo de habernos conocido". Recurrió al "de" hasta en siete ocasiones. No hubo manera.
Una escena para confirmar un dato: Pedro Sánchez y Albert Rivera no se hablan desde mayo, justo antes de la moción de censura. Roto el "Pacto del Abrazo" -acuerdo con el que PSOE y Cs trataron de gobernar el país en febrero de 2016-, la inquina ha ensanchado sobremanera el abismo que separa a ambos líderes. El trato protocolario que el presidente mantiene todavía con Casado -lo recibió en Moncloa el pasado agosto- ni siquiera existe con Rivera.
El intercambio de golpes de este miércoles ni siquiera pudo encuadrarse en un ejercicio de parlamentarismo habitual. Uno y otro se contestaron fuera de micrófono, incapaces de esperar a la réplica. Rivera escenificaba con las manos que el PSOE perderá pronto la Junta de Andalucía. Y Sánchez, cuando le tocaba escuchar, insistía: "¡Vox! ¡Vox!".
Cuando se miraron al rostro, los argumentos fueron ad hominem, lo que incrementó la tensión. "Qué nivel, qué nivel, señor Rivera", ironizaba Sánchez. Y el de Ciudadanos le respondía: "No se ponga nervioso, que todavía no le he preguntado por su tesis". Fuentes de la Ejecutiva de Ciudadanos, en conversación con este periódico, reseñan que fue precisamente "la tesis" lo que desbordó el rencor que guarda Sánchez a Rivera.
"La relación es inexistente, ni siquiera en asuntos de Estado. Incluso de esos temas nos enteramos por la prensa. Rajoy, a pesar de lo tenso que era el trato, nos comunicaba lo referente a los asuntos trascendentales. Ahora es como si no existiéramos", constata el entorno de Rivera.
En verano, Sánchez inició una ronda de contactos en la que incluyó a Pablo Casado y a distintos líderes autonómicos, como por ejemplo el lehendakari Iñigo Urkullu: "Pensábamos que nos llamaría, pero tampoco". La Ejecutiva naranja concibe a Sánchez como un presidente solitario, que ha decidido hacerse único responsable de las victorias y derrotas del Gobierno. Luego vino Gibraltar, después la violencia en las calles de Cataluña... "Ni ha llamado ni llamará", zanjan las fuentes consultadas.
La dirección del partido liberal diagnostica otro motivo -además del personal- que acentúa el desencuentro: PP y PSOE son tan sólo rivales "de referencia", pero apenas comparten votantes. Ciudadanos "sí ha mordido" en el electorado socialista andaluz. Un extremo que el equipo de trabajo de Rivera tuvo en cuenta a la hora de preparar la intervención de este miércoles en la Cámara.
De ahí que Sánchez haya elegido como estrategia empujar a Rivera a la "ultraderecha". Justo antes del resbalón con el "consejo de amigo", le decía: "El PP ya ha cometido el error histórico de echarse en brazos Vox. Usted está a punto de hacer lo mismo". El presidente de Ciudadanos pretende llegar a un acuerdo con el PP en Andalucía para luego pedir la abstención del PSOE. Algo que Sánchez no tolera. Cuando llegue el momento, igual que este miércoles, uno y otro se echarán la "culpa" del triunfo de los extremos.
Rivera, en el apartado referido a Cataluña, recordó a Sánchez su condición de "rehén" del independentismo que le hizo presidente. A lo que el secretario general socialista le echó en cara su condición de "rehén" de Vox si acepta sus votos para la investidura andaluza.
En los minutos finales de su discurso, Rivera lanzó un aviso a los compañeros de barco de Sánchez: "Intentaremos pasar a la Historia como quienes reconstruyeron los puentes con las fuerzas constitucionalistas". Una vez más, el candidato liberal deslindó el PSOE del "sanchismo".