Toni Cantó ya asoma la cabeza por el telón. Dentro de muy poco –él todavía lo circunscribe a las primarias–, podrá reconocer su nueva condición política: candidato a la presidencia de la Comunidad Valenciana por Ciudadanos. Antes de bregarse en el ring electoral, se quitará el mono escénico sobre las tablas del teatro Valle Inclán, en Madrid. Actuará en enero, mes inhábil en el Congreso de los Diputados.
Recibe en las dependencias del grupo parlamentario naranja en la Carrera de San Jerónimo. Una sala cuadrada, de paredes blancas, con vistas a la rutina de un jueves al mediodía. “Si tocan las campanas, tendrá que salir a votar”, advierte su gabinete. Es día de pleno. Pero la Cámara, comprensiva, respeta sin sobresaltos esta media hora de conversación.
Cantó dispara a lo cotidiano para reseñar “la deriva nacionalista” que amuralla su tierra. Dice que su hijo, en Madrid, estudiaba en un instituto público bilingüe; sus sobrinos, en Valencia, sin castellano y con apenas tres horas de inglés a la semana. “¿Quién encontrará un empleo mejor?”.
Igual que Albert Rivera a Pedro Sánchez, Cantó acusa al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, de haber vendido su alma a Compromís, “un nacionalismo tribal del siglo XIX, un calco de Esquerra Republicana”. Asegura que si Ciudadanos no gobierna, “Valencia sufrirá el mismo problema que Cataluña en cuatro años”.
Su candidatura a presidir la Comunidad Valenciana es ya un titular a punto de escribirse. El otro día, usted mismo utilizó la expresión “estar en capilla”. ¿Le seduce la idea de cambiar el Congreso por las Cortes Valencianas?
Tengo la decisión tomada. Por respeto a mis compañeros la anunciaré cuando el partido dé el banderazo de salida a las primarias. Después de tanto tiempo en Madrid, me haría mucha ilusión volver a mi tierra. Aunque amo Madrid. Es un modelo de ciudad que me encantaría aplicar a Valencia.
¿A qué se refiere?
Fijémonos en la cerrazón nacionalista de Barcelona, que antes era la ciudad top en cultura. Allí, para trabajar en el teatro público debes tener ocho apellidos catalanes y ser independentista. Por culpa de eso pierden a mucha gente con talento. En Madrid, en cambio, hemos tenido grandes directores vascos y catalanes, no se pregunta por el lugar de nacimiento. Me gustaría eso para Valencia.
¿La percibe una ciudad cerrada?
Primero, fue blindada por la corrupción del PP. Nadie iba allí a generar riqueza porque todo el mundo sabía que el coto se lo repartían entre cinco amiguetes. Conozco gente que ni siquiera licitaba por culpa de eso. Ahora, viramos hacia la Cataluña nacionalista.
El PSPV se parece demasiado al PSC. Un consejero autonómico dice que el capitalismo es enemigo del hombre. El Ejecutivo, de la mano de Compromís, ahuyenta las inversiones extranjeras y se jacta de ello. Es increíble. Me apetece trabajar para cambiar eso. Y a nivel personal: es mi ciudad, allí está mi familia, mis amigos… Me hace ilusión.
Valencia es un feudo necesario para articular cualquier proyecto político en España, pero Ciudadanos allí parece un agujero negro: tres portavoces en lo que va de legislatura, cuatro parlamentarios fugados a los no adscritos… ¿Cuál es su diagnóstico?
Nadie puede presidir España sin conseguir antes un resultado fantástico en Valencia. Es una de las Comunidades autónomas peor tratadas por el Estado y, paradójicamente, una de las que más peso tiene en la economía y la marca del país. Estoy convencido de que, en mayo, daremos en la Comunidad Valenciana el salto cualitativo y cuantitativo que acabamos de dar en Andalucía. Sumaremos gente independiente, mejoraremos las listas y los equipos técnicos… Daremos ese salto.
A pesar de ser una plaza importante, Ciudadanos no cuenta allí con ningún rostro conocido. Comparemos, por ejemplo, a Fernando Giner –líder en el Ayuntamiento que probablemente repita en 2019– con Manuel Valls. ¿Trabajarán para reunir también rostros mediáticos?
Albert ha hecho un encargo a la Ejecutiva. Él ya ha demostrado su altura: ha incorporado a gente brillante que no tiene carné de Ciudadanos. Una prueba de su talla política. Somos liberales, no debemos tener miedo a la competencia, que nos hará más fuertes. Eso tenemos que llevarlo también a nuestras listas.
La Comunidad Valenciana reúne dos ingredientes que ustedes explotaron para ganar las elecciones en Cataluña: nacionalismo y corrupción. ¿Por qué no han despegado entonces?
Yo creo que el resultado de las últimas elecciones fue fantástico. Era la primera vez que nos presentábamos, habíamos creado el partido en un año… De ahora en adelante, pondré toda mi energía y mi trabajo desde el puesto en el que me toque estar.
Ciudadanos será esencial en Valencia. Venimos del PP de la Gürtel y ahora nos gobierna el PSOE de los ERE con Compromís, la Esquerra Republicana de Valencia, el nacionalismo más antiguo. Necesitamos otra receta. El PSPV no sabe modernizar y Compromís nos quiere llevar al siglo XIX. Debemos trabajar para incrementar las inversiones, la investigación, el empleo… Eso pasa por una comunicación más sólida entre la empresa privada y la Administración. El Gobierno de Puig ve al empresario como un enemigo al que ordeñar.
Para cerrar el capítulo referido a Ciudadanos Valencia: ¿qué pesó más? ¿Las rencillas internas o la falta de proyecto?
Yo le niego la mayor, de verdad. Los resultados fueron buenos: 13 diputados, más allá del problema que llegó después.
Me refería a ese problema.
No lo sé, pero está claro que esa problemática golpea duro a un grupo y le deja más pendiente de lo interno que de lo que ocurre fuera. Ahora ya se ha superado y se está haciendo un gran trabajo. Ayudaré todo lo que pueda.
Usted ha sido duro a derecha e izquierda. Ha calificado al PP como un partido que supura corrupción y al PSPV como el novio del nacionalismo. No va a tener con quien pactar tras las elecciones.
Aspiro a que en la Comunidad Valenciana pase lo que ya ocurre en otros países europeos: que se pueda llegar a acuerdos entre las fuerzas constitucionalistas. Espero que Ciudadanos sea el pegamento que consiga atraer al PSPV para que se parezca más al PSOE extremeño, y no al podemizado Sánchez. También intentaremos atraer a ese PP que ni siquiera ha pedido perdón por sus desmanes. Nos endeudaron y mancharon nuestra imagen en todo el mundo. Aunque hay algo curioso: la corrupción valenciana es mucho menor que la catalana o la andaluza, pero a ojos de la opinión pública parece mayor.
¿Por qué?
Porque fue especialmente escandalosa en las formas. Que un partido cuyos mandos son abiertamente católicos utilice una visita del Papa para robar… Pero Jordi Pujol, por ejemplo, robó bastante más.
¿Con quién mantiene mejor relación ahora? ¿Con el PP o con el PSPV?
Como secretario de Comunicación del partido allí mantengo una relación bastante fluida y respetuosa tanto con Isabel Bonig como con Ximo Puig. Charlamos cuando nos vemos. Es mi obligación. No voy a hacer como Sánchez, que rompe puentes con los constitucionalistas. Por otro lado, no me interesa la España de los extremos, ni de izquierdas ni de derechas. No quiero acuerdos con ellos. Tampoco con el nacionalismo.
Compromís es un conglomerado de fuerzas. Como organización, no apoya el separatismo, aunque lo haga una de sus corrientes más gruesas. Pero en los últimos meses, distintos dirigentes han apoyado la hoja de ruta del secesionismo catalán.
Podrán engañar a algunos con el logo del guiño simpático, pero Compromís es Esquerra Republicana en Valencia. Están a favor de los països catalans, a favor del catalán y no del valenciano, a favor de la secesión, de los “presos políticos”… Y se alinean con Podemos. Es tribal y antiguo.
¿También ubica ahí a la vicepresidenta, Mónica Oltra?
A veces intenta llevar a cabo un discurso más moderado, pero ha colocado a un radical en la Consejería de Educación, el señor Marzà, que ha dividido a la sociedad: impone el valenciano y chantajea con la enseñanza del inglés, algo muy rastrero.
Distintos analistas mencionan Valencia como uno de los territorios donde más puede crecer Vox en 2019. Prueba de ello, su multitudinario mitin allí. ¿Le preocupa?
Me preocupa el populismo de los extremos, claro: Vox y Podemos. Los constitucionalistas debemos lograr soluciones para que los ciudadanos desencantados no se echen en sus brazos. Ninguno de esos dos extremos tiene solución sólida o viable para la economía o el empleo. Entiendo la desesperación que empuja a muchos votantes hacia el populismo. Hemos salido de la crisis, pero el país no termina de despegar. Trabajemos para aportar soluciones.
Ha mencionado la “deriva nacionalista de Puig” y también la de Pedro Sánchez. ¿Las considera similares?
Sí, sin duda. Ximo ha alejado el PSPV del PSOE histórico, con quien yo podía entenderme mejor.
Ha criticado mucho el nacionalismo, ¿lo considera el mayor problema en la Comunidad Valenciana?
El principal es la economía, por culpa de la torpeza con la que el tripartito ha espantado la inversión y el empleo. Por otro lado, PP y PSOE tienen la culpa de que la financiación de la Comunidad Valenciana sea la peor de toda España. Deben colaborar para solucionarlo. Venimos hablando del corredor mediterráneo treinta años. Todavía no lo tenemos, es un horror. Otro problema gravísimo es la educación: no preparamos a los jóvenes para el siglo XXI. El Gobierno, con obsesión pancatalanista, los prepara para el XX.
¿Qué me dice del valencianismo regionalista que en su día representó Unión Valenciana? Aquel electorado fue absorbido principalmente por el PP...
Me siento mucho más cercano a eso que a Compromís, sin duda. Respetan la legalidad y el Estatut. Yo también creo que en Valencia hablamos valenciano, y no catalán. Creo en mi Estatut y en mi bandera, pero abomino de los països catalans que quiere imponernos Compromís. Una de las grandezas de los valencianos es haber demostrado una inmensa capacidad para conjugar el orgullo de nuestra tierra y el de España.
En el Congreso mencionó el siguiente dato: en más de 200 colegios públicos –educación infantil– no se da ni una sola hora de castellano. ¿Cómo es posible?
Porque se saltan la ley. Te dicen que eso es lo que hay y que, si no te gusta, te vayas a la concertada. Es injusto. No podemos permitir que la única asignatura en español sea música o gimnasia. No podemos consentir que el profesor que enseña lengua española lo haga en catalán. ¿Y para inglés sí buscan al nativo? ¿Estamos tontos?
¿Cómo es posible que los niños valencianos tengan tres horas de inglés por semana? ¡Si son las mismas que tenía yo en los setenta! No avanzamos. En su agenda sólo está la introducción del valenciano en todos los lugares, incluso en aquellos en los que por ley no debieran. Como usted sabe, existen sitios de exclusión lingüística. Si Ciudadanos no entra en las instituciones, Valencia será casi lo mismo que Cataluña en cuatro años.
¿Cuál es su modelo lingüístico ideal para los colegios?
Que las tres lenguas coexistan. Es obvio que el español debe tener mucho más peso que ahora y que tiene que ser protagonista en las asignaturas troncales. Compromís quiere apartarlo y relegarlo a las materias marginales.
¿Se atreve a dar porcentajes?
Es muy complicado, no es una ciencia exacta. Quiero que el español esté más presente en las troncales, pero eso no supone desterrar el valenciano, una lengua muy rica a la que no debemos renunciar. El caballo de batalla es el inglés. Mi hijo, hasta hace nada, estudiaba en un colegio público bilingüe de Madrid. Mis sobrinos, en Valencia, no daban ni una hora a la semana de español y sólo tres o cuatro de inglés. ¿Quién tendrá más facilidades para conseguir un empleo? Es inadmisible. No podemos permitir que los niños valencianos estén por debajo del resto a la hora de buscar trabajo.
Hay asociaciones que apuestan por el siguiente modelo: que la familia pueda elegir una enseñanza 100% en valenciano o 100% en español para sus hijos. ¿Qué le parece?
No quisiera que nadie deje de estudiar español o valenciano. No me siento cómodo en esos extremos.
En una entrevista con 'Las Provincias' dijo que ahora los funcionarios aprenden el valenciano “con amenazas”.
Es que si no lo aprenden se quedan sin trabajo. ¿No es eso una amenaza? Llevo nueve meses esperando a que los cargos electos de Compromís acrediten su nivel de valenciano. Quiero saber si cumplen con lo que exigen a los demás. Pero no quieren darnos esa información. ¿Por qué? Porque no cumplen. Me parece muy grave. Es alucinante. Obligan a aprender valenciano a los demás, pero no a sí mismos.
Si ustedes gobiernan, ¿el valenciano será un requisito en el sector público?
Seduciremos para que lo hablen. Daremos incentivos. Pero no será requisito ni obligación.